gasteiz - La gran fuga del Fuerte de San Cristóbal, próximo a la vecina Pamplona, se precipitó el 22 de mayo de 1938, en plena Guerra Civil, y tuvo como consecuencia directa la ejecución de 206 de los 795 presos que monte a través trataban de huir de este infierno de piedra, uno de los penales más duros de la época. Un número destacado de presos alaveses y procedentes del penal de Gasteiz tuvieron un papel decisivo tanto en este plan de fuga como en dos intentos anteriores que Ezkieta documenta en su publicación, que es más “un nuevo libro” que una reedición del primer Los fugados del fuerte de Ezkaba, que salió a la luz hace cuatro años y agotó sus 1.000 ejemplares. El trabajo del autor navarro trata de arrojar un poco más de luz sobre este sangriento episodio aún desconocido por muchos y sale ahora a la calle con 600 copias, editado por Pamiela.
¿Qué novedades fundamentales trae su libro tras esta reedición?
-Más que una reedición, es un nuevo libro que llega cuatro años después de la primera publicación pero con el mismo título. Digo esto porque hay cambios sustanciales en el relato del antes, del durante y del después de esta fuga. Hablaría de dos elementos fundamentales: La existencia de unas fugas previas en el año 1936 que he logrado documentar y haber conocido qué fue de los 206 ejecutados en la huida. Además, he logrado hacer un gráfico en el que sitúo dónde está, aproximadamente, la mayoría de ellos.
Pese a ser uno de los acontecimientos más trágicos de toda la Guerra Civil, ¿la fuga de Ezkaba es todavía un capítulo desconocido?
-Si salimos hoy a la Plaza de la Virgen Blanca y preguntamos a cualquiera que pase por ahí por una gran fuga carcelaria, es bastante probable que la contestación vaya vinculada a esa película de Steve McQueen que todo el mundo conoce, La Gran Evasión. Es interesante fijarse en los números. Ahí, en el año 1944, se escaparon de un campo de Polonia 76 aviadores británicos, de los cuales fueron capturados la mayoría y Hitler mandó fusilar a 50, mientras que tres lograron llegar a Gran Bretaña. Pero es que en la puerta de nuestra casa, a 100 kilómetros de Vitoria, hubo otra evasión carcelaria en mayo de 1938 en la que se escaparon 795 presos, de los que 206 fueron ejecutados en los montes y 14 más fusilados en Pamplona como organizadores en el mes de agosto de ese año. Además, a mí me gusta recordar que entre los que fueron capturados hubo 36 que por las malas condiciones que había en el fuerte murieron allí entre los años 1938 y 1943. Son tres también los que lograron cruzar la frontera y hay sólidos indicios de que también lo consiguió un cuarto, al que dedico un capítulo del libro. Se ve con claridad que son cifras mucho más contundentes que las de ese episodio de la Segunda Guerra Mundial.
¿Y por qué viene más a la mente que lo que tocó tan cerca? Teniendo en cuenta además que fue la fuga más importante de todo el siglo.
-En mayo del 38, el New York Times dedicó tres reseñas a la fuga de Ezkaba, como hizo tanta prensa internacional en aquel momento. Es una sorpresa que hasta hace 20 años un episodio de esta entidad haya sido tan poco conocido. La explicación va vinculada a la dictadura y a la censura, pero también a ese pacto de silencio que se hace en la Transición por la que todos los capítulos referidos a la Guerra y el franquismo quedan bastante cerrados y silenciados. Precisamente, es en estos últimos 15 ó 20 años cuando al calor de todo lo que supone la memoria histórica empieza a cuestionarse dónde están esos 206. De lo que se trata, como decía el poeta Luis Rosales, es de iluminar las estancias hasta dejar la casa completamente encendida. A ello responde el interés del nuevo Gobierno de Navarra de dotar de financiación a estos procesos de exhumaciones, con el concurso técnico de Aranzadi y otras colaboraciones. Nunca me ha dejado de sorprender ese desconocimiento, porque hay un inmenso cementerio sin puertas y sin flores en los 50 kilómetros que separan Ezkaba de la frontera con Francia.
La Ley de Memoria Histórica y las exhumaciones impulsadas por Navarra han sido importantes, ¿pero no sigue habiendo muchos palos en las ruedas cuando trata de recorrerse este camino?
-Tanto el Gobierno central como el anterior que hubo en Navarra -en manos de UPN- lo que han tenido es una absoluta cerrazón a la hora de plantear este tema. Pero ya ha habido seis ayuntamientos vinculados a estos valles donde se ha tratado el tema y en los que la totalidad de los corporativos, por unanimidad, han dicho que está bien que se exhumen los cadáveres. Partidarios de unos grupos y de otros. Esto quiere decir que el conjunto de la sociedad navarra ha hecho un relato consensuado en el que le parece oportuno y razonable cerrar definitivamente esta herida que quedó de malas maneras.
En su libro revela que un grupo de presos procedente de la cárcel de Vitoria fue determinante en la gran fuga. ¿Qué papel desempeñaron?
-De entre los presos que preparan la evasión, hay como tres grupos. Uno castellano; un segundo integrado por vizcaínos que son capturados el 19 de julio tratando de frenar el avance de las tropas franquistas sobre Bizkaia, volando el puente de Baranbio, y enviados después a la cárcel de Vitoria; y un tercero, y esto es novedoso, compuesto por anarquistas alaveses y vizcaínos que jugaron un papel importante en el desarrollo de este plan. Sin embargo, la presencia de alaveses en el desarrollo de la vida del fuerte, particularmente anarquistas, no se quedó ahí, porque el colectivo anarquista organizó dos fugas fallidas en el verano del 36 que se saldaron con el fusilamiento de otros 25 presos del fuerte. Había un cierto comentario nebuloso sobre estos episodios que he logrado documentar mediante expedientes penitenciarios y un sumario, el 775/36. Hasta ahora, se había considerado que a los que habían matado eran presos comunes, pero lo que explico en el libro es que esto obedeció a esos dos intentos previos de fuga colectiva. De los 25, 13 eran de CNT y tres de ellos alaveses, concretamente de Vitoria y Maeztu. Quienes sobrevivieron, se sumaron después a los preparativos de la gran fuga del 38.
Con esta investigación y el impulso político que comentaba del Gobierno de Navarra, ¿confía en que se aceleren las exhumaciones?
-Sí. De momento, se han localizado los restos de 32 de los 206 presos fusilados en el monte, y creo que entre este año y el que viene podemos llegar a 50 o 60. Si le damos la vuelta, 80 años después de la fuga, vamos a seguir sin saber el paradero de tres cuartas partes de las personas que trataron de huir. Los testimonios se agotan y las dificultades son cada vez más manifiestas. Muchos eran niños cuando se produjeron los fusilamientos, pero han pasado ya casi 80 años.
En cualquier caso, sí parece claro que aún hay tiempo para hacer justicia y memoria con estas personas.
-Las palabras clave son verdad, justicia y reparación, y en eso trata de avanzar este libro. Hay también un protagonismo importante de las mujeres en una historia de varones, de guardias civiles, militares y presos. Una docena de mujeres nacionalistas, comunistas o anarquistas fueron detenidas después de la fuga porque los militares no podían creer que los fugados no habían contado con apoyos externos. Alguna de ellas, como María Adarraga, incluso estuvo presa 18 meses en la cárcel de Ondarreta.