La Blanca 2017 ya es historia, pero será recordada durante años por las numerosas novedades que ha traído a las calles de Gasteiz. Empezando por el veto al vidrio tanto en la bajada como en la subida de Celedón, siguiendo por el fin -al menos temporal- de las corridas de toros y el estreno mundial de las kalejiras de neskas y blusas, los paseíllos de toda la vida, hacia y desde el Iradier Arena. Ayer, bajo un cielo bastante encapotado por momentos y con una temperatura más propia del otoño, las cuadrillas exprimieron sus penúltimas fuerzas al ritmo de la música de las txarangas y los txistus antes de decir adiós sólo unas horas después a las fiestas. No faltaron la alegría y el buen ambiente pese a que las piernas, a estas alturas, ya no podían responder igual que en el arranque de La Blanca.

Tal y como ha sucedido durante todas las fiestas, y pese al acuerdo alcanzado in extremis por las dos agrupaciones de neskas y blusas para repartirse la apertura de los paseíllos, fueron las siete cuadrillas integradas en la Federación tras haber abandonado la Comisión las que tomaron primero las calles del centro antes de la kalejira oficial. Lo hicieron con un mínimo retraso respecto a lo habitual, a las 16.32 horas, y encabezadas por los Biznietos de Celedón, de nuevo numerosos pero con menos integrantes en sus filas que en días atrás.

Los siguieron los blusas y neskas de Batasuna, Jatorrak, Los Bainas, Martinikos -con globos largos de colores y un buen número de blusas vestidos de neska, y viceversa-, Bihurriak, escasos pero muy animados al ritmo de la txaranga, y Gasteiztarrak, con energía pese al cansancio. Corrían las 16.44 horas y la intersección de Dato con Postas ya estaba libre para abrir paso a las 19 cuadrillas de la Comisión.

Con un sol más tibio y las terrazas de la calle Dato todavía a medio gas -se notó ayer la desbandada de vecinos-, partió el paseíllo oficial encabezado por Nekazariak y su popular furgoneta blanca, bien secundada por su pancarta y la txaranga, y una cuarentena de miembros. Les siguieron Txolintxo, muy animosos y saltarines pese al esfuerzo acumulado; Galtzagorri, con sus txistularis, sin prisa pero sin pausa; Zoroak, con su camioneta despachando katxis a buen ritmo, presidida por la original pancarta de Game of Tonos, y también echando el resto; Petralak, con sus dos vistosos vehículos a pedales, algo escasos en miembros pero con una animada representación; Los Desiguales, a buen ritmo; Okerrak, sacando de nuevo a pasear su Txanpan etxea y muy numerosos; Margolariak, de nuevo de las cuadrillas mejor representadas y bailongas; Txirrita, con su reivindicativa pancarta, poquitos pero animosos; Txinparta, bien surtidos desde su barra móvil; y Zintzarri, con rostros y cuerpos visiblemente cansados.

Uno de los momentos más divertidos de la kalejira de ida lo protagonizaron las cuadrillas Siberiarrak y Bereziak, que abriendo el paso con sus respectivos vehículos unieron fuerzas y conformaron de largo el grupo mas numeroso. Uno de sus miembros, megáfono en mano y al inicio del camino, fue literalmente amordazado con cinta de carrocero por el presidente de Bereziak, Luis Izaga, mientras intentaba dirigir a la masa. “Necesito un traumatólogo”, gritaba mientras intentaba soltarse despertando más de una carcajada. Cosas que sólo se ven en la Blanca.

El vagón de cola de la kalerija estuvo protagonizado por las neskas y blusas de Luken, dándolo todo al ritmo de la electrotxaranga y echando humo desde su furgoneta; Basatiak, echando globos al aire y arrolladores; Karraxi, mas tranquilos pero con paso firme; Belakiak, de nuevo muy numerosos y a ritmo de Verde, uno de los temas más célebres de Betagarri; Hegotarrak y Luken.

Aún quedaba la traca final, las kalejiras de vuelta, con las que neskas y blusas despidieron hasta la festividad de Santiago de 2018 uno de sus actos más tradicionales, pese a las novedades que ha traído este año fruto de la división de las cuadrillas y del propio cambio de nombre de la kalejira. Una vez más, con una representación más amplia gracias a un buen número de blusas y neskas rezagados, que quisieron despedirse de la fiesta como mejor saben.

Punto final. Bajo un cielo bastante encapotado por momentos y con una temperatura más propia del otoño, las cuadrillas exprimieron sus penúltimas fuerzas al ritmo de la música de las txarangas y los txistus antes de decir adiós sólo unas horas después a las fiestas. No faltaron la alegría y el buen ambiente pese a que las piernas, a estas alturas, ya no respondían igual que en el arranque festivo.

Dos paseíllos. Pese al acuerdo alcanzado in extremis por los dos grupos de neskas y blusas para repartirse la apertura de los paseíllos, fueron las siete cuadrillas integradas en la Federación las que tomaron primero ayer las calles del centro antes de la kalejira oficial de la Comisión, tal y como ha sucedido durante todas las fiestas de La Blanca.