Vitoria - Antes de que se inventara la palabra postureo, ya existía en la balconada de San Miguel. Es inevitable, incluso ahora que el Ayuntamiento sortea entradas para que la gente de a pie, doscientas personas este año, pueda disfrutar del inicio de las fiestas desde esa vista brutal. Y también hay exogamia. A puñados. Los VIP, principalmente representantes institucionales, se entremezclan sin que les importe por un día el qué dirán, entre ellos, con periodistas, invitados y txupineros, para regalar grandes momentos. De ésos que desatan el resorte de los fotógrafos, como cuando un distraído Iñaki García Calvo, concejal del PP, es atrapado por miembros de EH Bildu, la edil Ane Aristi entre otros, y se ve posando con el grupo mientras, con mucha sorna, ellos gritan independentzia. Y él, no sin dejar de sonreír, marcha hacia su cuadrilla de amigos, vestidos de impecable camisa blanca y pañuelo rojo, en homenaje a la bandera de Vitoria.

No son los únicos. Todo el PP parece haberse puesto de acuerdo con la vestimenta. Así van, por ejemplo, los concejales Manu Uriarte, Ainhoa Domaica y un feliz Miguel Garnica, el exdiputado general Javier de Andrés o su tocayo Maroto. Estos dos últimos, además, lucen una pegatina del Ararteko que se ha repartido en la escalinata y que reza Ez, ezetz da. Jaia errespetuz bizi. El otrora alcalde se lleva la mano al pecho para resaltar el mensaje, sin separarse del cigarrillo -sólo fuma en días especiales-, mientras, muy cerca, el actual primer edil saluda a todo el mundo con un neutral polo oscuro. Gorka Urtaran se pasea con discreción por la balconada hasta situarse en la zona de los txupineros, donde le esperan la alero del Araski Cristina Molinuevo, el presidente del Gazte Rugby Club, Moisés San Mateo, la portavoz de EH Bildu, Miren Larrion y la concejal de Cultura, Estíbaliz Canto, que lucen la camiseta rojo chillón diseñada para los lanzadores del cohete de este año. Muy cerca están Andoni Txasko y compañeros de la Asociación 3 de marzo, con lemas reivindicativos.

Ya sólo queda media hora para que el aldeano de Zalduondo descienda del cable y hay quienes se preguntan dónde está Alfonso Alonso, sin saber aún que no aparecerá. Sí ha venido la candidata a lehendakari por Podemos, Pili Zabala. Sonríe algo abrumada por la novedad, acompañada por su anfitrión, el portavoz de la formación morada en Vitoria, Jorge Hinojal. También están el secretario de Política en Euskadi, el diputado Eduardo Maura, y el secretario general del partido en Gasteiz, Fernando Iglesias. Posan por aquí y por allá, en un momento dado con integrantes del PSE en Álava, miembros del gobierno foral como Cristina González y Josu López Ubierna. Al poco aterriza en el lugar Andoni Ortuzar, presidente del PNV, y durante alrededor de veinte minutos no suelta a Zabala. Se les ve hablar distendidamente.

También Ramiro González, diputado general de Álava, aparece en escena, radiante. Saluda a los suyos, como la edil Nerea Melgosa y el concejal Iñaki Prusilla, y a ajenos, que se preguntan si el cielo aguantará. Las predicciones meteorológicas habían anunciado agua por la tarde, pero el calor es más denso de lo que cabía esperar. “He hecho un sacrificio a Zeus”, bromea Canto. Al concejal abertzale Antxon Belakortu, exjugador de rugby, por cierto, la amenaza parece importarle poco. En realidad, nadie demuestra preocupación. Todo el mundo está más o menos contento, ya sea por la felicidad de una buena sobremesa o por la adrenalina del momento. Satisfacción que transmite desde el delegado del Gobierno en el País Vasco, Carlos Urquijo, hasta el obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, con su perpetua sonrisa.

Y así, de pronto, llega el momento más esperado. Y empieza a chispear. Pero sólo eso. Suena la música y buena parte de los asistentes de la balconada empieza a botar, como cuando Rajoy lo hace en Génova pero con más salero. Los que están en primera fila son los que más ganas le echan, pero también en planos posteriores hay quienes se apuntan a saltar sin miramientos. Parece que las latas de cerveza que integrantes de EH Bildu han conseguido colar en la balconada, tras una ardua negociación con la Policía Local, y repartido entre gente de toda condición han surtido efecto. La alegría de la plaza sube hasta arriba y viceversa, en una brutal comunión de emociones, mientras vuelan partículas de ceniza por todas partes.

Parece que la tradición del puro está volviendo. Y Blanca Guinea, directora de Alcaldía, cruza los dedos para que la del vidrio desaparezca mientras observa la aparición de los camiones de FCC en la plaza. “Se trata de tomar medidas”, adelanta, sin ponerse demasiado seria, que ya son fiestas. - DNA / Foto: Jorge Muñoz