Todo el vallado estaba roto, la caseta de observación llena de graffitis y había vegetación salvaje por doquier. Ésta es la situación que se encontraron los 14 chavales y los cuatro monitores participantes en el campo de trabajo del Gobierno Vasco a su llegada al humedal de Pedroko, en las cercanías de Agurain.
Desde el pasado martes chicos y chicas de toda la geografía española se han reunido para devolverle el esplendor al paraje conocido como Pedroko, donde las filtraciones de las corrientes de los ríos cercanos definen un ecosistema que habitualmente se conoce como humedal, es decir, una zona más o menos anegada, según la época del año, con una flora y una fauna características. Estos rasgos son definidos por el topónimo de la zona donde está enclavado -Pedroko-Uransolo-, cuya traducción literal sería campo de agua. En los últimos años se ha trabajado para llevar a cabo la recuperación de las láminas de agua, la revegetación de la zona, la realización de senderos y la instalación de un observatorio con el fin de que Pedroko cumpla su papel como refugio para las aves y lugar en el que obtener su alimento, así como un punto más que pueda posibilitar el descanso de las aves de paso.
El campo de trabajo que se está llevando a cabo durante dos semanas en Agurain se enmarca dentro de un programa de la modalidad de conservación del patrimonio natural, es de ámbito estatal y está pensado para jóvenes de entre 18 y 23 años. “Vienen de diferentes localidades del País Vasco, pero también de Murcia, de Madrid, de Galicia, de Albacete, de Valencia o de Salamanca”, explica Ieltxu, director del campo de trabajo.
Durante los primeros días el grupo de trabajo ha llevado a cabo el arreglo de una tubería que permite la llegada de agua al humedal, el arreglo del vallado perimetral, el adecentamiento de la cabaña de observación o la plantación de diferentes especies de árboles en el entorno. “Cuando llegamos encontramos que habían robado la puerta y la caseta estaba llena de graffitis.