Se abre la puerta de la habitación 118 del Hospital Txagorritxu. Pediatría. “¡Hola! ¿Podemos entgag y escondegnos aquí contigo?”, pregunta una voz desconocida impostando el acento francés. Y el silencio lo rompen un par de estridentes narices rojas. Ya han llegado los clowns. En la cara del niño hay sorpresa. Normal. En su habitación hay una mujer con una gallina en la cabeza. Y eso, siendo francos, no suele pasar. A partir de ahí nada será igual. El implacable dictado de las batas blancas se irá flotando por un bravo mar de color. Las caras de angustia se pintarán de sonrisas... Y hasta es posible que horas después, cuando el sueño acabe y vuelva la rutina, todavía haya quien, emocionado, les diga a sus padres que acaba de ver por la ventana al elefante perdido por sus nuevos amigos. Corriendo ahí fuera; ¡justo allí ama, saliendo a presión por la puerta grande, la del comedor!

Así de fuerte es el poder del humor. Ese que alimenta la imaginación para vivir luego en ella. Ese capaz de hacer temblar de miedo al miedo mismo y de convertir un hospital en una nave espacial. Y quién sabe, quizá también ese arma capaz de cambiar el propio mundo. Así es al menos como lo entienden los integrantes de ExpressYourClown; una veintena de gasteiztarras unidos por una misma pasión. “Entré convencido de que ésta era una forma de liberarme, de dejar salir a ese yo que demasiadas veces se esconde bajo mil corazas”, dice Iñaki. Pero desde que los primeros cursos de clown les reunieran en la Dantzateria, en El Campillo o en el Teantro, supieron que darían otra vertiente a su arte: una hacia el exterior un enfoque social.

servicio social “Nuestra idea siempre fue llevar el clown a los lugares más desfavorecidos, acercarlo a quienes más lo puedan necesitar”, explica Andrés. Y lo que nació en 2013 “como un sueño”, hoy ya es toda una realidad.

Una representación de este grupo nos recibe en su sede, un recoleto local situado en el corazón de Arana. Tienen la agenda a tope porque, como ellos mismos dicen, se toman esto del humor “muy en serio”. “Empezamos con un curso de medio año y a partir de ahí cada uno cuenta con entre 300 y 500 horas de formación. Recibimos clases dos veces por semana, tenemos talleres, reuniones para crear nuevos espectáculos... ¡Y luego hay que llevarlos a cabo!”, dice Andrés echándose la mano a la frente mientras todos se ríen pensando en la cantidad de horas que le echan a esto de hacer el payaso.

Lo hacen por regla general de forma desinteresada, regalando sonrisas a organizaciones como Greenpeace, ApaSOS o Comercio Justo, y acercándose a residencias de mayores o personas con necesidades especiales. Pero a día de hoy, sin duda alguna, la colaboración en la que centran la mayor parte de sus esfuerzos es la que desde hace año y medio mantienen con la unidad de Pediatría de Txagorritxu.

Hasta allí se desplazan cada jueves dos clowns y un observador, su enlace con el mundo real. “Entrar en la habitación es siempre un abismo, no sabes lo que te vas a encontrar. Así que hay que estar atento a lo que puedas ver que le gusta al niño, sus juguetes, lo que dibuja... Y a partir de ahí crear un mundo paralelo que se funda con el del propio niño y en el que se evada”. “Vamos a la parte sana de esa personita, y con esa es con la que salimos a jugar dejando lo demás atrás”, dice Ana. Pero ¿cómo se juega en un hospital? “Lo que más funciona es hacer al niño protagonista. En un entorno así nadie les pregunta nada, ni si les pueden pinchar ni si quieren esta pastilla o no... Así que desde que llegamos les hacemos sentirse protagonistas. De hecho, cuando llegamos es a ellos a los que les pedimos permiso para entrar”. Después les harán directores de cine y actuarán para ellos, expertos en moda y desfilarán... Y no serán los únicos. Ni el personal ni los familiares podrán escapar a su embrujo. “Recuerdo en una ocasión -cuenta Andrés- cómo una abuelica que estaba de acompañante acabó saltando haciendo que ella también era un conejo salido de la chistera”. “Es que es eso, la risa; que una niña vea que sus padres -a los que igual ve agobiados desde que le ingresaron- se relajan y se ríen, es vital, es algo que les desestresa mucho, porque sus padres les sirven de espejo”.

