gasteiz - Sara Ortega (Vitoria, 1994) irradia optimismo por los cuatro costados tras superar su enfermedad. Ha sido un año difícil, en el que incluso se planteó dejar el baloncesto de elite, pero ahora toca pasar página. Feliz por haber sido elegida embajadora de la IX Carrera de la Mujer de Gasteiz, este 2016 no está pudiendo ir mejor también para ella en el ámbito deportivo, tras certificarse el ascenso del Araski a la Primera División Femenina.

Lo primero de todo, pregunta obligada. ¿Qué tal se encuentra?

-Bien. Me operaron el 28 de mayo del año pasado. De hecho, hace justo dos días -hoy tres- se cumplió un año desde que me dieron la noticia. A partir de ahí, pasé por una segunda operación, empecé con la quimio, en noviembre acabé, y después ha ido todo rodado. Me hicieron el escáner este pasado sábado y tengo la próxima cita con el hematólogo el jueves -mañana-. Pero vamos, se supone que va a ser totalmente rutinaria, porque está todo perfecto.

¿Pensando ya entonces en volver a las canchas?

-Sí, empecé a entrenar y jugué un partido con el filial de Nacional, pero al día siguiente me puse malísima, con fiebre y dolor de rodillas. Entonces me pidieron que bajase el ritmo, porque las defensas estaban bajas. Pero ahora ya me han dicho que en verano trabaje bien, que entrene duro y para la próxima temporada, para septiembre, ya empezaré otra vez normal.

Con unas ganas tremendas supongo, y más con la temporada que han hecho y el ascenso.

-Sí, muchas, muchas. Ha sido un año espectacular. En Cáceres, el día del ascenso, estuvimos como en una nube. Ahora espero que todo vaya bien y, sobre todo, no lesionarme.

¿Qué se siente al ser la embajadora de la próxima Carrera de la Mujer?

-Muchísima felicidad. Representar a tantas mujeres que han pasado por lo mío, por el cáncer de mama o por otras cosas es un honor.

¿Qué ha sido lo más duro durante todo este tiempo?

-La quimio, sin ningún tipo de duda. Por mucho que tú intentes estar bien, estás hecha una mierda. Eso y también lo del pelo. Para las chicas, que se nos caiga es... En sí es una chorrada, porque dentro de lo que supone la enfermedad es lo que menos importa, pero a mí es lo que más me impacto. Es lo que hizo darme cuenta de que realmente tenía lo que tenía.

Incluso pensó en dejar el basket.

-Dejarlo no, pero sí que pensé que como igual ya no iba a ser lo que había sido después de esto, ya no merecía tanto la pena seguir. Pero son rachas, bajones que te dan y ya está.