vitoria - Lorena Barroso y Elena Arteagoitia, integrantes del colectivo gasteiztarra Solidariak Martxan, encaran la recta final de su primera semana de estancia en Serbia ayudando a los centenares de refugiados atrapados allí en su huida hacia la Europa comunitaria. Las dos cooperantes se encuentran alojadas en Subótica, una localidad de unos 150.000 habitantes situada a 14 kilómetros de la frontera con Hungría, y colaboran con un grupo de voluntarios independientes que lleva operando en este lugar desde hace cerca de un mes y medio. Este domingo se unirán a la expedición Sara Sampedro y Gorka Leza, que han retrasado su viaje a tierras balcánicas.
El cometido fundamental de las cooperantes alavesas está siendo estos días proporcionar alimentos a las personas desplazadas que se encuentran en tres localizaciones concretas, un campo oficial ubicado a unos tres kilómetros de Subótica, y también en los asentamientos de Horgos y Kelebija, pegados a la frontera. “Absolutamente nadie” puede acceder a ellos oficialmente, según advierte Arteagoitia, por lo que el reparto se realiza en puntos cercanos a los campos. El de Subótica, por ejemplo, se encuentra a unos 30 ó 40 minutos andando desde la ciudad, por lo que “no todo el mundo puede venir a recoger la comida”. Cerca de 150 personas recorren a diario el camino hasta la estación de buses de Subótica, el lugar de encuentro de los voluntarios con los refugiados.
Las dos primeras integrantes del grupo, cuyo proyecto dio a conocer DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA hace un par de semanas, aterrizaron en Belgrado el sábado 6. Durante sus primeras horas en el país, Elena y Lorena rastrearon los parques del centro de la capital, donde según les habían dicho había bastantes personas refugiadas. “Comprobamos que así era. Casualmente, el Gobierno local había decidido en pleno agosto acometer obras de jardinería y había levantado toda la hierba... Así que todas esas personas duermen ahora donde buenamente pueden y les dejan. Hay un par de organizaciones trabajando allí dándoles alimentos, pero desde el punto de vista higiénico la cosa deja mucho que desear; no hay duchas ni baños, unas condiciones bastante penosas”, describen.
El trabajo oficial de Solidariak Martxan en Subótica arrancó el lunes, donde al margen de los voluntarios independientes, de nacionalidades tan variopintas como Polonia, Portugal, República Checa, Luxemburgo o Estados Unidos, están colaborando Cruz Roja Serbia y Médicos sin Fronteras. Las ONG entregan todos los días a los refugiados una lata de atún, carne enlatada y un pan para comer y cenar, al tiempo que el Gobierno serbio “no da absolutamente nada”. Elena, Lorena y el resto de voluntarios, entretanto, proporcionan a los refugiados alimentos “lo más sanos y saludables posible desde el punto de vista nutricional”, como vegetales, fruta, pasta o arroz, así como los materiales necesarios para prepararlos, como sartenes, aceite o sal. “De este modo, ellos mismos cocinan su propia comida y además pasan también algo de ese tiempo que tanto les sobra”, razona la cooperante gasteiztarra.
El grupo guarda los alimentos en un almacén, que es donde también prepara las bolsas que luego se reparten. El alquiler del local y la comida son pagados exclusivamente con dinero de donaciones particulares, como el que Solidariak Martxan ha recaudado en las últimas semanas con distintas iniciativas como la fiesta celebrada en La Monstrenka el 29 de julio. El grupo reunió finalmente 5.030 euros, pero estos días sigue recogiendo aportaciones en el número de cuenta ES85 1465 0100 9320 2603 6917.
Cerca de 1.600 personas se encuentran en la actualidad esperando poder alcanzar el sueño europeo en los asentamientos serbios cercanos a la frontera con Hungría. El país magiar permite el paso de 15 personas diarias, pero cada día llegan muchas más, “por lo que la gente, la frustración y la desesperación se van acumulando”. Según describe Elena, “algunos no aguantan más la espera y recurren a traficantes de personas para cruzar de manera ilegal”, por lo que se están denunciando también casos de desapariciones. El grupo, al mismo tiempo, está distribuyendo ropa entre los refugiados, pero lamentablemente “no hay suficientes manos y la comida y el agua son prioritarios”.
Dada la distancia entre los asentamientos y los puntos de entrega de alimentos y el “sofocante” calor, son principalmente hombres los que acuden al reparto diario, aunque también hay mujeres que, en muchos casos portando a sus bebés en brazos, hacen el camino, describe Elena. Es el caso de Hana, una mujer iraquí que ha visto como Daesh asesinaba a gran parte de su familia, entre ellos a dos de sus cinco hijos pequeños, y que ha decidido emprender el arriesgado trayecto a Alemania junto con su marido. Tras pasar por Turquía, Grecia, Bulgaria y Serbia, Hana aguarda ahora en la frontera con Hungría a la espera de que ella y su ahora reducida familia estén entre los 15 afortunados que consiguen al día permiso para cruzar a Hungría. “Algunos llevan ya varios meses esperando”, insiste la integrante de Solidariak Martxan.
trabas Lamentablemente, no todo están siendo facilidades para el grupo, que se está encontrando “muchos problemas” con la Policía serbia y también con algunos vecinos que “no quieren” que vayan allí a ayudar. La imposibilidad de acercarse a los asentamientos es un buen ejemplo de ello, y Elena y Lorena vivieron en sus propias carnes este mismo martes un desagradable incidente cuando trataron de acercarse a Horgos. “Es donde más problemas estamos teniendo”, asegura la cooperante gasteiztarra. Pese a contar en un principio con el permiso de la Policía, finalmente fueron telefoneadas desde comisaría para comunicarles que “ni lo intentáramos”. Pero lo hicieron por su cuenta. Al llegar a las cercanías en furgoneta y comenzar a repartir alimentos entre los refugiados “lo más rápido posible”, fueron increpadas por algunas personas locales y tuvieron que salir “corriendo” en el vehículo al ser avisadas de que “venía la Policía”. - DNA / Fotos: Solidariak Martxan