Amurrio - Amurrio afrontó ayer su quinta y penúltima jornada festiva en honor a San Roque, que tuvo su pistoletazo de salida a las diez de la mañana con la tradicional subida al santo, organizada por la Cofradía de la Santa Vera Cruz, desde la parroquia Santa María hasta la ermita del patrón, a la que sus participantes llegaron alrededor de las 11.15 horas, tras una larga caminata. Y es que en las campas y aledaños de este templo se iba a centrar el principal acto festivo de la jornada, la ya popular feria ganadera del día de San Roque, que ayer cumplió su XXXIV edición.
Desde primeras horas de la mañana, doce puestos artesanos y de productos caseros daban la bienvenida a los fieles que se disponían a acudir a la misa cantada por la coral Mariaka. Ajenos a estos menesteres y bajo la atenta mirada de los 26 ganaderos participantes en la feria, se encontraban los 151 animales que, entre vacas, caballos, ovejas, cabras, bueyes y capones, conformaban la muestra ganadera del municipio. Todos ellos eran de una calidad insuperable, ya que “al ser exposición el ganado viene seleccionado de antemano y no hay concurso, sino que sus dueños -tras intentar buscar el mejor lote de cada raza- reciben un recuerdo y dietas de transporte por participar”, explicó Aitziber, técnica del área municipal de Ganadería de Amurrio. Este año el Consistorio no ha encontrado una maquera con sus lechones y tampoco ha habido expositores “de burros ni de frisonas”, matizó Aitziber, en relación a las vacas lecheras por excelencia.
Con todo, el sector bovino estuvo más que bien representado por dos parejas de bueyes de arrastre (una de mestizos y la otra de la raza Alistano Sanabrés), acercadas desde Llodio por Juan Ortiz y Galder Bolaño, así como por ejemplares de las razas limousina, pirenaica, terreña y las semi-salvajes betizu, además de charolesa.
De la mano de los siete ejemplares de esta voluminosa raza cárnica que acercó el ganadero de Saratxo, Joseba Ibarrola, llegó la novedad de la jornada: apuestas para ver quién acertaba el peso de San Roque. Un toro de año y medio que fue paseado por la feria, una hora antes de subirlo a una báscula, cuyo marcador digital arrojó la friolera de 918 kilos. La persona que más se acercó a la cifra se llevó los 150 euros que se recaudaron en un total de 300 apuestas.
Por su parte, el mayor atractivo para los txikis vino de la mano de la amurrioarra Paula Valdés y su marido Ramón Berganza, que acercaron a la cita un panal de abejas introducido en una colmena de paredes de cristal, gracias a las que se podía apreciar el organizado sistema de trabajo de las fabricantes de miel por excelencia. Otras especies a destacar fueron el ganado equino, con diez hermosos caballos de carne y seis pottokas; y el caprino, con dos lotes de azpigorris y otro de cabras enanas; así como siete lotes de ovino de raza latxa y otro de berrinchona, provenientes de toda la comarca ayalesa y su entorno.
La feria también contó con la presencia de artesanos y baserritarras que ofrecieron sus productos como frutas, hortalizas, queso, pastel vasco o miel. En las cercanías, una txosna expedía bocadillos y bebida fresca, mientras que en el exterior de la ermita se desarrolló el LII concurso de aurresku y jotas que organizó la asociación amurrioarra Aiara Dantza Taldea, y al cual concurrieron cinco parejas en fandango y arin arin, de las que destacó la formada por Amets Amubieta y Larraitz Larrañaga de Azpeitia. En aurresku fueron siete los participantes, aunque el jurado optó por entregar la txapela de vencedor, nuevamente, a Haizea Ormaetxea de Leioa.