los alérgicos al polen, especialmente al de las gramíneas, se preparan para pasar su particular peaje de todas las primaveras, si no han comenzado a hacerlo ya. Con el inicio de la polinización de especies como el trigo, la cebada, el centeno o la avena, cuatro de las más importantes de esta familia que, a su vez, es la que más estragos causa entre la población alavesa, los síntomas más habituales de esta enfermedad clásica de la temporada vuelven a llamar a la puerta, con mayor o menor intensidad según la sensibilidad del paciente: Picor, escozor y lagrimeo de ojos, enrojecimiento, inflamación, nariz tapada, estornudos o asma bronquial, que se traduce en la dificultad para respirar, son sólo algunos de los más habituales. En la mayoría de los casos leves, pero siempre molestos.

Tras unos primeros compases de la primavera bastante tranquilos, el responsable del servicio de Alergología del Hospital Universitario de Álava (HUA), Eduardo Fernández, advierte de que la época “más severa” para sus pacientes se está iniciando justo estos días. “Los alérgicos más sensibles al polen ya han tenido síntomas, pero aún no han sido intensos o excesivamente graves. Probablemente ahora irán a más según las lluvias o el sol que tengamos. Los días más complicados suelen ir siempre del 15 de mayo al 15 de junio”, expone el especialista. Mañana, por tanto, el territorio entrará de lleno en ese tramo del calendario marcado en rojo para los alérgicos. Por el momento, los alergólogos del centro sanitario gasteiztarra se encuentran “en temporada de revisiones”, pasando las jornadas “con cierta dignidad” según Fernández, aunque a la espera de que se dé un repunte importante de atenciones en los próximos días.

Por suerte para esos pacientes, y siempre a priori, las previsiones apuntan a una temporada de intensidad leve para los alérgicos alaveses, un pronóstico que coincide con el lanzado en las últimas semanas por la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). La primavera de 2016, que fue catalogada como leve-moderada en el territorio, puede servirles de referencia cercana. “Este otoño-invierno ha sido frío y seco, no ha llovido mucho en comparación con el anterior, que fue más húmedo e incluso nevó. Y eso facilitó que la temporada anterior fuera peor que la que se espera ahora”, explica el especialista. No hay que olvidar que existe una relación directa entre las precipitaciones del otoño y el invierno y los recuentos de pólenes de las gramíneas que, posteriormente, se dan durante la primavera. Con todo, finalmente todo dependerá del clima que haga a lo largo de las próximas semanas. “Cuanto más llueva y más calor haga, peor, pero la lluvia sostenida disminuye la cantidad de polen. Los peores días son los de tormenta, ventosos y con viento del sur”, acota Fernández.

Tal y como se ha visto históricamente, a los alérgicos al polen les convendría una primavera excesivamente lluviosa, una tendencia poco probable porque no se ha observado durante los últimos años en Álava, o incluso extremadamente seca y sin días de viento. Con todo, la ubicación geográfica de Gasteiz juega en contra de los afectados, no como sucede con los lugares costeros, porque durante la primavera y el verano, como consecuencia de la brisa marina, el polen es empujado precisamente hacia el interior en jornadas soleadas y ventosas.

Pero como todas las temporadas, será el equilibrio entre las temperaturas, la humedad registrada y el régimen de lluvias el que expanda o frene la polinización. Por un lado, la lluvia sirve para limpiar la atmósfera y aliviar los síntomas, pero al mismo tiempo sirve a las plantas para alimentarse y prolongar su ciclo cuando la suceden jornadas soleadas. En días lluviosos, nublados y sin viento los síntomas son mínimos para el alérgico, porque el polen no se desplaza adecuadamente, a diferencia de los que tienen un clima caluroso, seco y ventoso. Según remarca Fernández, los “peores momentos” de la jornada se dan en las horas del amanecer y del atardecer. Hasta la fecha, la jornada más complicada de la primavera ha sido la del pasado jueves 4 de mayo, una jornada muy calurosa y seca en la que se contabilizaron 18 granos por metro cúbico en Gasteiz, una cifra todavía “llevadera”. Cuando se alcanzan o superan los 30, también en días esporádicos, los alérgicos sufren los síntomas con intensidad.

recorrido médico Según los datos aportados por Fernández, entre 40.000 y 60.000 alaveses son en la actualidad alérgicos al polen, una patología a la que muchos de ellos suman también otro tipo de alergias respiratorias o alimentarias, lo que tiende a empeorar los síntomas. Además, un 15% de los nuevos casos que se ven cada año por las consultas de Alergología del HUA se deben a su intolerancia al polen, especialmente al de las gramíneas. En el territorio les siguen en importancia el de las oleáceas -fresnos y olivos- y el del plátano de sombra.

Si una persona cree que sufre una de estas molestas alergias primaverales, Fernández recuerda que en primera instancia debe acudir al médico de cabecera para que le realice una primera valoración y, en función de ella, sea derivado o no al especialista, que estudiaría el caso y le daría el tratamiento más adecuado. Generalmente, el rango de edad de aparición “más frecuente” de las alergias al polen se encuentra “entre los cinco y los 20 años”. En función de la severidad de la alergia, el especialista decidirá si suministra la vacuna antialérgica, que es el tratamiento más eficaz contra esta patología. “Se vacuna a entre el 60 y el 70% de los alérgicos, que son los que presentan peores cuadros o a los que no se controla”, matiza el responsable de Alergología del HUA. Al margen de la inyección subcutánea, la más habitual y con mejor coste-beneficio, las posibilidades terapéuticas se completan con otra vacuna en comprimidos, indicada para la alergia a las gramíneas y los síntomas de rinoconjuntivitis, y la tradicional sublingual, que se administra con gotas.