Baños de Ebro celebró ayer la Tercera Jornada de Apertura de Calados, una oportunidad de oro para descubrir las centenarias instalaciones y degustar los extraordinarios vinos que se elaboran en la localidad. Además, la fiest, organizada conjuntamente por las bodegas del pueblo y el Ayuntamiento, sirvió también para la presentación del mapa turístico y bodeguero de Baños, un completo documento que facilita a los visitantes un mejor conocimiento de los valores de este sabroso e histórico lugar.
El alcalde de la localidad, Borja Monge, explicó que el objetivo de la iniciativa es dar vida vida y poner en valor el barrio de las bodegas antiguas, “un barrio donde creemos que está la esencia del municipio, donde nuestros abuelos y antepasados elaboraban sus vinos”. El recorrido por la zona mezcló las nuevas tecnologías con las bodegas más modernas, con numerosos stands donde todo el mundo pudo degustar el vino “que ha dado tanta categoría a Baños de Ebro”.
La jornada tuvo como novedad la presentación del mapa turístico de la localidad. Un folleto pequeño, para llevar en el bolsillo pero enorme al desplegarlo con mucha información clara y fácilmente visible. “Creemos que las bodegas son la principal atracción para quienes nos visitan, pero también queremos enseñar el importante patrimonio que tenemos, tanto cultural como natural”, explicó el primer edil.
La fiesta comenzó a las once de la mañana con el primero de los recorridos del Racimotren, que fue llevando visitantes por las diferentes bodegas de la localidad. Para los más pequeños, con el fin de tenerlos entretenidos, se instalaron en un cómodo espacio unos juegos de hinchables. A las doce del mediodía, ya con la presencia del diputado de Agricultura, Eduardo Aginaco, se procedió a la inauguración de la jornada de calados abiertos. También arrancó la venta de copas y la elaboración de raciones de rancho a la vista de todos.
Evidentemente, además de las degustaciones de vino, lo más llamativo fue bajar a los calados. Cada uno diferente, pero todos con los denominadores comunes del frescor, en contraste con las temperaturas de la calle, los angostos pasillos y escaleras y la llegada a las salas de botelleros, lagares o simples merenderos, todos ellos con un toque de magia especial: la que tienen las obras realizadas por las personas en el subsuelo.
Estas cuevas forman parte de la tradición que se ha tenido siempre en Baños de Ebro con la cultura del vino porque, como apuntó un vecino, “si el vino se conserva con temperaturas frías no hay otra mejor que la de los calados”. Como tantas cosas que forman parte de la identidad de los pueblos con raíces, la gran mayoría no tiene guardados documentos de la época en la que se construyeron en su formato actual. Sólo quedan recuerdos y comentarios de lo que se hizo en la época de la primera o segunda República española, “aunque ya entonces estaban hechos la mayoría de los calados”.
Una de las cosas que más llaman siempre la atención de quienes descienden a conocer los calados son los pasillos que parecen comunicar las diferentes bodegas que hay en este lado de Baños de Ebro. Y es que se cuenta que hubo una reunión vecinal en la antigüedad y se estableció que la bodega tenía que estar aparte de la vivienda. Por eso mismo hay un río de separación entre lo que era la vivienda y la bodega. “Más que nada, para que todos los carbónicos que propagan la crianza del vino no afectasen al ser humano”, apuntó otro residente.
La pasión y cariño con los que hablan los vecinos de Baños de Ebro no son más que una manifestación de lo vinculados que se sienten con el lugar donde nacieron y donde saben que pueden construir su futuro porque es una tierra, una comarca, Rioja Alavesa, “donde tenemos una de las mejores materias primas, nuestras uvas, y con un poco de esmero se pueden hacer unos vinos muy buenos para competir con cualquier Denominación del mundo. Simplemente hay que poner empeño, ganas y sobre todo, tiempo”, según dijo un joven bodeguero.
Para Monge, “la gracia y la idiosincrasia de nuestros vinos nace de compaginar la tradición de nuestros antepasados, que nos han enseñado mucho de cómo elaborar vino, cómo hacer buenos vinos, con la innovación y las nuevas bodegas”. “Hoy se hacen grandes vinos, mucho mejores que los que se hacían antes, pero no olvidamos que eso nació de nuestros abuelos”, subrayó.
La mañana transcurrió con el barrio de las bodegas lleno de gente que disfrutó del vino, la fiesta y los encuentros con amigos hasta que a las dos y media de la tarde de la tarde, y al amor de una generosa sombra, se realizó una comida popular. Por la tarde la fiesta continuó con una disco móvil y con un pintxo preparado por la asociación juvenil Ibaiondo.