Vitoria - Gasteiztarra, escritora y periodista, mujer, euskaldun, abanderada de la interculturalidad y protagonista de las fiestas. Karmele Jaio, colaboradora habitual de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, tomó ayer el escenario de la Plaza Nueva para pregonar ante la multitud que Vitoria tiene que ser una ciudad plural en la que saber convivir en la diferencia; reivindicar el papel protagonista y la voz de las mujeres tanto dentro como fuera de la fiesta; el uso del euskera en la ciudad, cada uno en su medida, y la cultura. Y lo hizo con un texto de pluma fácil, pero profunda. Horas antes de subir al escenario confesaba que tenía un punto de nerviosismo ante un espacio de aforo abierto al que cada año se acercan muchos vitorianos como antesala de la bajada de Celedón. Nerviosismo que, una vez ante el micro, perdió protagonismo en pro de un discurso largamente aplaudido.
“Un honor estar hoy aquí. En mi pueblo”. Y es que, delate de los suyos es donde Karmele destacó la importancia de celebrar, como bien le decía su abuela, porque “un pueblo que canta, un pueblo que baila y un pueblo que celebra sus fiestas es un pueblo que está vivo; pero también un pueblo sabio”. Un grito con el que, precisamente la hija de un cantante, subraya la importancia de las fiestas como elemento de cohesión social, ya que “construyen una especie de orgullo colectivo de pueblo y nos ayudan a sentirnos parte de una comunidad (...) a todos los que habitan, viven y construyen en Vitoria, independientemente del lugar de procedencia”.
“Nire lana idaztea da”. Y los escritores siempre comienzan su novela con una hoja en blanco. La historia de las ciudad también. Por eso, echando la vista atrás, no mucho, apenas cuarenta o cincuenta años, Karmele ve que Gasteiz ya era entonces una ciudad abierta y acogedora para todos los que en la época de la industrialización llegaron para trabajar y se convirtieron en gasteiztarras. “Me gustaría pensar en esta ciudad como en un texto sobre el que se escribe (...) Y hoy volvemos a estar sobre una página en blanco. Y en nuestra mano está seguir escribiendo la historia de una ciudad abierta, diversa, amable, plural y solidaria. Y, sinceramente, espero que uno de los capítulos que escribamos con éxito sea el de la convivencia”.
Emocionada, Karmele pasa página e inicia otro de los capítulos de su guión. En este caso para ensalzar el euskera, un idioma ya protagonista antes de que ella naciera y que seguirá siéndolo cuando ella, cuando todos nosotros hayamos muerto. Pero para ello hay que hablarlo. También en fiestas. “Euskara bizitzen mantentzea lortu duen jende kate luze bat (...) Eta euskara gozatu eta erabili nahi dutenak. Baita jaietan ere. Gero eta gehiago gara kate luze honetan”.
Consciente de que su voz sobre el escenario respondía ayer a la suma de muchas otras voces, la escritora se lanza a leer el tercero de los capítulos de su pregonada novela, el dedicado a las mujeres. A todas. A las importantes por su papel en la historia y a las anónimas. A las que con su aportación y coraje han posibilitado la educación e independencia económica de la mujer y a las que, a pesar de haber trabajado a destajo durante toda su vida, nunca se les ha reconocido debidamente su aportación a la sociedad ni se les ha permitido ocupar el lugar que realmente se merecen. Así, recordando a Emma Goldman, Karmele cierra capítulo recordando aquello de “si no puedo bailar, si no podemos bailar todas, ésta no es nuestra fiesta. Y queremos que sea nuestra fiesta y que la podamos disfrutar en libertad. No queremos ser ni adornos ni objetos para la diversión de nadie ni víctimas. Queremos ser protagonistas”. Aplausos y siguiente capítulo.
La cultura. Una de las pocas ataduras que es necesario tener porque la ignorancia es, quizá, uno de los peores enemigos de una sociedad -recalca Karmele- No podemos ser libres sin conocimiento, sin cultura. Y más en una sociedad como la actual, dominada por la dictadura del beneficio inmediato y práctico; globalizada y cada vez más uniformada, en lugar de por otros valores que generan riqueza a largo plazo: “Y la cultura es uno de esos grandes valores. Cultura para ser libres. Para tener criterio. Para no dejarnos manipular por los discursos del miedo. Para salir de la hipnosis”. Y es ahí donde la cultura de cada país, sus tradiciones, su historia, su legua, su manera de ver la vida, de celebrar las fiestas cobra, sin duda, un papel protagonista porque son parte del ser. “Es fácil quitarte lo que tienes, pero no es tan fácil hacer desaparecer de un plumazo lo que eres”, apunta la autora de Hamabost zauri, entre otros libros. “Me gusta pensar en esta ciudad como un texto sobre el que se escribe”. Ovación y que suene la música. Y es que, a Karmele no sólo le tocó ayer el papel de pregonera de las fiestas de Vitoria. También hizo de telonera, como epílogo a esta novela de mimada prosa con la que llama a la fiesta. Telonera de la Banda Municipal de Música que, en su centenario, cerró el pregón con un concierto de variado repertorio. Tras el txupinazo habrá más. Que vi, que vi, que viva Vitoria... “Una ciudad con latido. Una ciudad que siente. Una ciudad viva. Beraz, Gora bihotzak. Eta Gora Gasteiz”. - DNA