pipaón - Son apenas cuarenta habitantes, pero eso no les limita a la hora de poner en marcha proyectos como la celebración anual de la Jornada de Etnografía Viva, o para mantener en pie un museo en la localidad y un grupo de danzas.

A la sombra del pico Cervera, Pipaón celebró ayer la XXI edición de la citada jornada con las calles decoradas como allá por el año 1.800 y con un número importante de visitantes que no quisieron perderse la fiesta que se había preparado para promocionar la cultura popular de la zona, muy viva aún entre sus habitantes

La iniciativa había partido de la asociación cultural Usatxi, que preside en la actualidad Blanca Ortiz de Landaluce, una entidad creada por Pilar Alonso, La alondra de Pipaón, que llegó a tener más de cuatrocientos socios, una cifra muy importante ya que en en esta localidad sólo viven, y no de forma continua, unas cuarenta personas.

La fiesta se inició ayer a las 10.30 horas con la concentración de vecinos y visitantes para dar comienzo a las manifestaciones culturales previstas. Con todos en la plaza, lo primero que se llevó a cabo fue una vuelta por la localidad para disfrutar de sus cuidadas calles, sus edificios bien conservados y sus rincones acogedores.

En ese recorrido se pudo contemplar la impresionante parroquia de la Exaltación de la Santa Cruz, un edificio del siglo XVI que guarda algunas joyas, como su retablo rococó, un precioso púlpito y los retablos laterales de los siglos XVI al XVIII, o las antiguas escuelas, hoy sede de la asociación.

Tras el desfile por las calles, donde los vecinos se habían ataviado con ropajes de los tiempos en los que alcanzaron su condición de villa, librándose de la dependencia de Lagrán (y anteriormente de Trebiño y de Peñacerrada), los protagonistas de la evocación rural se concentraron en la plaza para escuchar el pregón de este año, que corrió a cargo de Iratxe Irisate, una vecina de Pipaón que rememoró los comienzos de estas jornadas etnográficas, que se han ido consolidando con el paso del tiempo como una puesta al día de los valores y recuerdos de la localidad.

Todo gracias a las vivencias de cada uno de sus habitantes. Tras ello vinieron los actos, que en realidad era el recorrido por los antiguos oficios, contados por las personas que los ejercieron, algunos de los cuales perduran en la vida de estos pueblos de la Montaña Alavesa. Como el amasado del pan para dejarlo en condiciones de ser horneado y que quede mullido por dentro y crujiente por fuera, una representación que coincidió con la llegada del panadero de Peñacerrada, con los panes del día.

También se abrió la puerta del viejo molino eléctrico para mostrar su funcionamiento, así como al pequeño que se había colado jugando en el cajón de la harina. Más tarde fueron los trabajos de la siega del trigo y la trilla del grano, para separar la cáscara del grano, una tarea que se realizaba en el tiempo más tórrido de calor y que dejó muchos recuerdos de críos subidos en el trillo mientras jaleaban al mulo -al macho, se decía antiguamente- para que diera vueltas por la era sobre el cereal.

Después, otras personas mostraron cómo se lavaba la ropa, la tradicional colada, con sus tablas de madera para poder refrotarlos bien con los jabones que se usaban y que se fabricaban en las casas con los aceites usados y sosa apagada.

asociación usatxi El recorrido llevó también a la carbonera, donde la promotora de estas jornadas y de numerosos estudios etnográficos sobre Pipaón, Pilar Alonso, contó cómo se preparaba y lo importante que era para poder obtener el carbón que se usaba en casa, que también se intercambiaba por productos o se vendía en otros pueblos, incluso al otro lado de la Sierra, en Laguardia.

Tras los recorridos, el grupo de danzas de Pipaón realizó una exhibición de las antiguas danzas y con ello se dio paso a la comida popular, que había sido preparada con calma y productos naturales por los componentes de Boilur. La comida consistió en ensalada, guiso de carne de ternera, gosúa de postre y los típicos café y copa de la sobremesa.

La asociación Usatxi se creó en 1983 con la finalidad de organizar actividades y también ser guardianes de las numerosas tradiciones de la localidad. Hace 26 años comenzaron a reunir un buen número de piezas que formaban parte de la memoria histórica y cotidiana del pueblo y con ellas han conformado el museo.