En su último Pleno tras 17 años en el Ayuntamiento, Javier Maroto sólo intervino al final, cuando ya había acabado el debate de impuestos, para despedirse. Empezó con ese calibrado tono de voz que patentó siendo alcalde para recordar al chaval que entró en la Casa Consistorial de la mano de Alfonso Alonso, “a quien se lo debo todo”, que no tenía ni idea de la Hacienda local y que aprovechó el verano de 1999 para aprender “como el estudiante que lo deja todo para septiembre”, y que se dejó barba para que los empresarios le tomaran en serio. Sereno, evocó el viaje a Bruselas por la Green Capital, aquella señora sin recursos que le agradeció los trámites para reparar sus gafas rotas por un tropezón con una bolsa de rosquillas hechas por ella y el día en que se encontró a Alaska y Mario en la sala de Alcaldía en paños menores. Sonriente, destacó las tres enseñanzas principales que aprendió siendo alcalde: entenderse entre diferentes, creer en lo que se defiende y la importancia de hacer equipo. Y llegaron los agradecimientos, y se rompió.
“Sé que cuando nombras personas te olvidas de otras, pero... Quiero destacar a mi secretaria Carol, a...”. Calló, ahogado por la emoción. Las lágrimas asomaron en los ojos, esperó unos segundos, y entonces lo nombró a él, a Rafa Laza, el avispado creador de su perfil político, del Vitoria en el corazón. Volvió a tomar aire, recuperó la flema y, en un gesto de humildad, recordó a sus hasta ahora compañeros de grupo, que también el proyecto de los demás partidos “es Vitoria”, que ninguno acierta “al cien por cien”, ni siquiera el suyo, que hay que saber pactar. Y llegó a su última frase, llorando ya, sin disimular. “Además de mi familia, lo mejor que me ha pasado es ser alcalde de Vitoria”, dijo. Los ediles aplaudieron. Los periodistas también. Y así, sonoramente, se dio por terminada la sesión.
Hubo quienes entonces se acercaron a Maroto para arroparle. Algunos concejales, no obstante, habían querido aprovechar la oportunidad del Pleno para dedicarle públicamente unas palabras. Las más emotivas llegaron de Leticia Comerón, la nueva portavoz del PP. Se le quebró la voz varias veces, tuvo incluso que parar y al final lloró, en un discurso de absoluto agradecimiento y admiración. “Lo hemos aprendido de ti”. “Has sido nuestro referente”. “Nos enseñaste a hacer política con el corazón”. “Sé que vamos a poder seguir contando contigo”.
El toque de humor lo puso la oposición. Por EH Bildu habló Antxon Belakortu. Reconoció su amistad con una anécdota: aquel día laboral en que a las 4.30 horas se encontró en casa del popular tomando gintonics porque los bares estaban cerrados. “Espero que te vaya muy bien en lo personal, pero en lo político me resisto. Lo que sí te pido es que te lleves a Madrid los acuerdos que presumiste de sellar en Vitoria con Bildu”, apuntilló. También el portavoz de Podemos, Jorge Hinojal, le deseó “la mejor de las suertes” en lo personal, no así en su partido, que “está en las antípodas”. Y el socialista Peio López de Munain desató las risas con su honestidad brutal. “En la política ojalá te vaya fatal”.
Y así llegó el turno de Gorka Urtaran. Y optó por la elegancia. Reconoció que en los últimos años Maroto y él han tenido “desacuerdos que afectan a los principios humanos” (en alusión velada a la estrategia de los magrebíes) que han abierto “una brecha difícil de reconducir”. Sin embargo, según dijo, piensa “quedarse con lo bueno”. A fin de cuentas, ya se fue. Y con él, la tensión.