El slot o práctica recreativa del automodelismo relacionada con los circuitos de coches de tracción eléctrica -que no Scalextric, ya que eso es una marca- es algo de lo que entienden, y mucho, en el barrio San José de Amurrio. No en vano, fue en el seno de su asociación de vecinos donde surgió un club, el Amurrio Racing Slot (ARS), que lleva la friolera de 18 años luchando contra viento y marea por inculcar y mantener, a partes iguales, la afición por el automovilismo de salón en la provincia.

Recibe su nombre de la palabra anglosajona slot; es decir, la ranura por la que corren disparados los bólidos en miniatura y a escala gracias a la presión que ejerce el dedo índice sobre el gatillo del mando. Aunque partió de un juguete, esta afición es considerada un deporte “del que hay gente que vive, teniendo incluso su propio equipo para la preparación del coche, como pasa con los pilotos de las escuderías de Fórmula 1”, asegura Estanis Usategi, presidente de ARS.

Ellos no tienen el abultado bolsillo que requiere poder emular a los Michael Schumacher, Niki Lauda, Fernando Alonso o Kimi Räikkönen de turno, pero sí una gran pasión por la velocidad. “Empezamos engrosando el listado de asociaciones deportivas del municipio como club automovilístico, pero como nos exigían licencias federadas y mucho papeleo, nos pasaron a asociación cultural y tan contentos”, explica Usategi. Eso es, precisamente, lo que les permite recibir cada año una subvención municipal que, sumada a la escueta cuota de cada socio (seis euros anuales para menores de 14 años, y 18 para el resto), es lo que les ha permitido hacerse con el paso del tiempo con una pista GT de velocidad. Dispone “de cuatro carriles, con una recta de diez metros, que en su desarrollo total, curvas incluidas, tendrá unos 45 metros por los que pueden circular cuatro coches a la vez”, describe orgulloso.

A este circuito a escala, instalado en los bajos de las gradas del frontón del colegio Zabaleko, se le suman otras cuatro pistas de rally de diversa dificultad, o mejor dicho tramos, “de los que dos son rápidos, otro muy técnico, y otro emula un puerto de montaña”, que se encuentran a resguardo en la sede de la asociación de vecinos del barrio San José. Todas ellas “son de titularidad municipal y, por tanto, a disposición de toda la población y de quien quiera venir a probar, todos los sábados a partir de las cuatro de la tarde”, subraya Usategi.

Sin embargo, llegar a ser uno de los pocos clubes que, hoy por hoy, siguen organizando competiciones de automovilismo de salón, no ya solo en la provincia, sino incluso en Euskadi, no era el objetivo con el que iniciaron su andadura allá por el año 1998. Y es que en aquella época, se dio la circunstancia de que cambió la junta directiva de la asociación de vecinos del barrio. Entraron a formar parte de ella gente más joven que llegó con muchas ideas novedosas.

“Uno de ellos fui yo, que entré como vocal, y otro mi compañero Imanol Robles, dos apasionados desde la infancia y hasta hoy por el automovilismo de salón. De hecho, yo invertí mi primer sueldo en la adquisición de un coche a escala que aún conservo. Le llamo el abuelo y tiene un lugar de honor en mi colección, aunque esté destartalado de tantas carreras”, recuerda el actual presidente de ARS.

El caso es que Robles y Usategi viendo que durante las tardes de los fines de semana la chiquillería del barrio “andaba dando patadas a las piedras, sin nada mejor que hacer”, decidieron convocarles a una reunión en la sede de la asociación vecinal para conocer de primera mano qué inquietudes tenían. “Unos querían lanzarse en paracaídas, otros practicar pelota a mano o fútbol, otros que si cine y pintura? Así que decidimos invertir en el colectivo infantil parte de la ayuda municipal que recibía la asociación de vecinos en adquirir una televisión en la que les poníamos películas, además de barro, pinturas y acuarelas con las que entraron en funcionamiento varios talleres de manualidades, hasta que se nos ocurrió preguntarles si les gustaría jugar con coches, y ahí empezó todo”, describe Usategi.

