El paro, la crisis financiera o la corrupción son problemones con bocina. Suenan urgentes, cercanos, tangibles. Luego está el cambio climático, una cosa que mucha gente concibe aún como una amenaza distante. “Alguien, la tecnología, lo que sea, ya resolverá el peligro cuando llegue el momento”, piensa. Y así, muchas personas continúan con sus estilos de vida altos en carbono incluso afirmando sentirse preocupadas por el medio ambiente y otras, cada vez más, se rebelan contra los argumentos de los científicos y las evidencias de sus propios ojos, como un comité que decide evitar un asunto espinoso conspirando para asegurarse de que nunca se incluirá en el orden del día de la siguiente reunión. Pero los efectos del calentamiento global y demás alteraciones provocadas por el hombre ya se sienten en nuestro entorno. Y no son ninguna broma. Por eso, las acciones encaminadas a mitigarlos y, de paso, sacar beneficios del nuevo escenario, han pasado a formar parte de casi todas las agendas institucionales. La Cumbre del Clima de París, a la que el Ayuntamiento de Gasteiz acudirá este viernes para compartir sus iniciativas y reforzar sus compromisos, es la prueba.
Vitoria se ha convertido en una de las entidades locales que más fuerte ha apostado, fijándose como objetivo reducir el 25% de las emisiones de dióxido de carbono que se registraron en 2006 para el año 2020. Y no se trata sólo de bonitas palabras. Para conseguirlo, puso en marcha en 2010 un plan lleno de acciones concretas, repartidas en seis ámbitos: sector residencial, de servicios, movilidad, sector primario, ciclo hidrológico y gestión de residuos y limpieza urbana. Desde entonces, ese documento ha sido su hoja de ruta, aunque por ahora sólo ha conseguido una disminución del 8,7% del C02. Así que toca acelerar el ritmo. “La ciudad ha sumado 16.000 nuevas viviendas de 2006 a 2013, ha crecido en ese tiempo una tercera parte, lo que significa más ciudad que barrer, regar, alumbrar, más población a la que transportar, abastecer... Eso es una rémora, pero no podemos caer en pronósticos catastrofistas. Estamos en la senda y podemos lograr ese reto y, por qué no, llegar a 2050 siendo una ciudad neutra en carbono”, asegura uno de los gurús del desafío municipal, Juan Carlos Escudero, jefe del área de Información e Innovación del CEA.
El formato de Vitoria, pequeña, llana y relativamente compacta, facilita la lucha contra el cambio climático. También su histórica sensibilidad medioambiental, y eso que en el Consistorio son muy conscientes de que para conseguir la implicación de la gente lo que menos vende es el buenismo ecologista. De hecho, si no existieran otro tipo de beneficios que la mera preservación a futuro del planeta, la mayoría de gobernantes del mundo jamás hubiera dado el paso. La realidad es que las acciones para limitar las emisiones de gases contaminantes construye ciudades más ricas y saludables porque conllevan ahorro económico, el impulso de la economía local gracias a la generación de puestos de trabajos en el mercado de la eficiencia energética, mejor calidad de vida... “Se trata de hacer de la necesidad virtud, porque nuestra competitividad o vulnerabilidad va a depender de nuestra capacidad para cambiar nuestro modo de vida. Y apelar sólo a la sensibilidad es un esfuerzo en vano”, admite Escudero.
De los seis sectores en los que se está trabajando, el residencial es uno de los más importantes y el que más se le está atragantando a Vitoria. Desde el inicio del plan de lucha contra el cambio climático, las emisiones sólo se han reducido un 5,2% , porcentaje que responde sobre todo al menor uso de la calefacción por la crisis y a medidas que los propios ciudadanos han ido adoptando para mejorar su habitabilidad (reformas de fachadas, sustituciones de ventanas, de calderas...). Por otro lado, el consumo energético ha crecido en ese mismo tiempo la friolera de un 14%, culpa de la descontrolada expansión de la ciudad. Escudero no oculta los porcentajes porque está convencido de que pueden mejorar. Las herramientas son el plan de rehabilitación de Coronación, “que servirá de catalizador para intervenir en otros barrios”, y el compromiso al fin adquirido de crecer hacia dentro.
El otro gran sector que sigue siendo clave para el Ayuntamiento es el transporte, y eso que las emisiones de gases se han reducido un 9,7% y el gasto de energía ha bajado un 8,9%. Hay que conseguir que los desplazamientos a pie, el 54% del total, al menos continúen estabilizados, que siga creciendo el uso de la bicicleta, así como del tranvía y el autobús, y que el coche, cuyo peso ha descendido del 37% al 24%, continúe perdiendo fuelle. Para eso se hace preciso que la flota de Tuvisa sea cien por cien eléctrica, que la red mejore su cobertura, facilitar el desplazamiento ciclista y construir las tantísimas veces anunciadas supermanzanas. Lo bueno es que son medidas ya cuantificadas, gracias al Plan de Movilidad. Y la historia ha demostrado que, cuando existe una estrategia rigurosamente definida, los éxitos llegan. Ha sucedido ya con el ciclo hidrológico: aunque la población ha crecido, el consumo de agua se ha reducido un 2,8% y las emisiones de C02 se han precipitado un 45%.