Amurrio - Tras los excesos de la primera jornada festiva, Amurrio amaneció ayer con el síndrome del Iguarrako y buena parte de la población invirtió la mañana en dar un merecido descanso al cuerpo. Sin embargo, otros muchos -obligados por el compromiso adquirido con el programa o con responsabilidades familiares que no perdonan- no tuvieron más remedio que salir desde primeras horas dispuestos a aprovechar las actividades del día dedicado a los niños. La dirección a tomar estaba clara: el parque Juan Urrutia, donde les esperaba un auténtico paraíso del brinco y la voltereta, en forma de camas elásticas y seis gigantescos castillos hinchables entre los que, sin duda, triunfó el novedoso acuático que, a más de uno, le hizo volver a casa en busca del bañador.

También hubo una zona recreativa con futbolines y mesas de ping-pong, aunque la más solicitada volvió a ser la ya indispensable zona de vídeo juegos. El más socorrido, no obstante, resultó el futbolín humano, ya que los avispados txikis lo utilizaron de refugio ante la llegada de la cuadrilla de cabezudos locales; es decir, payaso, diablo, china, señora, municipal, pareja de aldeanos y bruja, a los que les hizo una seria competencia un pequeño Napoleón armado de su propio atizador.

Menores rusos y saharauis Por allí andaban también disfrutando de la jornada los quince menores rusos, bielorrusos y saharauis de entre 8 y 13 años que están pasando el verano en el municipio con familias de acogida, y que a eso de las 10.30 horas tuvieron un recibimiento oficial por parte de los responsables municipales en el salón de plenos, donde les obsequiaron con una camiseta y el lujo de asomarse a la balconada a acariciar a Iguarrako. La mascota festiva estuvo ajetreada recogiendo los chupetes de los bebés del lugar para llevárselos de recuerdo a su guarida en su despedida de la medianoche del jueves. Tras la diversión había que reponer fuerzas y para ello, los más pequeños se dirigieron a la zona arbolada del parque, donde una suculenta paella, refrescos y helados esperaban a ser devorados.

Y es que, mientras niños y niñas lo pasaban en grande con los actos organizados en su día, desde las 9.00 horas un grupo de voluntarios de la gastronomía local -en colaboración con la asociación de mujeres Aurreraka y el grupo scout- había estado muy ocupado por preparar varias enormes paellas con casi sesenta kilos de arroz, verduras y todo tipo de carne que repartieron en más de 500 raciones. Para el reparto se impuso el orden en la fila. Y es que, los peques de Amurrio ya saben que, si no quieren quedarse sin postre, deben esperar dos tandas. En la primera, cada menor recibe una bolsa con los cubiertos, pan y refresco y un enorme plato de arroz que, tras ser engullido, debe depositarse en la bolsa y pasar por donde los cocineros a recoger el helado tras introducir los desperdicios en un contenedor de basura.

La experiencia se puso en práctica hace ya más de una década y resulta muy positiva para concienciar a los txikis de la necesidad de reciclar los residuos y, de paso, ahorrar trabajo extra a las brigadas de limpieza, ya que la iniciativa evita que el recinto que alberga la paellada quede invadido de una nube de platos. Tras la comilona, el colectivo infantil siguió disfrutando de su día grande con una novedosa ginkana de deporte rural y una sesión de zuma, dirigida por la monitora Izaskun del Cerro, en la que se estrenó la coreografía del himno de las fiestas de Amurrio Zu zeu jaia!, que creó en 2015 el trikitilari local Iñaki Plaza por encargo municipal. Además, el aledaño Txosnagune les permitió disfrutar de exhibiciones de graffiti, escalar en boulder y practicar slackline. Un deporte de equilibrio, este último, en el que se camina sobre una cinta plana de nylon o poliéster enganchada entre dos puntos fijos.