Ya han pasado diez minutos, así que se van. No hay que olvidar que no dejan de ser pacientes. Así que esbozan una excusa como la de irse a buscar el elefante perdido y confían en haber dejado huella, en dejar flotando en el aire “un hilito” del que aún puedan tirar esa tarde hasta sacar un buen puñado de risas.

Países como Argentina ya garantizan por ley que los hospitales cuenten con clowns en plantilla para “humanizar” el internamiento. Incluso acompañan a los pequeños hasta el quirófano, hasta que se quedan dormidos. Aquí el avance es progresivo y Murcia, Valencia o Barcelona son buenos espejos donde mirarse. Pero por de pronto la relación entre este grupo y Txagorritxu no puede ser mejor. Trabajan hombro con hombro con el personal del centro y todos hablan maravillas de esta experiencia. “Ellas son un pilar absoluto para nuestro trabajo. Hay que tener mucha generosidad para dejar que entremos en su casa y trabajemos de la mano”. “Hemos conseguido un equilibrio precioso”, dicen los integrantes de ExpressYourClown sobre las enfermeras. Y la supervisora de la planta de pediatría, Rosa Sánchez, piensa lo mismo de ellos: “Los niños están contentos, les encanta que vengan. Está claro que hacen una labor importante”, porque consiguen sacar a los pequeños “una sonrisa hasta en los días peores”, dice. Y confía en que, si bien ahora mismo “todo esto está empezando”, esta colaboración se estreche.

una mirada hacia el mundo Mientras trabajan duro para consolidar la confianza forjada entre ambas partes y poder así llevar su alegría a otro tipo de pacientes -adultos de psiquiatría, paliativos...-, elevan sus miras para proyectarse fuera de nuestras fronteras, a todo el mundo. Ya han estado en el Sáhara, una de sus integrantes acaba de volver de intentar aportar un rayo de luz a quienes tienen sus esperanzas encerradas en los campos griegos de refugiados, y este agosto viajan a Guatemala, un país que aún se duele de las heridas causadas por su largo conflicto.

“Si estamos preparados, podemos estar siempre ahí cuando se nos necesite para meterle un chorro de aire fresco a quien lo esté pasando peor”, dice Iñaki. Y de nuevo aparece el humor como herramienta transformadora del mundo, el propio y el de ahí afuera, lo que es la verdadera gasolina que mueve el motor de este grupo de payasos que se niega a admitir que el mal humor sea lo único serio en esta vida. “De hecho es como una enfermedad de la que debemos vacunarnos”, dice Andrés. “Como dijo el sabio, no te tomes la vida demasiado en serio; te pongas como te pongas no vas a salir vivo de ella”, remata Maite. Y ahí dejamos a ExpressYourClown. Riéndose con ganas. Empeñados en abrir las puertas al niño que llevamos dentro para permitirle que salga a jugar... y que le ofrezca jugar al resto del mundo.

¿Quiénes son? Un grupo de veinte gasteiztarras dedicados a muy diversas profesiones que se embarcan en el mundo del ‘clown’ para tratar de llevar luz y aire fresco a “quienes más lo necesiten”.

¿Qué hacen? El enfoque de su trabajo es principalmente social. Desde hace año y medio acuden cada semana a Txagorritxu a visitar a pequeños pacientes de hasta 14 años en colaboración con el centro. Ya han visto a unos 400. También visitan residencias de ancianos y centros de personas con necesidades especiales y colaboran con ONGs: Greenpeace, ApaSOS...

Contacto. Su proyecto es posible gracias a la colaboración de sus socios y de algunas empresas que ayudan económicamente o con materiales o servicios. Para cualquier información, están en Facebook y en expressyourclown@gmail.com