los cambios son oportunidades para mejorar. Pueden dar miedo, pueden gustar más o menos, pero si se afrontan de la manera adecuada, lo más probable es que acaben siendo del gusto de todos. Gasteiz está oficialmente de fiesta. Con unos segundos de retraso respecto a las 18.00 horas, la escritora Eva García Sáenz de Urturi lanzaba el txupinazo en una bajada de Celedón histórica por muchos motivos. Tras años en los que los heridos por cortes de vidrio se contaban por decenas -82 el año pasado-, el pistoletazo de salida a las fiestas de La Blanca deparó ayer, según los datos de los servicios de emergencias, apenas una única persona atendida por culpa de botellas rotas, precisando un punto de sutura. Lo que este 2017, sesenta años después de que un grupo de amigos tuviera por primera vez la loca idea de organizar un acto que años después atrae multitudes, ha sido una novedad, permitirá a partir de ahora disfrutar a más gente de un inicio festivo más seguro.

Con el termómetro marcando 30 grados, vitorianos y visitantes, obedientes -casi- todos hicieron caso al llamamiento para acudir con tiempo a la plaza de la Virgen Blanca para pasar los controles que la Policía había preparado en los diez accesos al recinto. Tres agentes de la guardia urbana, tres ertzainas y un mínimo de dos voluntarios por puesto cortaban el paso al vidrio. A tenor del resultado, el buen hacer de unos y otros consiguió el resultado previsto: reducir el cristal en la plaza a la mínima expresión, con apenas 300 kilos recogidos.

la sonrisa de la txupinera Una vez la creadora de Kraken, de sonrisa impertérrita en su rostro desde el minuto uno -especialmente cuando Celedón le colocó el tradicional pañuelo festivo junto al alcalde, Gorka Urtaran, y la concejala Estíbaliz Canto- prendió la mecha de La Blanca, quince mil botas verdes emularon las botellas de champagne llenando mojando a todo el mundo. Otros, menos avezados, optaban por lanzar kalimotxo a su alrededor como si no hubiera un mañana.

Puro en mano, pañuelo en cuello y kalimotxo en garganta, tras cerca de cinco minutos de descenso de Celedón desde la iglesia de San Miguel, el aldeano de Zalduondo se metamorfoseó por decimoséptima ocasión consecutiva en el gasteiztarra Gorka Ortiz de Urbina, que alzando su paraguas inició el recorrido hasta la balconada. Su rostro de satisfacción al llegar, el cronómetro -tardó poco más de dos minutos y medio en culminarlo- y las primeras palabras que lanzó a la multitud cuando cogió el micrófono evidenciaron que, este año, ayudado como siempre por los blusas de la comisión, la caminata de Celedón fue bastante tranquilo. O al menos todo lo tranquilo que puede ser caminar en medio de miles de personas sudorosa intentando tocarte porque eso, según dicta la nunca científicamente probada tradición, garantiza que vas a ligar. También en esto, la ausencia de vidrio evitó que Celedón se cortara -ya le ocurrió una vez-.

“Gracias por el pasillo” Muchas gracias a todos por ayudarnos, se ha visto el pasillo”, agradecía, que ayer cumplió su decimoséptima bajada de Celedón. Entre los especialmente prolíficos cánticos de su canción -llegó a entonarla cinco veces en castellano y tres en euskera- Ortiz de Urbina realizó dos alusiones concretas en su discurso. La primera, esperada, el llamamiento a disfrutar de unas fiestas sin agresiones sexistas. “Ez, ez da. Disfrutatu, parte hartu eta pentsatu gauzak egin baino lehen. No es no, disfrutad, participad y pensad las cosas antes de hacerlas”, reclamó. En la segunda, Celedón tuvo un recuerdo para la recientemente anunciada clausura definitiva de la central nuclear de Garoña. “Bazen garaia, Araba garbia. Ya era hora, Álava está limpia”, se felicitó.

Incluso cuando ya se había despedido, Gorka Ortiz de Urbina se vino arriba, volvió a coger el micrófono y quiso alargar un poco más su presencia ante la multidud cantando un par de veces más su canción. En la plaza, el protegido monumento a la Batalla de Vitoria fue escalado en su centenario para colocar una pancarta en favor de Errekaleor.

Finiquitado el txupinazo, con los mojados buscando agua y los secos evitándola, Gasteiz se dispersó para disfrutar de los gigantes y cabezudos, las vísperas en la iglesia de San Miguel, la tradicional procesión de los faroles y la primera salida nocturna antes de encarar hoy el día de La Blanca. La fiesta sólo acaba de empezar.