agurain - Siete días después, llegó el descanso. La localidad de Agurain regresa poco a poco a la normalidad tras una semana de intensas fiestas en honor a Nuestra Señora del Rosario. Con la celebración del último día de Ferias, los aguraindarras dieron por concluidos los festejos más importantes de su calendario y se despidieron hasta el próximo año. La traca final y el entierro de la sardina pusieron el broche de oro a la última jornada festiva en la que el buen ambiente que ha reinado en la villa durante la última semana volvió a brillar.
Por la mañana, el foco de atención se centró en la plaza Dulantzi de la localidad. Allí, los más pequeños pudieron disfrutar de lo lindo con los castillos hinchables, la bola gigante, el toro mecánico y las paletas. Esperando pacientemente su turno en la cola, blusas y neskas txikis dirigían la mirada hacia arriba para ver como sus amigos se deslizaban por el tobogán hinchable. Nahia subía una y otra vez con destreza por la escalera de goma para lanzarse sin miedo por la rampa. Abajo, su amatxo inmortalizaba el momento.
hinchables y danzas En el castillo de al lado, los más txikis se descalzaban para subirse al txiki tren, colarse por el agujero de la campaña o simplemente botar y botar sin descanso. “Ania, ponte las abarcas que nos vamos”, le decía una madre a su pequeña, que no paraba de dar brincos en uno de los tres castillos instalados en la plaza que, previamente, los empleados municipales de la limpieza habían limpiado tras la vorágine de la noche anterior. Andoni trataba de hacerse con las riendas del toro mecánico instalado en el centro de la plaza. Tras dos fuertes sacudidas, acabó en la colchoneta, todavía con la sonrisa en la cara. Mientras, la pequeña Ziortza trataba, sin mucho tino, de acertar con la raqueta a la bola del minitenis.
Uno de los actos del día que más éxito cosechó fue la exhibición de danzas de Jeiki Taldea en la plaza de Santa María. En los alrededores de la plaza no cabía un alfiler. Amigos, familiares y vecinos se volcaron, un año más, con las y los integrantes de Jeiki en un acto “ya tradicional en las fiestas de Agurain”, tal y como la atestiguaban los organizadores del evento. “Una cita ineludible con la cultura vasca”, según explicaban durante el acto.
Medio centenar de dantzaris pusieron la nota de color a la mañana dominical. Al ritmo de los txistus y el tambor, fueron interpretando diversos temas -algunos con más acierto que otros- y arrancando ovaciones por parte del público, que mostró su satisfacción por la organización de este multitudinario acto. Un fuerte aplauso de los congregados reconoció la labor de los dantzaris de Agurain, que dejaron claro que en el municipio también existe una buena cantera.
Sin tiempo para reponer fuerzas, los blusas fueron reuniéndose en sus lugares habituales. Unos en los bares de la localidad, otros en los txokos, pero todos ellos con el ánimo y las ganas suficientes para rendir al máximo a lo largo de la última jornada festiva. Una vez concluido el encuentro y sin apenas haberse recuperado de la noche anterior, aguraindarras y visitantes iniciaron el tradicional poteo por las calles de la localidad acompañados por grupos de espontáneos que cantaban y bailaban en la calle a ritmo de la música de las tabernas.
La plaza de Santa María acogió, un año más, la comida popular del último domingo, que estuvo amenizada por música vasca. Por la tarde, la animación callejera y los diferentes actos centraron la atención de unos fatigados aguraindarras que ya únicamente deseaban descansar de tanto trajín festivo. La quema de la traca y el entierro de la sardina pusieron punto y final a los festejos patronales, para los que ya ha comenzado una nueva cuenta atrás.