ante la perspectiva de un cambio, de la índole que sea, la reacción natural en el ser humano pasa por una mezcla de expectativa y miedo, de ilusión e incertidumbre. Así están a día de hoy los vecinos de Coronación, que se enfrentan a una renovación integral del corazón del barrio, una reforma que les implica directamente, por cuanto los propietarios de 750 de los pisos contemplados en el proyecto tendrán que poner 10.000 euros de su bolsillo.
La Unión Europea ha seleccionado el proyecto diseñado por el Gobierno Vasco para este barrio, que concurría junto con las ciudades de Sonderborg, en Dinamarca; y Tartu, en Estonia; y eso significa que a Vitoria llegarán casi 11 millones de euros de los Presupuestos de Bruselas. Con ese dinero, más el que han de poner los vecinos, y el que aportarán el Gobierno Vasco y el Ayuntamiento de Vitoria, Coronación debe convertirse en los próximos cinco años en un barrio eficiente desde el punto de vista energético, pionero en el uso de nuevas tecnologías y con un transporte sostenible.
A buena parte de los vecinos de Coronación, personas mayores que se establecieron aquí cuando se levantó el barrio, las palabras sostenibilidad, eficiencia energética y nuevas tecnologías les suenan a chino. Por eso, muchos prefieren no posicionarse. “Yo soy muy mayor y no entiendo de esas cosas”, responden. “Uy, yo ya tengo ochenta años y me da igual”, dicen otros. Sin embargo, los vecinos sí tienen claros una serie de conceptos, como que llegan muchos euros al barrio y que ellos también tendrán que poner algunos, y aunque no saben muy bien todavía qué se va a hacer con ese dinero, sí cuentan con elementos suficientes como para opinar.
Mari Carmen Mendía, por ejemplo, ni quiere ni necesita que le reformen su casa, que está dentro de la supermanzana que abarca el proyecto, la que encierran las calles Badaia, Coronación, Domingo Beltrán y Siervas de Jesús. “No sabemos muy bien qué quieren hacer, sólo lo que dicen en el periódico, pero yo no quiero arreglar mi casa, nosotros ya hicimos el tejado, pintamos la escalera y hace poco he puesto el baño. No quiero nada aunque me lo regalen. Yo no quiero más obras, soy mayor”, zanja la mujer, quien explica que en su zona esa es la situación general; fachadas rehabilitadas, tejados nuevos y muchos pisos reformados. Mari Carmen es una veterana que llegó a este distrito del noroeste de la ciudad con las grúas y las zanjas “hace más de cincuenta”, que aquí sigue y que aquí quiere seguir. Al barrio le acompaña una fama de viejo y conflictivo que incluso los propios familiares de Mari Carmen dan por buena, pero ella está encantada de vivir en la calle Coronación. “El barrio está muy arreglado, la calle Coronación, y otras también. Es verdad que ha cambiado mucho porque hay mucha gente de fuera, ya no nos conocemos como antes, la gente vende los pisos, vienen personas nuevas... Yo tengo familiares que dicen que hay muchos malos por aquí, que no vendrían a vivir a Coronación, pero yo en mi casa estoy muy bien y aquí vivo muy a gusto”, concluye Mari Carmen, antes de irse a la calle Gorbea a tomar el café con las amigas.
Eva López sube apurada por Eulogio Serdán de camino a su casa, donde “acaban de hacer las fachadas, hay calefacción y el ascensor está a cota cero”. Por ello, no tiene muy claro su apoyo al proyecto SmartEnCity que transformará de arriba abajo el barrio vitoriano. “No sé si lo veo muy bien, habrá casas que lo necesiten, pero en la que vivo yo no hace falta, no sé qué más podrían poner”, señala Eva que, sin embargo, sí considera necesario darle “un lavado de cara” al barrio vitoriano. “No le vendría mal, pero lo de pagar 80 euros al mes habrá gente que no pueda asumirlo”, advierte la mujer, que en los veinte años que lleva en el barrio lo ha visto decaer, en cierta medida, pues “han cerrado bares, lonjas y tiendas, pero como en todas partes”.
