El año 2015 ya casi ha pasado, pero desde el terreno más real, el que pisan cada día esas más de 1.000 millones de personas, lograr esa plena inclusión no ha dejado de ser todavía una meta difícilmente alcanzable. Cansadas de las buenas palabras, muchas de ellas volverán a salir a las calles de medio mundo este 3 de diciembre para exigir una sociedad sin barreras, de ningún tipo, en la que se pueda avanzar hacia ese lejano objetivo. Hoy es efectivamente un día de reivindicaciones, como así lo entienden también las decenas de colectivos que trabajan en el ámbito de la discapacidad en Álava. Cuatro de ellos han querido compartirlas con este periódico.

Lograr una sociedad accesible para todos puede parecer un objetivo sencillo a priori, pero numerosas experiencias recientes en el ámbito más local lo ponen en entredicho. Rafa Ledesma, director de la agencia de la ONCE en Álava y afectado por una discapacidad visual, se ha topado a lo largo de los últimos tiempos con un nuevo handicap, presente en todos los ámbitos pero invisible para mucha gente, que paradójicamente debería estar ahí también para hacer las cosas más fáciles: la tecnología. Se refiere Ledesma a las barreras sensoriales, presentes además en un buen número de edificios de reciente construcción. “Las instituciones se están centrando mucho en eliminar las barreras arquitectónicas, que son las más fáciles de identificar. Pero al mismo tiempo, la sociedad avanza y se van creando nuevas barreras. Las adaptaciones tecnológicas no tienen que impedirnos acceder a los servicios públicos, tampoco a los privados”, lamenta el portavoz de la ONCE.

Varios ejemplos concretos sustentan la reflexión de Ledesma, como las pantallas de la nueva estación de autobuses de Gasteiz, que tienen los números “muy pequeños”, las máquinas de citación del edificio de consultas del Hospital Universitario de Álava (HUA), con las que incluso las personas mayores “se vuelven locas”, o las terminales situadas a la entrada del edificio de Correos, de características similares. Incluso en las máquinas que sirven para picar la tarjeta BAT en las marquesinas del tranvía, que sí están adaptadas para las personas con discapacidad visual, se ha dado algún problema recientemente. “Tenemos que seguir reivindicando una sociedad más justa e inclusiva para todos, porque todos podemos acabar viviendo con una discapacidad. Vivimos más años, pero también con más achaques”, reflexiona Ledesma.

Soraya Pontejo, presidenta de la Asociación de Personas con Discapacidad física de Álava, Eginaren Eginez, lamenta también la creación de nuevas barreras, en su caso físicas, cada vez que una infraestructura pública abre sus puertas. “Siempre que se construye algo tenemos que estar detrás, pese a que hay una ley de Accesibilidad de hace más de 30 años”, lamenta Pontejo, quien asegura que las reivindicaciones de su colectivo “casi no han variado” en los últimos años, por mucho que esas palabras bonitas sigan proliferando. “Los políticos, que son los que construyen la sociedad, tienen que hacerlo para todos. No tenemos que estar todo el día detrás de ellos como policías”, censura la presidenta de Eginez. El “maravilloso” -irónicamente lo dice- edificio de General Álava 10, plagado de escaleras y sedes institucionales diversas, es un claro ejemplo de ello.

también, en el ámbito privado Las barreras físicas, no obstante, no sólo se repiten en el ámbito más público, sino que también son bastante habituales en locales construidos bajo la iniciativa privada. “En este aspecto seguimos igual, porque se siguen abriendo un montón de sitios inaccesibles. En la zona centro es una barbaridad, entre bares y tiendas”, recuerda Pontejo. El acceso de las personas que sufren algún tipo de discapacidad física al mercado laboral ordinario es también uno de los principales caballos de batalla de Eginez, que se encuentra en plena elaboración de su campaña de empleo. “Es un pilar fundamental para todos, y por supuesto también para nosotros. Pero nuestro acceso al mercado es todavía un tema tabú, porque parece que no vamos a valer como los demás”.

En Apdema, la Asociación a favor de Personas con Discapacidad Intelectual de Álava, el reto, o más bien la necesidad, es a día de hoy “recuperar el nivel perdido”, una situación agravada en todo el ámbito social que responde a los recortes derivados de la crisis económica. Nacho Loza, director gerente de Apdema, enumera casi de carrerilla las necesidades más apremiantes de este colectivo, que empiezan por reducir las listas de espera para acceder a una vivienda, por facilitar más su acceso al mercado laboral protegido -bajo el paraguas de Indesa-, por aumentar las ayudas para la contratación de monitores para los hogares grupales que gestiona la asociación o por seguir avanzando en el reconocimiento del derecho subjetivo de los afectados.

“En un ambiente de autobús, queremos que las personas con discapacidad intelectual sean los conductores, no los pasajeros”, reflexiona Loza, quien cree que al margen de la crítica situación económica ha tenido una clara influencia en la pérdida de ese nivel social la “autocomplacencia” de muchos vecinos del territorio. “No nos tiene que valer ese bastante hacemos con mantener lo que hay”, advierte el gerente de Apdema, quien llama a recuperar el “orgullo” por los servicios sociales locales desde los hechos, lo que llevaría a superar el actual “estancamiento”.

Entretanto, la presidenta de la Asociación Alavesa de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Asafes), Lucía Peña, apela también de cara a la jornada de hoy a la empatía de toda la sociedad, a ponerse en el lugar de las personas que padecen algún tipo de discapacidad. “No somos muy conscientes de que es una condición humana de la que nadie está libre y de que todos tenemos nuestras capacidades”, advierte Peña, tratando de “dar la vuelta al mensaje”. La presidenta de Asafes llama también a la construcción de una sociedad “más inclusiva”, en la que todos debemos tener parte de responsabilidad, y pone énfasis en los ajustes económicos que también en Álava se han producido en el marco de la Ley de Dependencia, a pesar de la autonomía de la que goza en su aplicación. “Se está desarrollando con más rigor que en otras zonas, pero no somos ajenos a los recortes”, asevera Peña.