Al sonido elevado en exceso se le llama ruido. Precisamente, alzar la voz puede ser la solución para acallar el molesto bullicio que se repite noche tras noche cada fin de semana en el Casco Viejo gasteiztarra. En esta ocasión no se trata de hacerse oír a pleno pulmón, sino de una reivindicación al unísono para que la reclamación de los allí afectados tenga más fuerza que nunca. A este particular altavoz de los que sufren las molestias de no poder pegar ojo de madrugada se le denomina Plataforma del Casco Medieval para la Conciliación del Ocio y el Descanso Vecinal, creada por iniciativa de diferentes asociaciones vecinales que actúan en el barrio y en la que están representados residentes, comerciantes, Policía Local y el Síndico.
Se creó hace aproximadamente dos años para defender en su totalidad a la almendra, con el fin de que una mejora de la seguridad, limpieza, accesibilidad y conservación del patrimonio eviten que esta joya de la ciudad se acabe convirtiendo en el vertedero de la capital alavesa. Su primera reunión tuvo lugar el pasado 22 de febrero y la última tendrá lugar dentro de unas pocas horas ya que para mañana lunes, a las 12.00 horas, está prevista una nueva convocatoria en las oficinas del Síndico de Vitoria a la que se espera que acudan otra docena aproximada de representantes de colectivos de la parte vieja gasteiztarra junto a técnicos municipales.
El objetivo de esta última quedada será la de concretar las campañas de sensibilización que ayuden a crear un ocio nocturno responsable, máxime ahora que con la llegada de la primavera el bullicio de las calles se puede agudizar ante la proliferación de terrazas y veladores. No quieren que esta vez se demore una cuestión que viene de largo en la ciudad. Como recuerda el altavoz en este caso encargado de mediar entre las diferentes partes implicadas, el Síndico, Martín Gartziandia, se trata de un “un problema antiguo que se intentó abordar hace ya mucho tiempo, y no se hizo nada”. Es, por tanto, un tema “difícil”, que conllevará tiempo, aunque “no nos parece imposible y sí que es necesario porque la alternativa no puede ser no hacer nada”.
De hecho, quedarse en silencio es lo peor que se puede hacer ante un ruido acrecentado en los últimos tiempos, después de que la ley antitabaco prohibiera fumar dentro de los locales hosteleros con el consiguiente aumento de clientes fuera de los mismos que ha agravado las aglomeraciones en las calles de las zonas de marcha. “La problemática en el Casco Viejo no viene tanto del tráfico, sino del ocio. El ruido en la calle lo originan personas concretas”, remarca Gartziandia. Lo que chirría en este aspecto es que “no se puede ir midiendo cada caso particular” porque el ruido es la suma de todos. Y eso sí que se puede cuantificar mediante la instalación de varios sonómetros que intentarían tener datos de los peores momentos del día, sin necesidad de comprar un montón de ellos, porque “se podrían adquirir varios e ir trasladándolos de un sitio a otro”.
Unas mediciones siempre importantes porque, como recuerda el Síndico, “son una cuestión objetiva, a partir de la cual poder desarrollar el resto de acciones”, que irán encaminadas hacia la concienciación para prevenir la aparición de conductas incívicas. “Lo fundamental es trabajar en acciones de sensibilización”, más que en medidas coercitivas, como sanciones. “Pero sí podría haber vigilancia sin que resultara excesiva y que no lleve necesariamente a la denuncia”, señala Gartziandia, para quien también se podrían ir probando iniciativas que se han ido desarrollando en diferentes ciudades, como serenos, semáforos en rojo cuando se exceda el sonido o carteles, entre otras.
Cualquier esfuerzo al respecto es poco, si se tienen en cuenta los graves problemas de salud física y mental derivados del ruido nocturno. “De todas las fuentes sonoras que afectan al Casco Viejo, como la carga y descarga o las máquinas de limpieza, la peor es la del ocio nocturno por los problemas de sufrimiento que genera”, alerta el presidente de la asociación vecinal Los Arquillos Bizirik, Alberto Ruiz de Olano. Éste conoce casos concretos del estado de nerviosismo y estrés que genera el hecho de no poder pegar ojo por las noches. Una pesadilla que se repite cada fin de semana. “Me constan casos de ansiedad de gente que necesita ayuda psicológica porque el uso de tapones no es suficiente, como cuando no puedes dormir hasta las 4.00 horas y te tienes que levantar dos horas después”, detalla Ruiz de Olano, quien, sin ir más lejos, sabe por experiencia propia, como vecino de Los Arquillos, el ruido ensordecedor que se produce en su barrio.
“A la calle Mateo de Moraza la llamamos el sambódromo”. Pero no es el único punto negro conflictivo. El botellón que cada jueves se congrega en Los Arquillos, “desde las 12.00 horas hasta las tantas” es otro ejemplo de la tortura semanal que tienen que soportar sus vecinos y que ilustra a la perfección la responsable de un hotel con encanto ubicado en la zona en un vídeo editado por la propia plataforma llamado Por el descanso en el Casco Viejo. “Los jueves, viernes y sábados es prácticamente imposible dormir”. Y cada año va a peor, si se tienen en cuenta las sucesivas etapas de insonorización que ha tenido que hacer en un negocio que cobra a sus clientes para que puedan descansar. “Un año fue porque con la ley antitabaco la gente salía fuera de los bares para fumar, lo que provocó más ruido. Al cabo de dos años, el Ayuntamiento decidió que los bares del Casco Viejo que se habiliten puedan abrir hasta las 4.30 horas en vez de hasta las 2.30 horas”, dice la propietaria de este alojamiento, quien tras estos cambios ha puesto desde doble acristalamiento en ventanas a dobles puertas.
Ecología urbana El presidente de la Asociación de Comercios y Servicios del Casco Medieval y miembro de la junta de Gasteiz On, Javier Mendoza, también es consciente que “la única solución es la educación, pero es algo muy lento”. Un tema de respeto para que el que se quiera divertir no moleste al que quiera descansar que se hace más necesario que nunca en esta almendra medieval. “La gente no se da cuenta de que el Casco es una estructura arquitectónica estrecha”, lamenta. Unas calles de 4 o 5 metros de anchura en las que retumba mucho más el sonido y sus vibraciones ante la antigüedad de muchas fachadas y la falta de acondicionamiento de las mismas.
Es la temida contaminación acústica que nadie quiere cerca de sus hogares, y que aún falta por desaparecer en esta Vitoria tan green. “Sin la educación no vamos a ningún lado, pero nos han enseñado que los demás no existen, por eso tenemos que conseguir que las instituciones se mojen en las campañas de sensibilización”, añade el portavoz de la asociación ecológica Gaia, Fernando Arrikagoitia, más conocido como Cibeles. Un problema, en definitiva, de comportamiento, que “ensucia” aún la ecología urbana de la ciudad de Gasteiz. “Se consigue más con que un amigo en la cuadrilla diga al que berrea que baje el tono porque le puede hacer más caso”. Ecología es equilibrio. El de la diversión y tranquilidad en las calles para que vecinos, comerciantes y hosteleros tengan la fiesta en paz.