para el diputado general, Ramiro González, es “una inversión”. Para la mayor parte de la oposición, “un gasto excesivo”. Ágora, la iniciativa creada por la Diputación como un foro para la reactivación económica, social y cultural del territorio, vivirá en abril una segunda etapa con nuevos encuentros, en principio menos multitudinarios que el primero, celebrado el pasado 21 de enero en Artium. Lo que durante la campaña electoral nació como un compromiso del ahora diputado general para su puesta en marcha “el primer día” de su mandato, acabó dilatándose unos meses más para convertirse en algo “más ambicioso”, según anunciaba el propio Ramiro González en la rueda de prensa de presentación de Ágora.
Para subrayar la importancia que el nuevo ejecutivo foral quería inyectar a su propuesta, transmutada en una marca propia para la que tomaron el nombre del foro de la antigua Grecia, el diputado general compareció ante los medios no en la habitual sala de prensa de la Diputación, sino en el Museo de Bellas Artes de Vitoria.
El cambio de escenario no salió gratis, precisamente, pues aquella rueda de prensa, de apenas media hora de duración, alcanzó los 1.200 euros. Fue el primer caso, pero no el único, de la lista de gastos que para las arcas forales ha supuesto hasta la fecha la puesta en marcha de Ágora, que en total ha alcanzado los 67.000 euros en su fase inicial.
De momento, una de las principales críticas que la Diputación ha cosechado respecto a Ágora es el hecho de que casi una tercera parte de esa cantidad haya ido a parar a una única persona, José Luis Larrea, exconsejero vasco de Hacienda entre 1991 y 1995, con José Antonio Ardanza como lehendakari, y actualmente presidente de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad. Larrea ha cobrado 17.950 euros -más allá de esa cantidad hubiera sido necesario acometer un concurso público- por “la idea creativa del proyecto Ágora”, según se recoge en el listado de gastos enviado a los grupos de las Juntas Generales de Álava por el propio diputado general.
En el citado documento consta cómo la mitad de esos 67.000 euros fue a parar a la concepción y diseño del foro, mientras que la otra mitad se dedicó sólo al encuentro del 21 de enero en Artium. Entre las diferentes partidas de dinero desembolsadas por la Diputación para el acto se incluyen 1.285 euros para la adquisición de mil bolígrafos personalizados con el logotipo de Ágora, 3.116 euros en cuadernos, adaptados también con la imagen del foro, 1.150 euros en un cartel y 5.646 euros para gastos de catering y de organización. Además, una agencia de comunicación vitoriana se hizo con el contrato de 11.500 euros para la elaboración de la práctica totalidad de acciones de estrategia, marketing y comunicación de Ágora -o al menos todo lo que no se incluyera en el concepto “idea creativa”, adjudicado a Larrea-. Una consultoría se quedó con otro contrato de 9.400 euros por distintos conceptos de gestión del acto, y una tercera firma de comunicación se llevó 4.150 euros por encargarse de las redes sociales.
Un desembolso que la semana pasada obligó a González a comparecer en las Juntas Generales para justificar el acopio de dinero público en una idea que definió como “una prioridad” para el ejecutivo que preside, entre otros motivos porque “para esta Diputación la participación ciudadana es fundamental”. “Los procesos de participación tienen que ser llevados a cabo en condiciones de profesionalidad y seriedad, con el apoyo técnico necesario”, argumentó González para defender Ágora, cuyo objetivo final pasa por “reactivar” el entramado económico y social de Álava. ¿Ha merecido la pena el desembolso de 67.000 euros en Ágora? ¿Cuál será su coste total cuando se le ponga punto final, a priori allá por el mes de junio? Al menos para el ejecutivo foral, la inversión ha sido proporcionada.
partidos Junto al coste monetario, en los grupos junteros de la oposición tampoco ha gustado que el departamento de Ramiro González decidiera no contar con ningún representante de los partidos políticos entre las 320 personas que acudieron a Artium el 21 de enero. Los únicos políticos presentes fueron de hecho miembros del Ayuntamiento de Vitoria, el Gobierno Vasco y la propia Diputación. Tras las críticas, González admitió su error y aseguró que contarían con las formaciones políticas para futuros encuentros.