Gasteiz - Este sistema educativo creado por el filósofo y esoterista alemán Rudolf Stenier a comienzos del pasado siglo vive un momento dulce en Álava, ya que Geroa Eskola ha comenzado a construir un nuevo centro de 2.000 metros cuadrados en Trokoniz capaz de duplicar la cifra actual de alumnos que acuden a diario a sus aulas (120), como ya avanzó este periódico la semana pasada. Rodeada todavía de cierto misterio y recelos, la pedagogía Waldorf propone una pedagogía “basada en el respeto al niño y a su desarrollo natural” y “en un trabajo de reflexión para acompañarlo en sus necesidades de desarrollo”. Malagón, que pide “tranquilidad” a los escépticos, cree que los buenos resultados académicos logrados por sus centros avalan la metodología.
El primer centro Waldorf abrió sus puertas en Alemania hace 95 años, pero su pedagogía es una total desconocida para mucha gente. ¿Cómo la definiría en pocas palabras?
-Como primer punto, la pedagogía Waldorf atiende a la educación integral del ser humano, en el sentido de que no sólo le interesa lo cognitivo, sino también sus emociones y su capacidad de desarrollar su voluntad y el hacer. Esto se hace desde el arte, pero no con la intención de que los alumnos sean artistas, sino con la idea que planteaba Joseph Beuys de que en cada hombre vive un artista. Es decir, el camino consiste en sacar las potencialidades que tienen dentro. No es cuestión de llenarlos de contenido, sino de tener la habilidad de poderlos guiar. Y para eso, el hecho pedagógico debe ser artístico. Cada clase tiene un ritmo y un desarrollo y en ella el maestro atiende lo que le viene, no lo que él lleva. Hay que desarrollar la escucha, la observación y el respeto hacia el niño, en el sentido etimológico del término. El maestro debe observar, respetar y hacer un camino con el alumno que le lleva a conocerlo. Y desde ese conocimiento, puede abordar la pedagogía, que es la creación a través del vacío.
¿Qué herramientas distintas a las habituales manejan para lograrlo?
-Hay muchas. La primera, es que eres tutor de una clase durante seis años, y eso te da una posibilidad enorme de conocer al alumno y a su entorno y poderlo acompañar verdaderamente. Otra de nuestras grandes ventajas es que hay un currículum que está adaptado para la edad del muchacho. El currículum tiene que estar de acuerdo con la evolución y con la edad, y eso es algo que hay que desarrollar de forma consciente. Desde luego, en el currículum público eso no se puede apreciar, porque son programas hechos de una forma genérica. Venga la ley que venga, parece que siempre podemos darles lo mismo a todos. Hay que observar la antropología, y a partir de ahí desarrollar el currículum.
¿Diría que esa metodología educativa convencional está en crisis?
-La metodología convencional está en crisis porque es antiquísima. En el fondo, arranca en la Revolución Industrial del siglo XIX y está pensada para la producción, es economicista, y divide las clases según unas materias, las ciencias y las letras. Se crean materias compartimentadas, especializadas, que se hacen desde unas clases absolutamente frontales. Todas las pedagogías, no sólo la Waldorf, han evolucionado muchísimo y pretenden trabajar por proyectos, que los alumnos creen ideas por sí mismos y piensen. En esto hemos mejorado, pero en general podemos decir que el 90% de la pedagogía sigue siendo frontal, con un currículum que es enciclopédico. Es una mezcla entre la Ilustración, con su mejor intención, y el siglo XIX. Y realmente eso tiene que evolucionar.
La pedagogía Waldorf tiene también casi un siglo de vida...
-Es verdad que tiene también un camino por delante, y por eso tenemos que preguntarnos qué nos ofrece ahora mismo la educación. Dentro del propio camino de la pedagogía Waldorf hay muchas cosas de futuro, cosas que sólo hemos podido arañar. Como por ejemplo, qué es verdaderamente el ser humano. Qué tenemos delante, cómo podemos hacer observaciones correctas de los niños, cómo podemos ayudarles en todos los procesos que tienen que hacer... Qué significa el tiempo en la educación es algo que la pedagogía Waldorf se pregunta muy pronto y que todavía está intentando descubrir. El tiempo pedagógico es un misterio. Una clase nunca debería estar sujeta a un reloj. Hay que replantearse aún muchas cosas. Como por ejemplo, ¿qué significa la virtualidad? Ésta es una pregunta muy nueva, de hace diez o quince años. No para qué nos sirve tener Internet, ésa no es la pregunta. Sino cuál es la dualidad de una persona que está siempre escondida detrás de esa máscara o de las redes sociales y cómo la podemos ayudar en su camino.
¿Y cuál es su opinión al respecto?
-Hay dos cosas que no se pueden negar. El maestro tiene que dominar profundamente este mundo y convertirse en un guía dentro de una selva, que es una auténtica vorágine. Por otra parte, tenemos que volver al respeto profundo a esa famosa frase que le atribuyen a Sócrates, Sólo sé que no sé nada. La cuestión es que ahora no sabemos nada porque todo está al alcance de un clic y el resultado es que, como lo podemos alcanzar, no tenemos que llegar. Como tenemos acceso, no tenemos que leer, no tenemos que buscar... Los alumnos, antes de convertirse en expertos ofimáticos, tendrían que saber qué está dentro, qué es una máquina de este tipo, un ordenador o una programación, y desmitificarlas, porque son herramientas, no dioses.
¿A qué se refiere?
-La tecnología, por su intuitividad, nos priva de procesos de conocimiento. Que un niño o un señor de 80 años sepan manejar una tablet no es conocimiento. El conocimiento es llegar a través de varios caminos hasta lo que tenemos como problema que tenemos que solucionar. Esto evitaría enfermedades que en el futuro van a ser más graves, como el Alzheimer. Cuantas más conexiones neuronales y más caminos tengamos, más difícil será que estas enfermedades hagan mella. La intuitividad es un peligro horroroso. Tenemos muchísimo por hacer. Y por otro lado está la moralidad, que en ese mundo tecnológico no existe. No se puede sentir, tocar... Es un gran trabajo que tenemos que hacer, pero a la vez es un reto precioso el que tenemos delante.
¿Qué les diría a los escépticos? Es innegable que hay mucha gente que aún cuestiona sus métodos.
-Tenemos un colegio que ya lleva diez u once promociones de segundo de Bachillerato y no tenemos todavía ningún suspenso en Selectividad. Es un hecho que cuando realmente se cuida en la primera infancia lo que de verdad corresponde al niño, no se le sobrecarga y se le permite desarrollar otras capacidades, como el equilibrio, el tacto o el juego, y el currículum se va aplicando, hay una potencialización del conocimiento y de la posibilidad de aprendizaje hacia el futuro. Lo que les diría es que se tranquilicen y, sobre todo, piensen qué quieren para sus hijos. Cuando hablo con mis amigos y me preguntan por qué tengo a mi hija en la escuela Waldorf, les contesto por qué los tienen ellos en los colegios que los tienen. Yo tengo conciencia sobre la educación que quiero. Mi pregunta es... ¿el resto de las personas tienen esa conciencia o simplemente critican lo que les parece diferente? Hay que tener el valor de mirar lo que es distinto. No todo tiene que ser igual y uniforme. Y este proyecto ofrece garantías, sobre todo garantías humanas.