La primera pista se montó con lo que cada cual encontró por casa, ya fuera un tramo, un mando o un coche. Después, año a año, “con la ayuda municipal y las cuotas de socios fuimos mejorando y metiéndonos de lleno en este mundillo, que es todo un universo”, confiesan, con sincera nostalgia del ya inexistente campeonato de Euskadi. “Nos costeábamos como podíamos el txikibus y acudíamos a todas las pruebas que se celebraron en Zarautz, Vitoria, Bilbao, Irun? Eran los comienzos del siglo XXI y había muchos clubes de automovilismo de salón vascos. Ahora ya quedamos muy pocos. Si no te subvencionan, es una práctica muy difícil de mantener porque conlleva muchos gastos. El paraíso estatal del slot, con pruebas y eventos relevantes, se limita a Barcelona y Madrid, aunque estamos al tanto de las novedades gracias a que estamos suscritos a revistas especializadas”, lamentan.

Con todo, ellos aguantan. “Por aquí ha pasado mucha gente. Ahora seremos entre 15 y 20, a partir de cuatro años y sin límite de edad, porque muchos padres también se enganchan, ya que les retrotrae a su infancia y juventud”, explican. Estos captan a sus adeptos en el Parque Infantil de Navidad, y también imparten clases teórico-prácticas que engloban mecánica, entendida ésta por “conocimientos básicos de desmontaje y montaje de coches, para limpieza y engrase de piezas o similar, ya que los motores vienen blindados, y no es aconsejable tocarlos”, matizan.

Con el tiempo también han aprendido que “los niños se aburren de todo si no sabes mantenerles intrigados”. De aquí, que cada año organicen un campeonato anual de diez pruebas, con suculentos premios en forma de bonos para adquirir material de automovilismo de salón, que es una forma de casi obligarles a acudir a pie de pista, “ya que si no corren, no suman puntos, y no se clasifican”, confiesan.

El citado torneo contempla pruebas bien en modalidad rally, o bien pista GT; cada una con sus coches y normas, aunque sirva el mismo mando. “No practicamos la modalidad Fórmula 1, porque no damos abasto, y bastante cuesta ya mantener estas dos. Además, no le puedes pedir a una familia que se gaste en un coche de juguete una media de 70 euros, para que luego su hijo diga al tercer día que no quiere venir”, apuntan.

Un problema, muy común en los siempre variables gustos infantiles, que desde el club amurrioarra solventan prestando a los chavales ellos mismos el material. “Así no se crean frustraciones cuando alguien corre con un coche de mayor nivel que otro, porque son todos iguales. Si con el tiempo continúan, porque les gusta de verdad, ya se encargarán de ahorrar, como hemos hecho todos, hasta lograr un buen equipo”, sentencia Usategi, no sin antes desvelar un pequeño secreto para distinguir un coche de Rally de otro de GT. “El primero lleva a bordo piloto y copiloto, y el segundo solo conductor, igual que en las pruebas reales”, apunta.

Hasta 30 kilómetros por hora Estos vehículos a escala de unos 12 centímetros pueden llegar a alcanzar velocidades de hasta 30 kilómetros por hora. Otra curiosidad que diferencia a las modalidades de slot que practica el club de Amurrio, es que en GT (cuyos coches son más veloces) gana quien más vueltas de en cuatro minutos; mientras que en rally vence el que tarde menos tiempo en completar cuatro vueltas al circuito. Lo dicho, más que un mundo, todo un universo el del automovilismo de salón que, este año, en Amurrio, alcanza su mayoría de edad.

Primera prueba. En marzo de 2007 organizaron el primer torneo de ‘racing slot’ de Álava, en el que participó medio centenar de pilotos, no sólo de todas las provincias vascas, sino también de Cantabria.

Oferta. La adquisición de materiales para las diversas pruebas de ‘slot’ se ha convertido en un negocio con innumerables comercios especializados en las principales capitales del Estado y con una oferta de establecimientos en Internet para surtir a los forofos.