las fiestas de La Blanca guardan espacios para todos los públicos. Ya sean niños, jóvenes o mayores, diurnos o noctámbulos, autóctonos o foráneos, agnósticos o devotos, todo el que esté disfrutando de los días grandes de Gasteiz puede encontrar su particular momento de diversión o recogimiento a cualquier hora del día y sin mayores complicaciones. Ayer, día de la Virgen Blanca, el día grande de todos estos días grandes, también hubo tiempo para todo, pero las tradiciones de siempre, las que han hecho fiesta a estas fiestas desde finales del siglo XIX, coparon casi todo el protagonismo. Y además, sin contratiempos climatológicos, como los que el jueves obligaron a suspender la tradicional procesión nocturna de los faroles. Aunque la lluvia apareció tras la explosión festiva con menor intensidad de la que marcaban las previsiones, las estructuras de vidrio y madera no salieron a la calle muchísimos años después para evitar posibles deterioros.

El día amaneció ayer fresco pero, para alegría de muchos, sin lluvia, sin ese peligro de que los actos festivos quedasen empañados. Y como cualquier 5 de agosto en Vitoria, los últimos amantes de la noche, ya de madrugada, seguían buscando un garito más donde refrescar la garganta, sorteando las máquinas limpiadoras y mezclándose con la multitud que, puntual, acudía a su cita con uno de los actos más esperados de las fiestas, la procesión del Rosario de la Aurora. El reloj marcaba las 7.00 horas y, de nuevo, las calles de la ciudad recuperaban el trasiego de sólo unas horas antes, salpicadas ya por los primeros blusas y neskas. Un trasiego silencioso, como mandan los cánones, apenas roto por los rezos y los susurros de los miles de presentes, mayores y no tanto, religiosos y algunos no tanto.

La comitiva partió desde la plaza de la Virgen Blanca, un escenario radicalmente transformado respecto al que sirvió para prender la mecha festiva el jueves, enfiló la calle Zapatería y recorrió las principales arterias del Casco Viejo para volver hasta el mismo punto de inicio. Fue el primer Rosario de la Aurora del nuevo obispo de Gasteiz, Juan Carlos Elizalde, que se mostró muy cercano con los asistentes, repartió gestos de cariño y tampoco dudó en fotografiarse con algunos de ellos, una imagen poco habitual en su predecesor en el cargo.

La plaza, abarrotada una vez más, se preparó entonces para escuchar la Misa de la Aurora, el ritual que sirve como colofón al Rosario y que como todos los años arrancó al filo de las 8.00 horas, cuando la serpiente humana que dibujaba la procesión se convirtió en una improvisada iglesia al aire libre. Primera misa también de Elizalde, arropado por otros miembros de la diócesis de Gasteiz y por el abad de la Cofradía de la Virgen Blanca, Ricardo Sáez de Heredia, que dio paso a otro de los actos más emotivos de todas las fiestas. El que sirvió, además, como pistoletazo de salida para las 26 cuadrillas de blusas y neskas con las que a día de hoy cuenta la capital alavesa, tras la reciente incorporación de Bihurriak: la ofrenda floral a la patrona y los aurreskus de honor frente a la hornacina de la iglesia de San Miguel.

El sol, aún tímidamente instalado en el cielo, saludó a los diferentes colectivos, cuyos integrantes ofrecieron flores a la Virgen tras acceder a la balconada y, uno por uno, bailaron la danza tradicional vasca en honor a la Virgen Blanca. Aplausos, sonrisas, mucha emoción y alguna que otra lágrima al recordar a los que ya no están. Pocos actos festivos dan un vuelco similar al corazón y a los estómagos como éste, incluso a los más mayores del lugar. Por allí se dejó ver también el Celedón txiki de este año, Xabier Santamaría, que fue agasajado por su cuadrilla.

