El verano es, para la inmensa mayoría de los trabajadores, el periodo de descanso más esperado del año. Una época para vivir cómodo y sin preocupaciones, alejado de las tareas habituales del resto del año. En esta estación reina el disfrute del periodo estival, ya sea en el pueblo, en la naturaleza e incluso viajando más allá de nuestras fronteras. Esa sensación de bienestar y despreocupaciones, no obstante, tiene un fin, que coincide con la vuelta al puesto de trabajo.

Ante este brusco cambio de situación, no todos los empleados reaccionan de la misma forma. El reencuentro cara a cara con la realidad y la rutina se produce de forma diferente en función de diversos factores, tanto laborales como del propio trabajador. Este proceso de retomar las riendas de las responsabilidades, especialmente aquellas del ámbito laboral, socialmente se conoce como síndrome postvacacional. Un concepto que se populariza con la necesidad de organizar la maleta para volver a casa a principios de septiembre tras la culminación de agosto.

En este actual panorama de reincorporarse a la actividad laboral, uno de cada tres trabajadores en el Estado retoma las riendas de su vida laboral bajo esta extraña sensación, según los cálculos de Adecco, la empresa de consultoría de recursos humanos. Asimismo, la misma fuente apunta que del 66% restante una parte padece estrés debido a su vuelta al trabajo.

A pesar de que no exista un perfil laboral concreto que sea más propenso a sufrir esta sensación, algunos elementos sí son determinantes en su experimentación. La compañía de consultoría enumera tres factores que directamente influencian sobre la sensación de malestar. Por un lado, los empleados con menor tolerancia a la frustración tienden a presentar más casos del síndrome postvacacional. Por otro lado, cuanto mayor sea el periodo de descanso, aumentará el riesgo de retomar la actividad laboral de forma más brusca. Igualmente, el entorno de trabajo resulta fundamental, puesto que la hostilidad entre compañeros o superiores dificulta la reintegración en la empresa. En este aspecto, también depende si el individuo muestra “ilusión” hacia su oficio o no. La respuesta negativa a esta cuestión, evidentemente, no es la más adecuada para retomar el trabajo.

El psiquiatra de la cooperativa gasteiztarra de salud Ediren, Enrique Saracho, comparte esta misma opinión que asegura que la reacción de adaptación está sujeta a la “situación personal” de cada uno. Es decir, que depende de las características laborales de cada trabajador. Así pues, las probabilidades de malestar en la vuelta al trabajo se disparan en los puestos de trabajo “más duros”, aquellos en los que se requiere fuerza física.

Por otro lado, la empresa Adecco indica que el listado de síntomas de esta compleja situación es amplio, y abarca apatía, cansancio, falta de energía, dificultad para concentrarse en las tareas, nerviosismo, estrés e incluso tristeza. En los casos más extremos pueden experimentarse ataques de ansiedad, dolor de cabeza o malestar general. La empresa consultora en recursos humanos, a su vez, asegura que estos síntomas, así como el propio síndrome postvacacional, se pueden prevenir. La clave radica en que la transición entre las vacaciones y el trabajo sea lo más “leve y llevadera posible”. Esta idea aglutina medidas como retomar el horario de sueño habitual, evitar visitar el lugar de vacaciones la víspera de regresar al trabajo y, si es posible, dosificar las jornadas de descanso a lo largo del verano.

A pesar de todos los síntomas que puede llegar a reunir la vuelta al trabajo tras el periodo estival, Saracho matiza que el síndrome postvacacional “no es una enfermedad”. Esto se debe a que “no se puede diagnosticar dentro de la psicopatología”. En la misma dirección, el doctor recuerda que “pasar de cero a cien requiere actividad”, y aunque en este proceso puedan ocasionarse ciertas complicaciones, el doctor insiste en que “no por ello se puede considerar una enfermedad”.

discrepancias En el mismo sentido, cabe destacar que la comunidad científica no comparte una única visión sobre el síndrome postvacacional. De hecho, mientras que algunos autores sí lo consideran una enfermedad, otros rebajan la sensación a una simple “serie de molestias”. La Organización Mundial de la Salud (OMS), por su parte, no apunta propuestas concretas para hacer frente a este proceso de adaptación al trabajo. A raíz de ello, tampoco se detalla como enfermedad en las clasificaciones de trastornos internacionales que elabora la OMS.

De acuerdo con Enrique Saracho, la duración de este proceso suele alcanzar una duración de entre “una o dos semanas”. Esto es, puede llegar a convertirse en un trastorno si se prolonga más allá de los quince días, aunque lo más frecuente es padecerlo en menos de ese tiempo. “Hay que entender que el cuerpo no tiene un botón de on y off, sino su propio ritmo, por lo que los cambios en nuestro estilo de vida condicionan el rendimiento corporal”, sentencia el profesional de la psiquiatría.

Se sufra el síndrome postvacacional o no, septiembre es un mes caracterizado por la vuelta al cole para los más jóvenes y la vuelta al curro para los adultos. A raíz de ello, la motivación y la energía son fundamentales para afrontar el nuevo curso, ya sea académico o laboral. Tal y como señala la empresa Adecco, afrontar la reincorporación centrándose en una actitud positiva y que genere ilusión y motivación minimiza los efectos del síndrome postvacacional. Y es que el oasis de descanso y comodidad estival está a punto de llegar a su fin, acontecimiento que coincide con el reencuentro con la vida real.