AMURRIO - Amurrio afrontó ayer su sexta y última jornada festiva en honor a Nuestra Señora de la Asunción y San Roke y, como marca la tradición, la población se encaminó a reponer fuerzas a las campas de la ermita del patrón, situadas a casi tres kilómetros del centro urbano. Desde las nueve de la mañana, este idílico entorno comenzó a llenarse de decenas de amurrioarras dispuestos a participar en los concursos de tortilla de patatas y bacalao al pil pil, organizados por el club de montaña local Mendiko Lagunak, para el último día de fiestas. Cazuelas, bombonas de butano, botellas de todo tipo de líquido, peladuras de patata y cáscaras de huevo regaban un recinto salpicado de grupos de personas, de todas las edades, que disfrutaron de lo lindo de la jornada gastronómica. Muchos fueron los grupos de jóvenes y no tan jóvenes que, tras días de juerga continuada, aprovecharon las campas de este envidiable entorno natural para dar un merecido descanso al cuerpo.
Mientras, los seis participantes en el XLI certamen de bacalao y los nada menos que 57 del décimo octavo concurso de tortilla de patata daban los últimos retoques a sus platos, antes de presentarlos a la una del mediodía. Un poco alejados del barullo se encontraban la veintena de aficionados a la gastronomía de la localidad que, desde las 08.30 horas y entre delantales, cazuelas, brasas y parrillas, cocinaban la comida popular de las tres de la tarde, a base de arroz, morcillas, vino y pan. “Este año hemos aumentado en diez los kilos de arroz y carne, porque llevamos unos años que no sobran ni las migas. Calculamos que habrá para unas 1.500 raciones de paella, al precio simbólico de 1,5 euros el plato. Si no se consume todo lo llevaremos al colegio de niños con discapacidades psíquicas de Menagarai”, explicó Martín Gabikagogeaskoa, uno de los cocineros que ya el domingo 13 también colaboró en la elaboración de la comida del día del colectivo infantil, “donde tampoco quedo ni un grano de arroz en las cazuelas”.
Junto a ellos se encontraba la familia Álava, encargada este año de suministrar y asar los cientos de kilos de morcilla que acompañan la paellada. “Hemos traído unas mil unidades, confiamos en que sean suficientes”, apuntaron. A las 14.00 horas se hizo entrega de los premios de los concursos, según las puntuaciones que habían otorgado en la cata los jueces expertos en la materia. Se trataba de Germán Urruela de Orduña y Felipe Enarez de Sestao, que calificaron de “flojo” el nivel, “salvo dos tortillas que sobresalen del resto, porque en bacalao, a parte de escasez de participantes, las mejores cazuelas son las de las niñas que se han inscrito al cursillo organizado para enseñar a la juventud los secretos de este plato tan nuestro. Se lo hemos dicho y se han llevado tal alegría que se van a animar a concursar el año que viene”.
Los jueces se referían a Aiala y Malen Ibarluzea, Eneritz Sagardui y Kenare Campo. Chicas de entre diez y catorce años que mostraron muy orgullosas sus creaciones culinarias. “Al principio nos ha costado pillar el truco de cómo mover la cazuela para que no se caiga el aceite y vaya cuajando y convirtiéndose en gelatina, y nos han ayudado, pero ha sido muy divertido”, coincidieron en señalar. Con todo, Urruela y Enarez tampoco quisieron ser muy duros, ya que “hay que entender que la mayoría vienen casi de gaupasa”, matizaron.
En el certamen de bacalao resultó vencedor de la categoría general el Txoko Landako (190 euros), seguido del Txoko Gorobel (155 euros); mientras que en local, el máximo galardón fue para la cazuela de Otxotekoak. Por su parte, el premio reservado a las cuadrillas quedó desierto, por falta de participantes. Por su parte, en el certamen de tortilla volvieron a vencer Los palmeros de Saratxo (75 euros), seguidos de Iñaki y Patxi (60 euros). En la sección de cuadrillas se impuso Mendiguren de Dantza Lagunak.
Después de la comida popular hubo romería con Orots, y luego se regresó al centro para unos presenciar el choque futbolístico entre Alavés B y Amurrio y otros el espectáculo de trialsin y dirtjump Funbox Factory. A esta exhibición le tomó el relevo una verbena con Patxi eta konpania, mientras el txosnagune abría una exposición de fotos de fiestas. La juerga se alargó hasta que, a medianoche, llegó el momento de acompañar a Iguarrako en el vuelo de retorno a su guarida, con el encendido de bengalas y el disparo de baterías pirotécnicas.