Vitoria - Cuando el pasado 18 de marzo más de 15.000 personas colapsaron el centro de Gasteiz para exigir el cierre definitivo de Garoña, muchas de ellas albergaban la esperanza, más grande o más pequeña, de que ésa sería la última gran movilización contra la central nuclear burgalesa a la que tendrían que acudir. No faltaron allí los principales representantes del mix de colectivos sociales o vecinales y sindicatos que integran la plataforma Araba sin Garoña, el altavoz de la sociedad civil contra la instalación atómica e impulsora de aquella marcha, ni los rostros políticos más importantes del territorio, todos unidos por una reivindicación antigua y compartida por la inmensa mayoría de la sociedad alavesa. Con el anuncio de ayer, esa esperanza común del 18 de marzo, un sueño lejano todavía para muchos, se convirtió por fin en realidad. Y todos lo celebraron: Partidos, representantes sindicales y, por supuesto, grupos ecologistas, para quienes el cierre de Garoña ha sido una de las batallas más intensas de los últimos lustros.
Aquel 18 de marzo significó, de hecho, el “acta de defunción” de la central más antigua del parque nuclear estatal, según enfatizó ayer el activista antinuclear Alberto Frías, portavoz de Araba sin Garoña. “Ha quedado claro que la unidad de acción que hemos mantenido desde hace 20 años ha servido. Garoña se ha parado por la presión popular y la movilización”, apuntó Frías en declaraciones a este periódico.
Con su objetivo fundamental del cierre “cumplido”, Araba sin Garoña se da “desde ahora mismo” por “disuelta”, según avanzó el activista, quien sin embargo recordó que colectivos ecologistas como el que él mismo representa, Lurra Sarea, se mantendrán vigilantes con la gestión de los residuos nucleares de la central.
Así lo enfatizó también ayer a través de un comunicado el movimiento ecologista Eguzki, que remarcó que “habrá que estar alerta” para que la central, “en contrapartida”, no “se convierta en un cementerio nuclear”, porque cabe recordar que en los Presupuestos Generales del Estado de 2017 existe una partida para instalar un almacén temporal de residuos radiactivos en la propia planta. “Del mismo modo, habrá que denunciar cualquier intento de Nuclenor de recibir compensaciones, de manera directa o indirecta. Paralelamente, hay que reivindicar una alternativa socioeconómica para la zona”, remarcó Eguzki, para el que el que el cierre de Garoña es “una gran victoria que hay que saber valorar en su justa medida”.
En el ámbito estatal, otros colectivos antinucleares como Ecologistas en Acción o Greenpeace también celebraron el anuncio del cierre de la central “tras cuatro años y medio de incertidumbre”. Sin embargo, el portavoz del primero de estos colectivos, Francisco Castejón, advirtió de que Garoña “ha servido para abrir el camino a la prolongación del funcionamiento del resto del parque nuclear español”, por lo que llamó a la sociedad civil a mantenerse alerta hasta “verse libre de esta amenaza”.
En la misma línea de celebración, la responsable de la campaña de energía nuclear de Greenpeace, Raquel Montón, mostró en declaraciones a la agencia Europa Press su satisfacción porque “éste es el primer paso del fin del cierre del resto de las centrales nucleares” tras un debate “extensísimo”, en el que el Gobierno ha llegado a “las mismas conclusiones” que esta ONG llevaba mucho tiempo poniendo sobre la mesa. Montón, a la vista de las “cuantiosas” inversiones que el resto de centrales del parque nuclear deberán abordar para prolongar más sus vidas útiles, reclamó un proceso de cierre “programado” de todas ellas, así como garantizar la financiación de la gestión de los residuos nucleares que en la actualidad está en déficit.
satisfacción unánime La satisfacción compartida por los principales colectivos ecologistas y por los sindicatos vascos más representativos -integrados en Araba sin Garoña- tuvo también reflejo entre todos los partidos políticos con representación institucional en Álava, más allá de los principales responsables institucionales del territorio histórico.
Por ejemplo, el presidente del Araba Buru Batzar del PNV, José Antonio Suso, incidió en esa “máxima satisfacción” de la formación jeltzale por la clausura de Garoña, una celebración que también vino acompañada de crítica al PP: “No es momento para ponerse medallas, como intentan ahora algunos dirigentes del Partido Popular, sin ningún tipo de vergüenza, pero el trabajo realizado en Madrid por EAJ-PNV ha obtenido sus frutos en beneficio de toda la sociedad vasca y alavesa, especialmente”, remarcó Suso, quien aseguró que tras cerrarse esta fase de “reivindicación” comienza “el trabajo institucional para definir las líneas de apoyo a aquellos municipios alaveses del entorno”.
Las voces más representativas del PP alavés -a las que a buen seguro se refirió Suso sin poner nombres- celebraron también el cierre de Garoña, desde los exalcaldes Alfonso Alonso y Javier Maroto, hasta el presidente de la formación en Álava, Iñaki Oyarzábal. “Han sido muchos años trabajando por el cierre de Garoña. Quienes hemos luchado por ello celebramos hoy haberlo conseguido definitivamente”, enfatizó, por ejemplo, el exalcalde Maroto en su cuenta de Twitter. Alonso, por su parte, tildó la clausura a través de la misma red social de “una decisión responsable e inteligente” del gobierno estatal.
Desde las filas de EH Bildu, el diputado en Madrid Oskar Matute celebró también la “positiva” noticia del cierre, aunque reclamó el “desmantelamiento inmediato” de Garoña para dejar de vivir “bajo su amenaza”. El representante soberanista instó, además, a “erradicar” la energía nuclear “en todo punto y lugar”.
Las voces de celebración se repitieron también en el PSE-EE, Podemos y Ezker Anitza. Desde las filas socialistas, por ejemplo, su presidenta en Álava, Cristina González, remarcó que el cierre supone una medida “lógica, pero sobre todo que limita las posibilidades al resto de centrales nucleares de aumentar su vida útil”. Juantxo López de Uralde, diputado de Podemos por Álava y coportavoz de Equo, celebró que la de ayer fue “la noticia que esperábamos”, y remarcó que la decisión de Madrid supone “un gran éxito del movimiento antinuclear”.