el debate abierto en torno al futuro de la DOC Rioja ha enrarecido el clima político a un lado y otro del Ebro durante los últimos meses. El deseo compartido por muchos pequeños bodegueros alaveses de diferenciar su trabajo del de las grandes empresas del sector, que cuenta con la complicidad de las principales instituciones vascas, ha colisionado frontalmente con los anhelos del Consejo Regulador del Rioja y de los partidos e instituciones de la comunidad vecina. No han faltado las declaraciones salidas de tono, como las del expresidente riojano Pedro Sanz, que poco antes de las últimas elecciones autonómicas lanzó varios de sus habituales exabruptos al referirse a esta cuestión: Perlas como “La Rioja es nuestra, que no se olvide nadie“, o “el que quiera que esté, y el que no, que se marche”, han copado los titulares informativos, pero en nada han ayudado a avanzar hacia una solución beneficiosa para todos.

Desde el lado alavés, donde la Diputación ahora gobernada por el PNV ya ha puesto sobre la mesa una hoja de ruta para avanzar hacia un modelo de gestión propio y una denominación diferenciada, políticos como el también popular Javier de Andrés tampoco han podido resistir la tentación de mezclar esta reivindicación con supuestos deseos rupturistas. “Cada cierto tiempo salen a la luz planteamientos para crear una subzona, que nacen desde la ignorancia y amparados por la idea de la división que los nacionalistas llevan dentro”, subrayó en su día el exdiputado general, quien incluso calificó de “necios” a quienes anhelan la diferenciación.

Frente a batallas dialécticas estériles y discursos del miedo que poco aportan a este proceso, sus actores principales, los vitivinicultores, únicamente quieren sentarse en torno a una mesa para reflexionar, debatir y encontrar soluciones al problema, sin interferencias políticas, y por supuesto que se les tenga en cuenta. Hasta la fecha, los profesionales del sector se han mantenido alejados de los focos mediáticos, en un discreto segundo plano, pero hoy acapararán el protagonismo en el congreso Denominación de Origen. Identidad y diferenciación que acogerá el Palacio de Samaniego de Laguardia.

La cita, organizada por Arabako Mahastien Lagunak (AMA), se presenta como una ocasión de oro para, de la mano de expertos de muy distintos ámbitos y un amplio ramillete de bodegueros, compartir experiencias, realizar un análisis serio de la situación actual y sentar las bases para un nuevo futuro, un camino a todas luces sin retorno.

Allí participarán como ponentes Pedro Balda y Gabriel Frías, dos vitivinicultores que comparten una manera de hacer alejada de esa globalización que todo lo invade, que tienen un mundo en común, unas viñas y un vino elaborado con las manos y el corazón, y que coinciden en la necesidad de tener una identidad propia. Apenas les separa una línea, una división administrativa que hace que Balda tenga su negocio, su pequeño mundo, en el lado riojano, y que Frías lo tenga en el alavés. Aunque el primero comercializa cerca de 180.000 botellas al año, un universo de distancia respecto a las sólo 1.000 del segundo, su diagnóstico de la situación actual coincide plenamente.

“La forma de conseguir valor añadido en el vino es incrementar la diferenciación. La globalización y las economías de escala no son el camino para un modelo rural. En todos los sitios hay suelos buenos, personas que trabajan bien y personas que trabajan mal. Eso no se puede acotar con unos límites políticos”, asegura de carrerilla el primero, hijo y nieto de viticultores de San Vicente de la Sonsierra. Desde Villabuena de Álava, epicentro de la bodega Hermanos Frías del Val, el segundo también lamenta la politización de este debate y apuesta, como su colega, por la diferenciación del producto de los pequeños negocios. “No entiendo que haya polémica con este tema. La polémica surgió en el momento en que se metieron los políticos por medio. Esto no va de rupturismos, sino de empresas diferentes que tienen necesidades diferentes”, analiza Frías, que comparte la gerencia de la bodega con su hermano Vicente, tercera generación de vitivinicultores.

Se trata de un debate que, según recuerda Gabriel, “no es nuevo”, pero que no por dejar pasar el tiempo sin tomar decisiones ha dejado de estar ahí. Hace dos años, de hecho, tanto AMA como la Asociación de Bodegas de Rioja Alavesa (ABRA) que ahora preside el propio Frías presentaron una propuesta de nuevo etiquetado para diferenciar, dentro del paraguas de la DOC Rioja, a los vinos elaborados en esta tierra. “Nos han ninguneado”, lamenta Frías, que prefiere esperar a que se desarrolle un debate serio con la participación de todos los agentes interesados para decantarse por una reglamentación futura u otra. “Lo importante es que salga todo bien y sea en beneficio del sector. Hablar es bueno, aquí no hay ni buenos ni malos, pero esto se ha enquistado. Aunque para seguir igual, casi que nos quedamos así”, advierte Frías, cuya empresa exporta ya el 25% de su producción.

en los cuatro continentes De vuelta al otro lado de la muga, Balda vislumbra en la cita que hoy se desarrollará en Laguardia una buena oportunidad para “reivindicar la figura del viticultor, pero no el que controla 7.000 hectáreas, sino el que pisa la viña y hace de eso una forma de vida”. Como es su caso, que produciendo apenas un millar de botellas anuales y ya exporta a países como Japón, Taiwán, Suiza y Estados Unidos. Una de sus aportaciones más revolucionarias consiste en elaborar sus vinos sin sulfuroso.

Balda insiste en la importancia del trabajo de “las personas por encima de todo”, al margen de límites administrativos, y rompe ese tópico de que siendo pequeño uno no puede lograr la rentabilidad. “Ese concepto equivocado se tiene en toda la agricultura en general, pero deberíamos mover el culo para poner en valor lo que hacemos”, remarca el profesional. ¿Creando una nueva denominación? “No creo que sea necesario”, valora Balda.