Simultáneamente, en la cercana Plaza Nueva, el recogimiento de los primeros actos religiosos de la mañana dio paso por fin a los sones festivos de la mano de las dianas y el pasacalles protagonizado por la Banda Municipal de Música, la Banda Municipal de Txistularis, la Banda de Txistularis de la Diputación Foral de Álava, la fanfarre Gesaltza, los gaiteros y los txistularis. Unas fiestas de lo más especiales para la Banda Municipal, que acaba de cumplir 100 años de vida y, como cabía esperar, fue aplaudida a rabiar por los cada vez más numerosos asistentes. La mañana avanzó al ritmo de los clásicos y para muchos llegó la hora de tomar un agradecido almuerzo, chocolate con churros, huevos con jamón y un sinfín de delicias gastronómicas para reponer fuerzas. El depósito de gasolina aún estaba lleno para la mayoría, pero la jornada grande de La Blanca no había hecho más que empezar.

gigantes... y zortziko Tras la ofrenda floral y los aurreskus en honor a la patrona, la hornacina de San Miguel lució ya sus mejores galas. Dentro del templo, mientras tanto, llegó el turno de la tercera ceremonia religiosa de la mañana tras el Rosario y la misa de la Aurora, una misa pontifical de nuevo abarrotada de fieles y también de autoridades políticas. Entre ellas, el alcalde de la ciudad, Gorka Urtaran, y el diputado general de Álava, Ramiro González, acompañados por numerosos cargos institucionales.

La fiesta, con todo, ya se había adueñado de las calles. Y los gasteiztarras y no pocos visitantes que aprovechando el fin de semana se han acercado a la ciudad tomaron todos los espacios donde el programa festivo hizo escala. Empezando por la plaza General Loma, que acogerá durante todas las fiestas la Feria de Gastronomía y Artesanía Popular, siguiendo por la bolera de la plaza de Los Fueros, que acogió una exhibición de bolo alavés, o por el parque del Prado, escenario del Espacio Aventura para los más jóvenes.

Al tiempo que las bolas comenzaban a rodar sobre la tabla de Los Fueros como aperitivo al Torneo Virgen Blanca de Herri Kirolak, otros protagonistas de excepción de La Blanca, los gigantes, los cabezudos, los caballos y las sotas, tomaron también las calles del centro de la ciudad para regocijo, también, de los más txikis de la casa. La comparsa partió desde San Prudencio, muy cerca de donde se encuentra el hogar de estos pintorescos personajes, y recorrió unas vías principales cada vez más animadas como Dato, Postas o Lehendakari Agirre, antes de llegar a las escaleras de San Miguel, donde los gigantes interpretaron un animado baile.

La comitiva enfiló la Virgen Blanca para volver a adentrarse en las calles del ensanche gasteiztarra mientras, otra vez en la Plaza Nueva, arrancó un acto festivo cada vez más apreciado y seguido por los vecinos de la ciudad, el Gasteizko Zortzikoa, interpretado por dantzaris locales y la Banda Municipal de Txistularis y al que se sumó, entre otros representantes municipales, la portavoz de EH Bildu, Miren Larrion. A esta -también- multitudinaria cita, presidida de nuevo por el alcalde y numerosos miembros de la corporación vitoriana, siguió una kalejira interpretada por los trikitilaris de la Academia Municipal de Folklore con destino a la plaza del Machete, punto de encuentro para la cultura euskaldun durante La Blanca.

Tras un corto descanso para comer y volver a reponer fuerzas, Gasteiz se vistió de nuevo con sus mejores galas para acoger el primer paseíllo de las cuadrillas de blusas y neskas rumbo al Iradier Arena y, poco a poco, el desenfreno regresó a las calles de la capital. Es lo que tiene La Blanca, donde la Gasteiz más tradicional y religiosa se da la mano con la más transgresora y juerguista sin solución de continuidad. El paseíllo volvió desde la plaza, las fanfarres se adueñaron de nuevo de numerosos rincones del centro y el Casco Viejo de la ciudad, los espectáculos musicales siguieron amenizando al personal y de nuevo cayó la noche, la segunda de la Blanca. Y la rueda festiva siguió girando. - DNA / Fotos: DNA/J. Muñoz/J.R.Gómez