Se acerca la Navidad y con ella los mensajes de armonía, paz y amor. Pero esa alegría que pronto embriagará corazones -y bolsillos- pasará de largo por muchas comunidades de vecinos, en las que algunos seguirán negándose el saludo y mirándose con desdén al cruzarse en el portal. Ya lo dijo el poeta. “Es más fácil amar a la humanidad en general que a quien es tu vecino”.

Los conflictos vecinales originan 80.000 procesos judiciales en el Estado cada año según el Colegio de Administradores de Fincas. 220 al día. En Álava, según datos a los que ha tenido acceso en exclusiva DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, llevan provocadas 602 demandas civiles; más de dos al día. No en vano, según confirman para este periódico desde el Ayuntamiento de Vitoria, sólo en la capital alavesa la Policía ha tenido que intervenir en un total de 1.160 problemas entre residentes. Y lejos de sofocarse el problema crece, ya que esta cifra refleja 250 actuaciones policiales más que las realizadas a esta misma altura del año pasado. Casi nada.

Los orígenes son muchos y variados, pero sin duda son viejos conocidos para la inmensa mayoría. Impagos de cuotas comunitarias, actividades molestas (suciedad, ruidos...) y defectos o vicios constructivos son, por este orden, los que encabezan este ranking de la discordia. Y sus desenlaces son también tan variados como quizá desconocidos dadas las diferentes vías que ofrecen para resolver estos conflictos tanto las administraciones públicas como las entidades privadas.

¿Qué hacer? Hay que ponerse ante uno de esos casos que alteran la paciencia y el normal desarrollo de la vida del más pintado. Un vecino -o un bar, que también son parte de la comunidad- se excede poniendo la música o la televisión a todo trapo y/o a deshoras. O fuma en el ascensor. O saca a su perro sin las debidas precaucione o no recoge los excrementos de la mascota. O decide convertir en terraza particular lo que antes era un solarium comunitario. O incluso utiliza la vivienda para desarrollar en ella actividades mercantiles clandestinas -fabriles, de prostitución...- por poner sólo algunos ejemplos. ¿Qué se puede hacer? ¿Cuáles son los pasos a seguir?

Evidentemente, las diferentes instancias consultadas por este diario sitúan la primera clave en el diálogo. Convertir al presidente de la comunidad en el primer interlocutor con el vecino molesto sería el primer paso para hacerle saber que lo es. Pero si esta llamada de atención no surte efecto, administraciones públicas y entidades privadas explican en qué puede ser útil cada una para desbloquear el conflicto y ponerlo rumbo a una solución.

Básicamente se abren dos vías ante los afectados: la pública y la privada. El Gobierno Vasco pone a disposición de los vecinos el servicio Bizilagun. Creado específicamente para este fin, será el encargado de contactar inmediatamente con las partes para mediar en busca de un acuerdo que evite tener que acudir a la vía judicial.

Del mismo modo, los afectados pueden también acudir a asesores privados. En Álava, Aboaser, que lleva cerca de 400 comunidades de vecinos, explica que “la media de incidencias por comportamientos incívicos” que llegan a sus manos “es de una por semana. Y si hablamos de denuncias por impagos, es fácil que estemos hablando incluso de una al día”.

Así de rotundo se expresa su máximo responsable, Óscar Baro. “No sabemos convivir en general y muchas veces se genera un conflicto sólo por esa falta de diálogo y respeto”, lamenta. Y ante esto, prescribe su receta mágica. “Es mejor hablar las cosas y, si es necesario, regular lo que se puede o no se puede hacer en una comunidad antes que liarse a prohibir. Debería ser una cuestión de lógica y consideración”.

En este sentido, Baro señala la importancia de las reuniones de vecinos. Tediosos rings en los que enzarzarse y perder el tiempo para muchos, que bien podrían convertirse en foro útil para poner en común inquietudes o diferencias. “Siguiendo las ordenanzas municipales, las comunidades son soberanas para organizarse conforme a sus estatutos”, recuerda.

Última estación, la demanda Sin embargo, el diálogo no siempre lo puede todo, y en el caso que la mediación fracase confirmando aquello de que dos no se entienden si uno no quiere, llega el turno de la demanda y con él el del Ayuntamiento, hasta ahora no directamente concernido pero que ahora sí puede entrar a jugar un papel esencial, que es el de recabar pruebas que sustenten la demanda, sea civil o penal. “Nosotros, ante una denuncia de comportamientos incívicos, ruidos, o desarrollo de una actividad clandestina, podemos enviar a la Policía para que constate lo que sucede y lo aporte como prueba, porque si estas no existen, es muy difícil que un vecino logre que un juez dé por buena su denuncia y condene a quien le molestaba”.

Así lo explica el síndico municipal de Vitoria, Martín Gartziandia, quien advierte de que un aviso legal a tiempo puede corregir muchos rumbos. “Ante un vecino rebelde al que se le ha pedido que corrija su comportamiento y que no hace caso, un aviso oficial de lo que su actitud puede costarle puede ser muy eficaz. Si un juez con las pruebas en la mano comprueba que efectivamente se están conculcando derechos fundamentales como el de la integridad física y moral (la gente puede enfermar por depresión o ansiedad ante un estrés provocado por el ruido, por ejemplo) puede dictar penas incluso de cárcel según el Código Penal. Puede prohibir al propietario infractor el uso de la vivienda por un periodo de hasta tres años, o en caso de que esté alquilado, obligar su desahucio. “Hay advertencias. Y si no, la vía judicial, claro, que tampoco hay que despreciarla nunca, porque es un último recurso, pero un último recurso útil. Eso sí, sólo para cuando falla el diálogo”, explica. Y los datos confirman que no son pocos quienes se ven abocados a recurrir a él.

Si en el Estado se habla de que más de 80.000 denuncias llegan cada año a las salas, los tribunales alaveses no son ninguna excepción. Resulta imposible cuantificar el número de denuncias penales que provienen de un conflicto por mala vecindad -“no podemos categorizar si una agresión o un insulto que nos haya llegado por esa vía viene motivado por una mala convivencia o por una pelea de bar”, explican desde el Palacio de Justicia de la Avenida Gasteiz-, pero basta recordar que este año serán más de 700 las demandas civiles que tratarán los juzgados de la capital. “Son las que provienen de denuncias de incumplimiento de la Ley de Propiedad Horizontal en su artículo 21”, centrado principalmente en los casos de impagos de cuotas o derramas, explican estas fuentes.

Pero basta echar un vistazo a la relación de actuaciones policiales [ver tabla] por los clásicos del conflicto vecinal -ruidos por obras, fiestas, animales...-, y constatar que es una realidad que este año habrá aumentado un 30% respecto a 2014 para reflexionar sobre la forma de convivir... Y sobre cómo se afrontan los conflictos. Un ámbito en el que respeto y diálogo destacan una vez más como el mejor antídoto y la mejor solución. Aunque no sea la única.

Un largo anecdotario. Cada casa es un mundo y las anécdotas que recuerdan los mediadores alaveses parecen confirmarlo. Hay quien recuerda una fiesta que acabó con un portal bañado en ketchup; los que han tenido que denunciar las llamas de una barbacoa; quien ha visto entrenar un ave de presa por el jardín comunitario; quienes han visto crecer una fiesta con hinchables para niños en las zonas comunes; quienes han tenido que denunciar el ‘volumen del amor’ de sus vecinos... Casos y cosas.