el reloj se aproxima a las 17.00 horas y, como sucede todos los días, los pasillos del centro cívico El Pilar se ven tomados por un nutrido e inquieto grupo de chavales de entre seis y doce años. Uno de ellos realiza una acrobacia casi imposible en el suelo con la cabeza como único punto de apoyo, otro corretea por una sala de lectura cercana, una tercera pregunta, curiosa, para qué sirve esa cámara de fotos tan grande... Tras finalizar su jornada lectiva, todos han acudido a El Pilar cargados de deberes, pero también de energía y de ganas de encontrarse con sus compañeros, y apenas unos minutos después entran al txoko de estudio habilitado en el centro para cumplir con su rutina. Son sólo unos pocos de los cerca de 700 niños que durante este curso han tomado o siguen tomando parte en el Programa de Lucha contra la Pobreza Infantil impulsado en Gasteiz por Save the Children, un espacio de apoyo educativo, de ocio y tiempo libre y de ayuda a la integración que prioriza a los chavales procedentes de familias con escasos recursos económicos y, por tanto, más vulnerables.

El proyecto nació hace casi una década en el Casco Viejo cuando el Ayuntamiento, a través de su Programa de Educación de Calle, identificó a cuatro jóvenes alumnas extranjeras del colegio Ramón Bajo con importantes problemas de aprendizaje en euskera. Ahí comenzó una estrecha colaboración con Save the Children, que se ha extendido hasta ahora. La bola creció y el programa se extendió el curso siguiente hasta el centro cívico Aldabe, hasta el punto de que llegó a acoger a 100 alumnos, con dos sesiones a la semana, los martes y jueves.

El programa se amplió después a todos los días y, gracias a su éxito y creciente acogida, llegó también a El Pilar a comienzos de esta década. “Había dudas, pero ahora se ha visto que hay incluso más afluencia de niños aquí que en Aldabe. Ha tenido una gran acogida entre la gente del barrio”, celebra Eva Silván, responsable de Save the Children en Euskadi. Saioa García, coordinadora del proyecto en El Pilar, abre las puertas de su txoko, donde no faltan los mapas, los libros y los cuadernos de ejercicios, y no esconde su satisfacción por el buen trabajo desarrollado a lo largo de este curso, el primero en el que ha estado al mando del grupo. “Aunque no les gusta mucho traernos las notas o los exámenes, a veces lo hacen y sí se ven avances. Pero donde vemos más progresos es en todo lo que tiene que ver con lo relacional”, explica la joven, vinculada a la ONG desde el año 2013.

Cuatro días a la semana, de lunes a jueves, el programa se centra en el apoyo educativo de los chavales, una ayuda para que puedan hacer sus tareas o resuelvan las dudas que traigan de clase. Durante la última hora de las dos que dura cada sesión, realizan “manualidades varias” y otras actividades, con el fomento de la lectura como punto fuerte. Ya los viernes, el ocio y el tiempo libre toman el relevo. Los niños de El Pilar, por ejemplo, aprenden a trabajar en un huerto habilitado en el centro o en su cocina y también realizan salidas, ya sea al cine, a la pista de hielo del Bakh o a la piscina. Actividades, tanto las meramente educativas como las ligadas al ocio, que suelen quedan fuera del alcance económico de las familias con menos recursos. “Hablamos de los libros, del comedor, de las actividades extraescolares, de los posibles refuerzos... Hay una situación de necesidad de apoyo para estos chavales, porque si hay un colectivo en el que más ha impactado la crisis ése es el de las familias con menos recursos e hijos a su cargo”, certifica en este sentido Silván. La responsable de Save the Children remarca que “la educación es la herramienta más eficaz para luchar contra la pobreza y las desigualdades”, un objetivo que muchas veces es difícil de alcanzar debido a los importantes gastos que lleva asociados. “Las políticas públicas, como la RGI o la ayuda a la vivienda, no están permitiendo amortiguar la situación a las familias con hijos a su cargo, aunque las prestaciones sean más altas”, advierte Silván. Pero hay más, porque “el ocio y el tiempo libre enfocados a la población infantil se han mercantilizado, cuando son dos herramientas clave para la integración”, según la responsable de Save the Children.

Entra en el txoko Any León, monitora del programa en El Pilar, una enamorada de la naturaleza que inculca a los niños tanto buenas prácticas en materia de reciclaje como herramientas para trabajar en el huerto del centro. “Parece obvio, pero a veces no son conscientes de que el tomate sale de una planta”, explica mientras muestra orgullosa el trabajo de las últimas semanas. Ayer, por ejemplo, el grupo visitó los huertos ecológicos de Abetxuko. “Hay mucha autonomía y mucha creatividad. Me gusta mucho, porque es un espacio de educación no formal y la relación que tenemos es muy familiar”, añade la monitora. Llega el momento de comenzar la sesión del día. Y sólo con ver las ganas con las que los niños acceden al txoko se deduce que no están aquí a la fuerza. “El rendimiento escolar de todos aumenta y tienen las mismas oportunidades para progresar. Hay que aunar esfuerzos para que estos programas continúen”, anhela Silván.