la semilla de la ONG gasteiztarra Sonrisas Delalí germinó cuando Polentze Mayoral participó en un proyecto de cooperación en Togo, un minúsculo y pobre país de África occidental fronterizo con Ghana y Benín, durante el mes de agosto de 2013. Lo hizo de la mano de la ONG togolesa Asmene, que ayuda a niños huérfanos, mujeres sin recursos y familias desfavorecidas en general, y la experiencia removió sus emociones y su conciencia. “Al ver el sufrimiento de los pequeños, lloraba de impotencia. Al final de la estancia, el director de Asmene me dijo que no hay que llorar, sino que hay que hacer, y así sentí la necesidad de ser su voz y actuar”, describe Mayoral.

No tardó mucho tiempo en ponerse manos a la obra, con muy pocos medios a su alcance, pero sí con un buen número de “hadas” dispuestas a echarle una mano. “Vi que teníamos la obligación de compartir lo que tenemos, porque vivimos en la parte favorecida del mundo. No nos podemos quedar con los brazos cruzados, sino que todos podemos hacer algo para transformar el planeta en que vivimos. Tenemos que predicar con el ejemplo”, reflexiona Mayoral.

La cooperante comenzó recabando pequeñas cantidades económicas de diferentes familiares y amigos y tuvo también una ayuda “muy generosa” de su empresa, Rem-Iru, para comenzar a andar y completar su primera acción de ayuda importante a Togo, solicitar y tramitar 30 partidas de nacimiento para otros tantos niños del país, un documento imprescindible para el reconocimiento de los derechos que les corresponden. Fue la primera de muchas, o al menos eso espera Mayoral, que con el tiempo incorporó más voluntarias a su pequeño equipo, ella como fundadora y presidenta de la ONG. Primero se cruzó con Marta Fernández de Retana, después con María Isabel, hermana de ésta, más tarde con Paz Hurtado, Alicia Reguero, Marta Oribe...

Las cinco y alguna colaboradora más, como Raquel Cahue -creadora del logo-, completaron finalmente todo el papeleo necesario y constituyeron la flamante ONG el 26 de noviembre del pasado 2014. “Éramos nuevas en todo, pero teníamos mucho ímpetu e ilusión”, recuerda Marta Fernández de Retana, secretaria del colectivo. Un año de recorrido productivo, pese a que todavía la organización no puede optar a las convocatorias de ayudas institucionales, y durante el que han ido planteándose nuevas metas e ilusiones. “Nos financiamos gracias a nuestro círculo más cercano, familiares y amigos. Básicamente, con donaciones individuales”, subraya por su parte María Isabel, tesorera de la organización. Su hermana Marta, entretanto, pone sobre la mesa el “objetivo general” que persigue la ONG, “promover el desarrollo digno y autosuficiente de Togo y también de Ghana, aprovechando sus recursos”, así como su “compromiso específico”, que “se reconozca la personalidad jurídica de todas las personas a través de esas partidas de nacimiento”. Un registro que, según reivindica el colectivo, debe ser “universal, oportuno y gratuito”.

En Togo, un país que ocupa el puesto 166 de 187 en Índice de Desarrollo Humano (IDH), una partida de nacimiento fuera del plazo legal cuesta alrededor de 15 euros, lo que para los profesionales más cualificados puede suponer el sueldo de todo un mes. Otro dato si cabe más alarmante es que el 30% de los niños y niñas de Togo de menos de cinco años carece de partida de nacimiento. “Si no estás registrado, no existes. Casi se podría decir que no eres persona, porque estás totalmente fuera del sistema”, advierte en este sentido Reguero.

El problema afecta fundamentalmente a las zonas rurales y a los niños huérfanos, los más vulnerables, que sólo en Togo, que tiene una población estimada de siete millones de habitantes, superan la cifra de 350.000. Sonrisas Delalí, que en el idioma autóctono ewe es una llamada a la esperanza, se ocupa de tramitar estas partidas de nacimiento extemporáneas, las que se solicitan una vez superados los 45 días posteriores al nacimiento del pequeño. Un proceso “difícil, complejo y costoso”, que implica decenas de reuniones y entrevistas para demostrar quién es cada niño, y que se complica todavía más cuando no tienen progenitores conocidos.

consecuencias Al margen de convertir a sus poseedores en sujetos de todos los derechos, la posesión de una partida de nacimiento contribuye a disminuir la vulnerabilidad de los niños frente a distintos abusos como la explotación laboral y sexual, los matrimonios precoces, la adopción ilegal, el tráfico de personas, el reclutamiento forzado y temprano de niños soldado, la esclavitud... “El problema del tráfico de niños es enorme en Togo, y quienes no disponen de partida son con más probabilidad víctimas de esta violación de derechos”, explica en este sentido Fernández de Retana. No contar con una partida de nacimiento también impide a los pequeños obtener, siempre que lleguen a esa etapa escolar, un certificado de estudios primarios para continuar su formación.

Desde su constitución como ONG, Sonrisas Delalí ha logrado tramitar un total de 163 partidas de nacimiento, 32 en la localidad de Zukpe y 131 más en Kpalime, todas ellas en Togo. Lo ha hecho de la mano de dos socios africanos (Asmene y Jadi), sus contrapartes, que trabajan en estrecha colaboración con los centros escolares, donde se concentran los pequeños y el profesorado es conocedor de su historia vital. “Estamos encantadas de la evolución y el crecimiento que hemos conseguido hasta ahora”, apunta Mayoral. “Pero queremos hacer mucho más, algo más grande, porque son decenas de miles los niños que necesitan esta partida”, reconoce Marta Fernández de Retana. Todos los años, en agosto, Mayoral se desplaza a Togo para comprobar el correcto desarrollo de sus proyectos.

No en vano, la tramitación de partidas de nacimiento no es el único ámbito de trabajo de la ONG, que trabaja en la sensibilización de las familias locales en la importancia de universalizar las partidas, para que puedan reivindicar este derecho. Además, Sonrisas Delalí tramita becas para que los niños más vulnerables puedan costearse sus estudios y labrarse un futuro mejor y va a poner en marcha una casa de acogida para 30 niños sin protección parental en la localidad ghanesa de Atsianse. A día de hoy, falta por terminar de pagar el hogar, aunque la ONG ya ha destinado alrededor de 2.600 euros a la compra del inmueble y 450 más a su acondicionamiento. “Esperamos tenerlo en marcha para 2016”, anhela la presidenta de la ONG, ansiosa de seguir dando pasos en este sueño, el de ayudar a un país “maravilloso, que engancha”, y en el que desde el primer día se ha sentido “como en casa”.