No hubo ni una sola de las conversaciones que se suscitaron en el entorno de la basílica de Armentia que no se acordara del santo y de su presunta incontinencia. Tal fue la insistencia y tantas las palabras que describían la cualidad meona del interpelado que, al final, Prudencio se la jugó al respetable. Ni chaparradas como decía la prensa ni paraguas en ristre como se presumía. La jornada en honor al patrón de los alaveses transcurrió como gusta en estos lares, con una temperatura tirando a glacial para estas fechas, pero sin la temida lluvia, al menos, durante las horas importantes del día. Sí que se dejó notar puntualmente un sirimiri poco persistente, que no asustó, pero que sí que puso sobrealerta a la concurrencia. Todo ello ayudó a que miles de alaveses volvieran a tomar las campas, que amanecieron un tanto perezosas y huérfanas de jarana a primera hora. De hecho, hasta bien entrada la mañana no hubo quien compartiese verdín con el césped. No obstante, la zona enseguida retomó su tradicional imagen y los alrededores de la basílica volvieron a ser lo que se espera de una fiesta por y para los alaveses, incluidos varios puestos de helados, que ayudan a definir el carácter del terruño y de sus habitantes en una jornada en la que no se vio ni un triste rayo de luz.
Hasta allí se acercó quien llegaba como colofón a su fiesta etílica y quienes accedían a Armentia con ganas de disfrutar de las mil y una delicias gastronómicas expuestas en otros tantos stands. En cualquier caso, unos y otros aprovecharon la tregua otorgada por el santo meón para disfrutar de la romería en honor a San Prudencio.
Fue una jornada consagrada a las tradiciones y a las costumbres que se estilan por estos lares. Talos y sidra, txakoli y rosquillas, pan casero y pastel vasco, caracoles y perretxikos, blusas y neskas, políticos -todos, por aquello de las elecciones- y civiles, abuelos y nietos. Todos compartieron espacio y pasiones mientras caminaban sorteando dantzaris, miñones, atabaleros y trompeteros, que ayer tuvieron que completar turno doble de trabajo. Por allí también se pudo ver a los integrantes de las cuadrillas de blusas Zoroak y Basatiak, perfectamente uniformados para la ocasión, dispuestos a remedar en plena campa de Armentia sus ya célebres celedonianas juergas. Blusones, abarcas, txapelas y fajines iniciaban su jornada poco después de las 12.00 horas.
Para entonces, desde la Avenida Gasteiz, El Prado, a través de la avenida de San Prudencio o por José María Cagigal, riadas de gente se desplazaban hacia las inmediaciones de Armentia, ya convertidas a esa hora en un gran zoco en el que poder comprar, refrescarse, comer y escuchar las reivindicaciones de distintos grupos sociales y políticos. Dadas las condiciones, blusas y neskas compartieron espacio con los amantes de la ropa deportiva o con los que se toman el día con una solemnidad sólo entendida a golpe de corbata. El caso es que unos y otros abarrotaron las campas y los puestos, en los que, como de costumbre, se podía encontrar de todo, desde calcetines con grosores de varios centímetros, hasta artesanía de madera labrada al detalle sin olvidar los stands gastronómicos. Por supuesto, no faltaron las barras con talos, pintxos y sidras. Y se agradeció, ya que los alaveses coparon los chiringuitos con hambre y sed de semanas. Sea como fuere, fiesta y tradición compartieron espacios. Mientras la Vitoria institucional respetaba los rigores de misas, aurreskus y procesiones variadas.