según la revista Forbes es la tendencia más revolucionaria del siglo XXI, mientras que la revista Time la nombró en 2011 como una de las diez ideas que cambiarán el mundo. Nos referimos a la economía colaborativa, un sistema en el que se comparten e intercambian bienes y servicios a través de plataformas digitales con la confianza como clave de la transacción. Este fenómeno, que ha roto con los paradigmas actuales de consumo, mueve ya 2.580 millones de euros en todo el mundo y ha crecido un 50% anual en cuatro años.

En la localidad alavesa de Amurrio se encuentra Utopía, un caserón de tres plantas de estilo rústico rehabilitado en 2002. Allí los huéspedes pueden optar por una romántica buhardilla para dos personas o si lo prefieren, una suite con habitación, sala de estar y baño privado con capacidad para un máximo de ocho personas que Pablo De Lapatza, el anfitrión, alquila a través de la plataforma de alojamiento Airbnb.

Utopía es, además, la casa donde De Lapatza vive con su mujer y sus dos hijos. Una casa, que tal y como describe su propietario, “es muy grande y dispone de varias habitaciones amuebladas y preparadas para albergar visitas de amigos y familiares”. Cuando conoció la existencia de Airbnb a través de unos amigos, pensó que sería “una buena oportunidad para conocer gente de todo el mundo, además de suponer un ingreso extra para hacer frente a la hipoteca y al mantenimiento de la casa”, detalla.

Se registró en la plataforma en 2012 y desde entonces han pasado por este caserón alavés huéspedes de diferentes nacionalidades. Desde Nueva Zelanda hasta China pasando por diversos países de América y Europa. El perfil del visitante suele ser en su mayoría “parejas o familias de un nivel adquisitivo y cultural alto, personas muy educadas e interesantes” añade De Lapatza.

A juzgar por los comentarios que dejan en su perfil, la estancia en casa de Pablo es “excelente”. De hecho, roza la máxima puntuación como resultado de las 160 opiniones que han dejado sus huéspedes. Entre sus puntos fuertes, los viajeros destacan “el entorno tranquilo y acogedor en el que se encuentra, así como su ubicación estratégica; de las habitaciones, valoran su amplitud, luminosidad y limpieza y por último no olvidan el jardín, muy agradable en verano”. Pero, quizá, es la sensación de sentirse como en casa lo que más valoran sus visitantes. Y es que Pablo intenta acoger a sus huéspedes “como si fueran viejos amigos o familiares que viven muy lejos y a los que apenas conoce, pero a los que les alegra ver de nuevo”. A su vez, este intercambio le aporta a De Lapatza riqueza cultural, conocimiento y perspectiva global. “Vivimos en un mundo muy pequeño, y a veces es bueno ver que lo que piensa la gente que vive al otro lado del mundo es sorprendentemente parecido a lo que vivimos nosotros”, afirma.

Esta forma de viajar, que hasta la fecha han usado más 30 millones de personas en todo el mundo, te permite, según este anfitrión alavés, “ser más viajero que turista, gracias a un contacto real con las personas y su modo de vida”. Asimismo, asegura que nunca ha sentido miedo o desconfianza a abrir la puerta de su casa a desconocidos, ya que “el sistema de evaluaciones de anfitriones y huéspedes te permite conocer bastante a las personas que vas a acoger”. Para De Lapatza, esta experiencia es algo muy personal. Él la recomendaría a todo aquel que tenga una habitación libre, le guste viajar y conocer gente. Después de todo, afirma: “alojar huéspedes es lo más parecido que puedes hacer a viajar sin salir de tu propia casa”.

Otra modalidad para buscar alojamiento es Couchsurfing, una red que conecta viajeros de todo el mundo cuya denominación significa algo así como surfeando un sofá. El sofá es algo simbólico, ya que cada usuario especifica lo que puede ofrecer, ya sea una cama o un colchón. La vitoriana Alaitz Elizondo se registró por primera vez en esta web en 2013 y desde entonces ha surfeado un sofá en París, Costa Rica y Nueva Orleans. Esta joven de 30 años eligió esta plataforma porque te permite conocer un lugar de la mano de alguien local, “se trata de hacer un turismo diferente del que aparece en las guías, poder compartir una cena con gente autóctona, conocer sus costumbres, acudir al bar donde va todos los días...”. Todo eso con la ventaja de que es gratuito.

