vitoria - De la noche a la mañana, sin haber cometido ni una sola infracción de tráfico, Arantza se quedó sin puntos en el carné. ¿Magia? Magia negra en todo caso, ya que cuando acudió a la Policía en busca de explicaciones se vio atrapada en una maraña legal de la cual todavía no ha podido salir. Está pagando las multas acumuladas por otra persona, por un exjefe suyo, según denuncia. Tal y como ha denunciado ante los juzgados, a pesar de llevar muchos años sin mantener ningún tipo de relación ni personal ni laboral con ella, cuando le notificaron las multas aseguró que Arantza era la persona que conducía los vehículos. ¿La explicación dada ante la juez? Que aunque ya no trabajaba para él, ambos siguen en contacto y que cuando ella le pide el coche, él se lo deja. “Todo es absolutamente mentira, ni nos tratamos, ni nos llevamos bien ni jamás le he pedido prestado el coche”, asegura totalmente indignada. Incluso muestra las fotos tomadas por el radar en las que queda bien claro que es un hombre y no ella la persona que conduce, pero el desarrollo de los acontecimientos ha resultado tan caótico que no le ha quedado más remedio que apechugar con seis meses de retirada de carné, con el pago de 400 euros por un curso de recuperación de puntos en la autoescuela, con el abono de las tasas correspondientes y el coste del examen al que, por cierto, deberá someterse el próximo día 27. Y si no aprueba, tendrá que pagar otros 125 euros para revalidar su derecho a presentarse a la prueba. “Y todo eso sin haber cometido ni una sola infracción”, denuncia.
La carrera por el laberinto legal de Arantza dio comienzo en octubre de 2014. Le llegó la notificación de una multa y aquello le sonó a chino. Ni había conducido el día de la presunta infracción ni el modelo de coche coincidía con el suyo. Convencida de que se había producido algún error, se dirigió a la comisaría de la Policía Local. Y allí comenzó a torcerse todo.
Al comprobar la matrícula del vehículo, los agentes le indicaron que estaba a nombre de una persona que resultó ser un exjefe suyo. “Trabajé para él durante un año en una empresa allá por el año 2006 y desde entonces no había vuelto a tener contacto con él. Desde 2009 trabajo en un bar y ya casi ni me acordaba de su nombre”, explica.
La sorpresa fue en aumento. No había una sola multa. Había cinco, vinculadas a dos turismos diferentes -un Golf y un Mercedes B modelo CLS cuyo titular resultó ser el hijo del dueño de la empresa en cuestión-, y en todas ellas, según relata Arantza, se había facilitado su información personal e indicado que la conductora era ella. “Cuando pregunto cómo me han identificado me dicen que él ha puesto mis datos”.
El resultado de la acumulación de infracciones arrojó un saldo de cero puntos en su carné. Y como habían pasado bastantes meses desde la comisión de las faltas, no podía recurrir más que dos de ellas. El resto, las más graves y relacionadas con excesos de velocidad, se quedaban en su casillero. En resumen, se acababa de quedar sin permiso de conducir y si quería recuperarlo, la ley le condenaba a permanecer sin carné durante seis meses y a completar el preceptivo curso de recuperación de puntos.
usurpación de identidad Convencida de que las pruebas estaban de su lado y de que la justicia acabaría dándole la razón, recurrió a un abogado y presentó una denuncia penal en los juzgados por usurpación de identidad y falsificación de datos. Para disponer de pruebas que acreditaran que no era ella la persona que conducía los vehículos, solicitó las fotografías que toman los radares en el momento de la falta y que se adjuntan a los expedientes. En ellas se veía claramente que era un hombre y no ella la que estaba al volante. Si el periodo de alegaciones no hubiera expirado podría haber realizado gestiones ante la Policía Local gracias a esas imágenes, pero ya era demasiado tarde y el asunto se encontraba en manos del juez.
Durante el juicio que se celebró a continuación, el acusado declaró que Arantza y él mantenían una relación “cordial”, que ocasionalmente ella le pedía el coche de la empresa y que él se lo dejaba. Además, aseguró que él no dijo en ningún momento que ella fuera la conductora del vehículo, sino que “son los administrativos de la empresa los que se encargan de gestionar los temas de las multas” y que “desconoce si ellos han comunicado a Tráfico que la conductora habitual era ella”. Cuando le mostraron las fotografías de los radares, dijo no reconocerse en ellas ni tampoco a la mujer que ocupaba el asiento del copiloto -su esposa, según Arantza-. Facilitó una lista de empleados que hacían uso del vehículo y todos ellos declararon en el juicio no haber hecho uso en esos días del coche en cuestión. Aunque gracias a las imágenes quedó claro que Arantza no era la conductora, durante la vista no se pudo determinar la identidad de la persona o personas que usurparon su identidad, por lo que la juez dictó el archivo de la causa, que ya se ha recurrido.
En una semana, Arantza se presenta al examen y confía en recuperar el carné para conducir su coche. El de su propiedad. El que ha conducido siempre. Lo único que le preocupa es que este episodio vuelva a repetirse. “¿Por qué tengo yo que demostrar que no conducía un coche que ni siquiera es mío cuando hay fotografías que señalan que yo no era la conductora? Y, visto lo que ha sucedido, ¿qué le impide a este señor seguir dando mis datos cada vez que le pongan una multa?”, se pregunta. - DNA