No existe en el mundo ni un solo fondo especulativo que ponga dinero en las abejas. Son insectos tan fascinantes como terriblemente acosados. Una inversión demasiado arriesgada. Y, sin embargo, si desaparecieran el planeta se vería abocado a un desastre global. “Al ser humano sólo le quedarían cuatro años de vida. No habría polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”, dijo una vez Einstein. “Y, aun así, mucha gente sigue sin concederles la importancia que tienen y, en consecuencia, sin valorar el trabajo de quienes procuran su supervivencia”, señala, justo ahora que arranca una nueva eclosión primaveral, José Antonio Elorza. Él es técnico de la Asociación de Apicultores de Álava, un colectivo que agrupa a 410 personas que sacan miel de 7.700 colmenas. Lo hacen como “un mero complemento de renta” a sus labores en el campo, porque la producción de esta sustancia está sujeta a un clima que aquí no es muy propicio y a un sinfín de viejas y nuevas amenazas, y a falta de hacerse ricos imprimen sus esfuerzos en conservar la población de las abejas. Un objetivo que es fruto de una pasión sin precio.
A Elorza se le dibuja un gesto de preocupación cuando habla de uno de los últimos fantasmas. “Tiene a todos los apicultores asustados”, confiesa. Se refiere a la avispa asiática, esa depredadora insaciable de abejas que llegó en 2005 a Burdeos, muy posiblemente en un cargamento de cerámica procedente de China, y aterrizó en Álava siete años después para extenderse y reproducirse. En 2012, se detectaron un par de nidos. Este pasado ejercicio, se retiraron 161. “La invasión afecta sobre todo a Ayala, puesto que a este insecto lo que mejor le van son las zonas cálidas y húmedas. No obstante, se adapta bien a cualquier lugar. Hace un año en estas fechas me trajeron una reina que habían encontrado en el parque del Prado. En noviembre detectaron un nido en Aranbizkarra. Y los pescadores dicen que les han seguido tres kilómetros costa dentro. Pescado, carne... Se lo comen todo”, cuenta. La alerta es máxima. Y como “no se le pueden poner puertas al campo”, dar con una solución que controle la plaga, ya no que la erradique, no es fácil.
De momento, Neiker está realizando un experimento con cepos. “Y hace poco cincuenta apicultores del Estado fueron a Bruselas para pedir ayudas a la investigación”, apunta el técnico. Lo que se plantea es crear una feromona especial que atraiga a las reinas hasta trampas. Sería la solución “más ecológica”, un detalle muy importante porque la apicultura es una profesión fuertemente ligada a la sostenibilidad. Y por eso mismo, por la protección del medio ambiente, preocupa tanto al colectivo alavés el síndrome de despoblamiento o colapso de las colmenas. También aquí ha pasado. De pronto “desaparecen las obreras y no se sabe adónde han ido”. Parece ser que esa marcha repentina, sin nota de despedida, podría tener que ver con determinados productos usados en el campo para evitar plagas, autorizados pero tóxicos, que las espantan o las desorientan, afectando al final a la productividad de quienes realizan esas prácticas agrícolas, pues la polinización de la flora agrícola y silvestre depende de las abejas.
Son las paradojas de un mundo individualista que se mira al ombligo, pero los apicultores no se rinden. Están acostumbrados a pelearse contra mil y un elementos que intentan año tras año, desde hace mucho tiempo, destronar a las abejas. Uno de esos es el ácaro de la varroa. Como la avispa asiática también llegó del lejano Oriente, concretamente hace un cuarto de siglo, y desde 1986 está controlado, que no erradicado. “Colaboramos con la Diputación de Álava en una campaña sanitaria en la que los apicultores participan todos a la vez, aplicando los tratamientos en un plazo de quince días”, explica Elorza. Sólo con una labor unánime consiguen “mantenerlo a raya”, que ya es mucho. Y luego están la nosemosis, una enfermedad que afecta el aparato digestivo de las obreras, los zánganos y la reina, la acariasis, el cambio climático...
Precisamente este año los apicultores andan bastante preocupados por la meteorología. Ha hecho un invierno demasiado cálido, por lo que las abejas, en vez de dedicarse a hibernar, “han estado por ahí pululando”, y el inicio de la primavera está resultando “lluvioso”, así que se han resguardado cuando tendrían que haber salido. La consecuencia es evidente. Han gastado más energías de la cuenta “y ahora en primavera el apicultor va a tener que estar más al loro para que no se mueran de hambre”, a la vez que intentan que las colmenas produzcan un mínimo excedente de miel, más allá de lo que el enjambre se coma, para recolectarlo y venderlo.
No parece que vaya a ser tarea fácil. El factor climatológico, más que las enfermedades o las especies invasoras, es el que explicó que 2013 y 2014 fueran años “desastrosos” para la producción de miel en Álava, por debajo de los 10.000 kilos de ejercicios anteriores. En cualquier caso, todo se andará. En febrero, los apicultores ya comenzaron a echar un ojo a las colmenas y ahora iniciarán las labores de preparación de la primavera. Siempre las mismas, siempre fundamentales.
Algunas son tan básicas como “la ampliación de cajones, la limpieza, la colocación de alzas...”. Las más complicadas pasan por la selección y mejora de la explotación, en las que los apicultores cuentan con la ayuda de la asociación. “Si tienes abejas que pican mucho, eso no te interesa. Si les da por enjambrar, lo que significa que un grupo de decide montar su propia colonia, tampoco”, explica Elorza. A partir de ahí, habrá que esperar a julio, “en torno a sanfermines”, para el inicio de la producción. Luego, en función de la zona, empezará la extracción de la miel. En Rioja Alavesa arranca entre finales de julio y principios de agosto. En Montaña Alavesa, entre agosto y septiembre. En las zonas de brezo, a principios de octubre. Y al final, llegará el envasado, la venta y, lo mejor de todo, comerla.
apicultores. La Asociación de Apicultores de Álava está formada por 410 personas, alrededor del 85% de quienes se dedican a esta labor en el territorio. Suman 7.700 colmenas. En 2007, eran 8.370
nidos de avispas. El año pasado se retiraron 161 nidos de avispas asiáticas, depredadoras de abejas, en Álava. En Bizkaia fueron 2.180 y en Gipuzkoa, 1.218.