Cada pequeña tienda o bar que cierra en Vitoria, da igual dónde, en el centro o los barrios, deja un vacío que grita. Sucede porque el sector servicios aporta mucho. De puertas para afuera, calles con vida. En las arcas públicas, aun a pesar de la crisis, el 40% del PIB. Y, sin embargo, ha habido que esperar hasta ahora para que los representantes políticos se decidieran a desarrollar el tantas veces demandado plan de comercio y hostelería. El resultado ha sido una hoja de ruta que pretende resolver los problemas a los que se enfrenta el gremio, aprovechar sus potencialidades y al final lograr que sea, como ya sucedió con el verde, un atributo que dote de identidad a la ciudad. Lo hará, o eso se espera, a través de 55 actuaciones articuladas en seis líneas estratégicas: la creación de una marca propia, el fomento del emprendizaje, la capacitación de los profesionales, la adaptación del espacio urbano a las necesidades de las pymes, la dinamización con eventos y una mayor implicación de las asociaciones en los proyectos urbanísticos, sociales y económicos que les afecten. Lo que la gente que trabaja al otro lado del mostrador quería. ¿O no?

La presentación oficial del plan, elaborado tras recabar las propuestas del sector, abierto ahora a las aportaciones de los grupos políticos, ha despertado en los comerciantes y hosteleros más expectación que confianza. Como San Pedro, necesitan ver para creer, empezando por Gasteiz On, principal asociación de comerciantes de la ciudad, parte activa en la elaboración de ese documento en el marco de un convenio con el Ayuntamiento de Vitoria y el Gobierno Vasco. “Ya lo tenemos, pero ahora tiene que hablar la oposición, luego se volverá a abrir a la participación del sector... Y está muy bien eso de que todo el mundo aporte, pero lo que necesitamos ya es que esto eche a andar”, afirma la presidenta, Marta Bengoechea. Ella tiene claro que hace falta establecer “plazos de ejecución y un presupuesto”, al menos con las acciones en las que “todo el mundo coincide ya y en las que, sin documento, ya se ha ido avanzando”, porque si no tiene la sensación de que la hoja de ruta se quedará en papel mojado.

Eso sería un gran problema. En Vitoria no existen ejes comerciales, sino grandes aglomeraciones de calles con tiendas y bares en el centro y aledaños conectadas sin patrones de implantación definidos. Y ese déficit, sumado a los obstáculos de las exigencias del trabajo de autónomo, la crisis, el envejecimiento de la población o el éxodo de los jóvenes al extrarradio, ha debilitado al sector y, por ende, a toda la ciudad. No obstante, Bengoechea prefiere empezar dando pequeños pasos que estar desde ya ambicionando grandes desafíos. Uno de esos peligros es, a su juicio, el slow-shopping del que habla el plan dentro de la constitución de una marca comercial, una filosofía que obliga a los establecimientos de proximidad a establecer dinámicas que promuevan otra manera de vender y de comprar, calmada, sin prisas, sostenible, con escenografías más visuales o participativas. “¿Cómo aglutinas a los comercios para algo así? No digo que no se pueda, ojalá y, en cualquier caso, el Ayuntamiento es el que debería trabajarlo, pero en Gasteiz On ya hicimos un decálogo en ese sentido y no llegamos a aplicarlo porque resultaba muy complicado”, afirma.

Desde Zaramaga, José González coincide con Bengoechea en que “hay mucho que hacer” antes de llegar a esa marca y, como portavoz comercial de un barrio donde las promesas de revitalización han caído en saco roto, quiere confiar en que “esta vez el Ayuntamiento vaya en serio”. A su juicio, la capacitación de los profesionales debería de ser ahora una de las líneas de actuación prioritarias, pero tiene claro que ha de ir más allá de la actualización tecnológica. “Se necesita influir en la mentalidad del comerciante, que se dé cuenta, y se crea, que además de comerciante es empresario y que entienda que hay una nueva forma de vivir, de consumir, que la gente evoluciona”, subraya. También cree que ha llegado la hora de configurar políticas urbanas que definitivamente den fuerza a los barrios. “No quiero ser uno de esos malpensados que tienen la sensación de que se quiere destruir el comercio de la periferia para que el consumo se concentre en el centro”, apuntilla, con retintín, “pero para eso hacen falta corredores”. Ya hubo un intento positivo en la legislatura socialista con el plan Alhóndiga, sólo que no tuvo continuidad.