Sin embargo, y a pesar de que, efectivamente, la crisis económica ha hecho bajar la persiana a muchos comerciantes del barrio, lo cierto es que Coronación es un barrio vivo, pleno de actividad, un banco de pruebas perfecto para el proyecto que se quiere desarrollar, un salto del modelo urbanístico de los años sesenta del siglo pasado al de la tercera década del XXI aprovechando que ambos, con sus evidentes diferencias, responden a una misma proporción entre metros cuadrados y personas. Coronación está viejo y en cierta medida deteriorado, probablemente muchas casas tienen una deficiente gestión de la energía y además faltan zonas verdes, pero está lleno de gente y fue diseñado a escala humana, y por eso pasearse por la zona a media mañana no tiene nada que ver con hacerlo por otros lugares de la ciudad donde los chaparrales del Anillo Verde cruzan rodando enormes avenidas desiertas en los ventosos días de invierno.
Desiré García regenta la carnicería charcutería Rosa, ubicada en pleno centro del barrio, en el cruce de Coronación y Eulogio Serdán, desde hace apenas tres meses, y confirma que Coronación tiene pulso, que su corazón late. “Es un barrio vivo, dicen que está muy envejecido pero hay mucha gente joven también, tiene bastante movimiento”, comenta la responsable del comercio, quien opina que una reforma integral ayudaría a dar un empujón. “Si es para mejor y fomentar el pequeño comercio, me parece genial, invertir en mejorar, aunque cueste, luego tiene su recompensa”, señala la joven.
Pagar para mejorar César Aristizábal no lleva tres meses con su negocio en Coronación, sino tres años y medio. El responsable de Calzados Collazos también opina que el proyecto de renovación del barrio sólo puede traer beneficios. “Lo hemos visto en los periódicos, y yo creo que todo lo que sea para mejorar está bien, se mejora la imagen del barrio y se mejora la calidad de los locales”, señala César, quien considera que la zona no está en muy malas condiciones, pero aún así defiende una actuación que lo dejará “más elegante, le dará más modernidad, será mejor para todos”. Eso sí, a los vecinos les va a tocar poner dinero para sufragar la reforma de sus viviendas. “Si hay que mejorar hay que pagar, nadie te va a hacer las cosas sin pagar, tengo entendido que en parte está subvencionado, y además van a revalorizar sus propiedades”, opina.
César afirma que en el barrio el tema de la rehabilitación y la ayuda europea está dando que hablar, especialmente “en los bares que frecuento para desayunar, hay runrún”, afirma, antes de seguir con su trabajo.
Blanca Fernández, clienta de la charcutería de Desiré, es una uruguaya vecina desde hace una década de Coronación, un barrio “que está muy bien y en el que tenemos todo a mano”, y cuya fama no cree justificada, al menos en lo que a ella le toca. “Es tranquilo, a mí nunca me ha pasado nada ni en la calle ni en casa y no me puedo quejar. Los demás hablarán por hablar o tendrán razón, pero yo estoy contenta aquí; tengo dos nietos pequeños que van al cole, vamos a nadar a Aldabe y estamos muy a gusto”, asegura. En cuanto al plan de regeneración, Blanca lo ve con buenos ojos, aunque en su caso no vaya a afectarle demasiado en lo que la renovación de viviendas se refiere. “Nuestra fachada ya está renovada y ha quedado muy bonita, y hemos bajado el ascensor a cota cero, estamos conformes”, señala Blanca.
En cinco años y medio, si todo sale como está previsto, Blanca, César, Desiré, Eva y Mari Carmen trocarán sus dudas e ilusiones por la realidad de un barrio pionero en la reducción de las emisiones de CO2.