Además de vivir la experiencia como surfer (viajero), Elizondo también ha abierto su casa a varios huéspedes. Hasta ahora ha acogido a tres chicas de Eslovenia, una suiza y un joven de Sudáfrica. “A las primeras las llevamos a Magialdia, conocieron la romería de Olarizu y disfrutaron de una cena en la sociedad gastronómica, la chica de Suiza tuvo la oportunidad de hacer sus primeros barrancos y el sudafricano solo se quedó una noche y lo llevamos a la sociedad”, describe. Y es que, como buena anfitriona, a Alaitz le gusta pasar tiempo con sus huéspedes para que disfruten al máximo de la estancia. A su juicio, un buen hoster (el que hospeda) es “alguien que te dedica tiempo y te hace parte de su vida por unos días” y un buen surfer es alguien “flexible, que sabe adaptarse a las circunstancias de cada lugar y de cada persona o familia que le recibe”. Una relación donde “el respeto mutuo es clave”, sentencia.

Además del surfer y del hoster, existe otro tipo de miembro que se denomina Coffe o Drink, que se presta a quedar con el viajero para tomar algo o enseñar la ciudad. Asimismo, cada ciudad tiene sus grupos de Couchsurfers y estos suelen organizar quedadas o eventos diversos.

Para unirse a esta red es requisito indispensable completar un perfil, donde los datos básicos (nombre, edad, ciudad, ocupación, idiomas, etc.) son importantes, pero sobre todo, hay que prestar especial atención al apartado referido al sofá (si es un sofá, una cama, una habitación privada, etc.) y también a los gustos y aficiones. Por último, hay un espacio dedicado a las opiniones, “un punto básico para orientarse en la búsqueda de alojamiento”, añade esta gasteiztarra.

Su experiencia como couchsurfer ha sido positiva y la recomendaría a toda persona que sea “abierta, flexible y respetuosa porque es una forma fantástica de moverse por el mundo”, asegura.

movilidad compartida El uso del coche compartido se ha convertido en la solución para muchos problemas actuales, tales como el constante incremento del precio de la gasolina, los atascos a la entrada y salida de las ciudades, el impacto de las emisiones de CO2 sobre el medio ambiente o la necesidad de ahorro.

BlaBlaCar es pionera en esto de la movilidad compartida y tras casi seis años de andadura, sus cifras avalan su éxito. Los usuarios de esta plataforma superan los 20 millones en los 19 países que opera el servicio.

Fernando Echeverría es uno de ellos. Lleva desde mayo de 2012 registrado en BlaBlaCar y desde entonces ha publicado 68 viajes y ha recorrido alrededor de 18.000 kilómetros en coche compartido. Como muchos vitorianos, Fernando se trasladó a Madrid por motivos laborales y estableció allí su lugar de residencia actual. Los fines de semana regresa a la capital alavesa para visitar a sus familiares y amigos y este sistema le permite ahorrar costes en un trayecto que realiza habitualmente. Casi siempre es el conductor (alguna vez también ha viajado como pasajero) y lo prefiere, ya que eso “te permite crear el viaje y los pasajeros se adaptan a ti”, matiza.

El perfil del viajero -normalmente son dos o tres personas- que le acompaña suele ser gente de entre 25 y 35 años que estudia y/o trabaja en la capital y que aprovecha los fines de semana para volver a casa. “Suelen ser personas abiertas, muchos viven en pisos compartidos y todos mantenemos un estilo de vida muy parecido”, sostiene. Estas afinidades propician que la conversación fluya de forma natural “solemos hablar de nuestras ocupaciones, el día a día? y se suelen evitar temas sensibles como religión, política y fútbol”, afirma con humor.

Echevarría se considera un buen conductor y las opiniones publicadas por los usuarios que han viajado con él lo corroboran y a su vez valoran muy positivamente su compañía: Muy buena experiencia; puntual y con buena conversación; un viaje muy agradable; sin duda, repetiría son algunas de las últimas reseñas que pueden leerse en su perfil. Tanto para Echevarría, como para la mayor parte de usuarios (un 90%, según datos de BlaBlaCar) resulta fundamental el hecho de que puedan realizarse valoraciones acerca de los compañeros de viaje, puesto que eso supone el pasaporte digital dentro de la comunidad y permite a los usuarios obtener mayor confianza y fiabilidad a la hora de emprender un viaje.

Echevarría ostenta el nivel más alto que otorga la plataforma -hay cinco niveles de conductor: principiante, intermedio, avanzado, experto y embajador-. Para lograr este último escalafón se tiene en cuenta la antigüedad, el porcentaje de opiniones positivas, la información completada en el perfil y la certificación del email y el móvil. Para este joven alavés, un buen embajador, además de conducir bien, “debe ser responsable, tener el coche en buenas condiciones, ser agradable, hacer que los ocupantes se sientan cómodos, facilitar la recogida en la medida que se pueda, etc.”. Ser embajador también tiene sus ventajas, la principal es que tiene más facilidad para ocupar las plazas de su coche.