A partir de ahí, González cree que sí se podría construir una ciudad que fuera referente en compras. Él se la imagina como un parque temático de atracciones. “Esos parques se dividen en zonas con diferente personalidad y distintas atracciones. En un sitio tienes las montañas rusas, en otro entretenimientos más familiares... A las once hay un evento en un área y a las doce en otro... Lo mismo se podría hacer con Vitoria, una vez que se definieran los ejes y se ayudara a los comercios. Cada barrio tiene su esencia, su identidad, una oferta distinta”, subraya. Y sin poder dejar de imaginarse el mapa en la cabeza, habla de cómo Zaramaga podría proporcionar “esa hostelería que no es muy refinada, que nada tiene que ver, por ejemplo, con la del Ensanche, pero que está representada por gente que lo suyo, lo tradicional, lo hace que te mueres, y está claro que en cada momento te puede apetecer una cosa distinta”.

Gorbea es una buena prueba de esa máxima, porque sus comerciantes han logrado con un tremendo esfuerzo que la arteria mantenga el tipo pese al envejecimiento de la población de la zona. “Estamos unidos, desarrollamos acciones y para ello nos quitamos tiempo de ocio, de familia y hasta de trabajo porque tenemos claro que merece la pena. Hemos conseguido, por ejemplo, que personas de entre 30 y 45 años que viven en Zabalgana se muevan por esta calle”, afirma el portavoz, Rubén Samperio. Por eso, tiene muy claro que “el asociacionismo es clave en el mantenimiento de la actividad y la dinamización de las calles” y que debería ser prioridad del Ayuntamiento, dentro del plan estratégico, “fomentarlo al máximo”.

Otra medida “valiente” que, a su juicio, deberían adoptar las instituciones es “desenmascarar de una vez por todas a esas empresas con domicilio fiscal en otros lugares que aportan poco o nada a Vitoria”. De esa manera “sería más fácil”, asegura, “frenar la extinción a la que ahora está abocado el comercio local”, porque la gente tomaría verdadera conciencia de la importancia de comprar en los negocios “que crean trabajo aquí y que fomentan el desarrollo de la ciudad”. Samperio ha advertido cómo cada tienda que cierra aboca aún más a los gasteiztarras a acudir de forma directa, sin pensarlo, a las grandes superficies y franquicias, “un alternativa monótona, sin variedad”. Y por eso, él cree que, si el Ayuntamiento gasteiztarra quiere crear una marca, “antes de eso deberá preocuparse por cuidar y por guardar el comercio local con cuantas acciones hagan falta”.

Jon Gotzon Laburu, presidente de Vitoria Comercio Vivo, se lamenta de cómo Bilbao, San Sebastián o Logroño están comercialmente a años luz de Vitoria, pero él duda de que el plan, tal cual está planteado, vaya a servir de algo. Su opinión casa de lleno con la filosofía de la agrupación a la que representa, la única que no recibe subvenciones porque no quiere tener esa vinculación institucional. Y precisamente ésa es la “medida 56” que, sólo para empezar, introduciría en la hoja de ruta. A partir de ahí, Laburu tiene claro que se trata de “un plan con una inconcreción absoluta, con medidas muy abstractas y, para colmo, va con un año de retraso”. En caso de que se definiera más, considera que, para que no esté abocado al fracaso, “han de ser los técnicos de Comercio, los funcionarios, los que tomen las riendas de su desarrollo, con la concejala de Comercio y el alcalde detrás”.