Vitoria - Gasteiz ha estado a punto de quedarse sin tiempo. Nacido hace doce años de la mano de la pionera Feli Angulo, el Banco del Tiempo de la capital alavesa, puesto en marcha en septiembre de 2004, trajo a la ciudad ese espíritu altruista y colaborativo surgido para luchar contra la dictadura del dinero. Personas ayudando y siendo ayudadas a cambio de nada más, y nada menos, que su propio tiempo, “el más valioso y perecedero de nuestros recursos”, según decía el norteamericano John Randolph.
Sin embargo, ironías del destino, el tiempo es precisamente lo que ha estado cerca de agotarse en la asociación de trueques y favores de Vitoria, pues la marcha de la hasta ahora presidenta y su equipo de la junta directiva dejó en el aire la continuidad del proyecto durante varias semanas, hasta que un grupo de sus cerca de 300 socios ha decidido ahora lanzarse a la piscina y tomar las riendas del colectivo para evitar que una iniciativa tan importante, y tan simbólica por otra parte, desaparezca sin dejar rastro tras más de una década de vida.
“Después de doce años considero que lo que tenía que dar ya lo he dado. Sentía que tenía que haber un cambio, que entraran otras personas. Pero tuvimos varias reuniones y a veces parecía que la asociación no iba a salir adelante”, recuerda Feli Angulo en la sede de la agrupación, ubicada en la casa de asociaciones Rogelia de Álvaro. En sus inicios fueron quince personas y con los años llegaron a los 500 socios y socias, pero la necesidad de abonar apenas cinco euros al año por formar parte del colectivo inició un goteo de deserciones que redujo la cifra, aunque “después muchos se han arrepentido y han vuelto a apuntarse”, explica Conchi Díez, secretaria durante los últimos años de una asociación en la que el perfil de las personas dispuestas a intercambiar favores ha ido variando, reduciéndose la edad de los socios de nueva hornada.
“Ahora es gente más joven. Cuando yo empecé venían personas de más edad, pero con la crisis y con menos puestos de trabajo llegan jóvenes que aportan otras cosas, con otra forma de pensar”, subraya. “Aquí pueden encontrar, además de amigos, una forma de cubrir aquellas necesidades que puedan tener en su vida cotidiana, porque cada socio aporta un servicio que puede ser de gran ayuda en el día a día de cada uno”, incide Feli Angulo.
“Hace poco vino un matrimonio a apuntarse y él decía que no había nada que pudiera ofrecer. Yo le insistía, ¡algo habrá que sepas hacer bien!, y al final se ofreció para reparar bicicletas y enseñar a andar en bici”, rememora Conchi Díez. Acompañar a alguien a hacer la compra, a realizar trámites y rellenar documentos y papeleo, pasando por acompañamiento a enfermos y mayores, cortar el pelo, dar clases de inglés, de informática, costura... Todo servicio es bienvenido. “Aquí la frase es que yo no tengo nada que aportar es muy habitual, pero todos tenemos muchas cosas que aportar aunque probablemente ni siquiera somos conscientes de ello. Lo importante es activar la rueda, pedir cosas e impulsar a los demás a que den lo que pueden”, argumenta Alberto Duque, que a partir de ahora se convertirá en el nuevo presidente del Banco del Tiempo en sustitución de su fundadora.
Junto a él estará Karmele Juanes. “La situación era crítica porque la asociación iba a desaparecer”, explica esta socia, que en su momento decidió formar parte del colectivo de trueque porque “en la vida no todo es dinero”. “Me gustaba la filosofía de la asociación, ofrecer algo que sabes hacer y que otra persona haga lo mismo con otra, incluso coserle un botón. Todo tiene cabida”, asegura.
Por su parte, cuando vio que el resultado de su esfuerzo y trabajo contaba las horas para bajar la persiana, la presidenta del Banco del Tiempo decidió acudir a las instituciones locales para que, como sucede en varias ciudades, fuera el propio Ayuntamiento el que gestionara este espacio de intercambio de favores entre los gasteiztarras. “No se molestaron mucho en interesarse por lo que hacemos, aunque creo que en Vitoria las asociaciones aportamos mucho y tenemos muchas y buenas ideas”, sostiene Feli Angulo.
“Hay muchas ciudades en las que, por ejemplo, cada centro cívico cuenta con su propio Banco del Tiempo, gestionado por personas del Ayuntamiento. No te puedes imaginar la cantidad de gente que recibe y ofrece ayuda, para cuidar o acompañar a personas mayores, por ejemplo, gracias a los bancos del tiempo. Pero si no hay dinero detrás no interesa”, lamenta.
A partir de ahora, con un renovado equipo a la cabeza, la fundadora y su junta podrán disponer de, precisamente, más tiempo para ellos mismos. Por fortuna, el calendario de la asociación seguirá deshojando los días, con la puerta abierta para que los gasteiztarras puedan dejar el vil metal a un lado y tender la mano en favor del bien común.