gasteiz - Cualquier momento del día o de la noche es bueno para dejar de beber. Lo han experimentado en primera persona Luis y Jesús, miembros activos de Alcohólicos Anónimos, que reciben a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA en el primer local de 24 horas que esta histórica comunidad gestiona en Gasteiz y también en el conjunto de Euskadi. Se ubica en el bajo del número 19 de la calle Burgos, en el laberinto de soportales de Aranbizkarra, y cuenta como único requisito para cruzar sus puertas con “tener un mínimo deseo de dejar la bebida”, según remarca Luis. No son necesarias cuotas u honorarios, ni mucho menos pertenecer a una institución, religión u organización política. Lo único que comparten sus integrantes es la mutua experiencia, la fortaleza y la esperanza por superar un problema común, el alcoholismo, y ayudar a otros a recuperarse.

A diferencia de los grupos tradicionales de Alcohólicos Anónimos que ya existían en Vitoria, cuatro en total -Adurza, Arana, Araba y Arriaga-, en este nuevo local, que comenzó su andadura el pasado octubre, sus miembros más veteranos montan guardia durante todo el día, ya sea en sus instalaciones o pegados al teléfono. Ellos son, precisamente, Luis y Jesús, junto con otro compañero que fue el principal impulsor del grupo. “Ésta es la enfermedad del olvido. Aunque lo quiera dejar hoy, quizá mañana no quiera. Por eso, ese primer momento resulta esencial”, remarca el primero. Una decisión que se puede tomar a cualquier hora, de la misma forma que en cualquier momento un enfermo alcohólico puede llegar a tocar fondo. Por ello, a la hora que sea y quien lo desee tendrá las puertas abiertas de esta comunidad. Como Jesús y Luis se las encontraron el día que también tocaron fondo y decidieron mantenerse sobrios, día a día, sin mirar más allá del hoy.

“No hablamos de las borracheras divertidas, sino de las lagunas, de las broncas con la Policía y de los problemas jurídicos. Perdí a mí pareja, el trabajo y acabé en la calle, pidiendo en un supermercado para un cartón de vino con 32 años. Sólo buscaba estar fuera del mundo”, describe Jesús, de origen asturiano, que inició su destructiva relación con el alcohol cuando apenas tenía 16. La adicción creció poco a poco, la cocaína también entró en juego y el túnel comenzó a hacerse cada vez más negro. Su padre, también alcohólico, falleció a los 52 años a causa de los múltiples problemas de salud derivados de su adicción. Después de intentar dejarlo en múltiples ocasiones y sufrir otras tantas recaídas, una constante entre los alcohólicos, ahora, a sus 38, ha comenzado a volver a vivir.

Como Luis, gallego, que a diferencia de su compañero empezó a beber “más tarde”, porque incluso llegó a “odiar” el alcohol debido a un pasado también marcado por la enfermedad de su progenitor. “El problema yo lo tuve con las drogas, pero cuando las dejé empecé con el alcohol. Tendría 28 años, más o menos. Primero con chupitos de anís y zuritos, hasta acabar con alcohol de 96. Mi pareja me echó de casa y ya empecé a beber desastrosamente. Hasta que acabé primero en la cárcel y luego en un psiquiátrico”, describe Luis, que en apenas “cuatro o cinco años” se vio “sin nada”.

Al igual que Jesús, ha iniciado ahora un camino de sobriedad y de ayudar a semejantes a dejar de lado una patología “progresiva, incurable y mortal”, que “tiene muchas cosas detrás”, que lleva a pisar “un montón de caminos” indeseables y que, en su caso, lo llevó al borde del suicidio. A sus 36 años, tiene todavía mucha vida por delante para recuperar sus sueños. “La enfermedad tiene tres caminos: la cárcel, el psiquiátrico o la muerte. El cuarto es Alcohólicos Anónimos. Yo ya no sólo quería dejar de beber, sino también de sufrir”, añade su compañero.

Jesús sirve un café, uno de los pequeños placeres que nunca faltan en las reuniones del grupo, y pasa a la sala de juntas, donde se llevan a cabo las terapias. Una tribuna, las fotos de los fundadores de Alcohólicos Anónimos, los estadounidenses Bill W. y Bob S. y tres frases que encierran muy bien la esencia de esta comunidad presiden la estancia: Poco a poco se va lejos. Primero es lo primero. Vive y deja vivir.

“Nos curamos hablando. Lo único que hacemos aquí es compartir nuestras experiencias. Yo llegué desesperado. Me preguntaba, ¿por qué otra vez estoy borracho?”, explica Luis. Admitir la debilidad propia y recurrir al grupo para hablar abiertamente son, precisamente, dos pautas fundamentales en las que se basa la dinámica de Alcohólicos Anónimos. Tampoco hay jefes, sino que todos se encuentran al mismo nivel. A diferencia de la organización, nacida en Estados Unidos y que suma ya algo más de 80 años de historia, los grupos de 24 horas son algo más recientes. El primero, la matriz, surgió en 1975 en México, al que siguieron nuevas comunidades en Estados Unidos, Ecuador, Colombia, Portugal... y también España, donde a día de hoy se contabilizan 11. La primera abrió en Ourense, en el año 2001.

“Yo hablo de mis borracheras, de cuando me quedé en la calle... de la degradación personal increíble a la que llegué”, describe por su parte Jesús. El nuevo grupo de 24 horas va “poco a poco”, aunque ya han pasado “unas cuantas” personas por sus instalaciones. Algunas han permanecido, otras no han regresado, por un motivo u otro.

“Cuando vienen el primer día y nos dicen qué bien lo hacéis... mal asunto, porque ya no vuelven. Y cuando lo hacen, están ya el doble de reventados. Al final te das cuenta de que lo tienes que hacer por ti”, explica el integrante del grupo. “Sólo hablamos del hoy. Mañana será mañana. Se cree que el alcohólico bebe porque quiere, pero no es un vicio, no engancha. En el momento en que tomo la primera gota, salta en mí la compulsión”, describe Luis, incidiendo en el componente patológico del alcoholismo. Tienden la mano, conscientes de que son muy numerosas las personas que aún no son conscientes del problema. “Cuando uno venga a pedir ayuda, vamos a estar aquí. Es un cambio de vida total, una escuela de vida”, añade Jesús. Quien lo necesite, puede encontrarlos en los números de teléfono 945 03 32 06 ó 673 80 02 83.

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Son los grupos con los que cuenta Alcohólicos Anónimos (A.A.) en la capital alavesa. Los cuatro tradicionales: Araba, Arana, Adurza y Arriaga, más el recientemente abierto de 24 horas, que también es el primero que opera en el conjunto de la Comunidad Autónoma Vasca.