Vitoria - Como ya hicieran contra el fracking o a favor de impulsar proyectos colectivos como la acogida a niños del Sáhara, las Jornadas de Convivencia Intergeneracional o la Feria del Perretxiko, los vecinos del valle de Kuartango han apostado por la unidad y la participación para rescatar el antiguo balneario. Para ello, hoy sábado celebrarán una fiesta coincidiendo con el 125 aniversario de la instalación. Tras esa iniciativa ha estado el Ayuntamiento, que hace años puso en marcha junto a un grupo de arquitectos locales, Auzolan-Gazteiz, un proceso para conducir a la rehabilitación de ese enorme edificio con una idea clara: su derribo tiene un coste inasumible y el mantenimiento de la situación actual llevará en un periodo corto de tiempo a un peligro real ante posibles ruinas. Además, si el complejo desaparece, se perderá un patrimonio real de todos los vecinos. El objetivo del proyecto es que el edificio pueda albergar necesidades presentes y futuras de los habitantes de la comarca.
El proyecto se presentó hace tiempo a la gente del valle y desde ese momento un grupo de personas, encabezadas por Eduardo Martínez de Santo acordó constituir una asociación sin ánimo de lucro para dar los primeros pasos hacia el objetivo de salvar el edificio para darle nuevos usos. En las reuniones que se han mantenido hasta ahora se ha hablado de viviendas para jóvenes, de pisos para personas mayores, de albergue, talleres y teatro, oficinas y actividad económica y otras salidas. De hecho, en el estudio de Auzolan-Gazteiz se planteaba una distribución de los edificios que conforman el balneario en viviendas de uso cedido, con posibilidad de incorporar una guardería y otros servicios que atrajera la residencia de gente joven.
Con el fin de lograr una mayor socialización entre los vecinos del valle, en septiembre del año pasado se celebró una jornada de puertas abiertas, que culminó con la firma del acta de constitución de la nueva Asociación de Amigos del Balneario-Kuartango Bizirik, con la idea de que se encargue de dinamizar todas las actividades en torno al edificio. Por esa razón ya el verano pasado se realizaron algunos trabajos de mantenimiento en el edificio, concretamente, el arreglo de algunas ventanas que estaban estropeadas. Se colocaron los cristales que se habían roto con el paso del tiempo.
El mejor conocedor del balneario, Eduardo Martínez de Santo, rememora que éste disponía de ocho espaciosas salas de hidroterapia comunicadas por dobles puertas con un corredor en forma de rotonda. Partiendo de los extremos había dos escalinatas de mármol artificial que descendían a la fuente sulfurosa. Elegantes balaustradas de mármol y lujosos mármoles jaspeados cubriendo las paredes decoraban todo el espacio. En el gran hotel, formado por tres cuerpos de forma rectangular, destacaba en la planta baja el comedor con capacidad para 180 comensales y el gran salón de fiestas elegantemente decorado. Las instalaciones se comunicaban por una ancha y bien iluminada galería que servía de paseo a los enfermos en los días lluviosos. Desde el vestíbulo principal parten los dos ramales de la escalera principal, que todavía se conserva, para el acceso a los pisos principal y segundo donde estaban las habitaciones y pabellones familiares. El tercer piso, bajo cubierta, estaba destinado a las habitaciones del servicio. El edificio del gran hotel, que fue radicalmente transformado en la época de los Salesianos en la década 1960, y el de la capilla, del que permanecen los muros externos y la cubierta, son los únicos que se conservan.
Ampliación de las instalaciones El primer edificio de 1879 destinado a alojamiento y las sucesivas ampliaciones del mismo se quedaron pequeñas para acoger a los 255 bañistas que acudieron en 1887, por lo que se inició la construcción de un nuevo edificio. En 1889 se elevó la estadística de concurrencia: 518 enfermos, 458 de los cuales eran del aparato respiratorio. También como en los años anteriores, lo que nuevamente se había edificado y servía de lazo de unión del edificio antiguo con el nuevo hotel en proyecto, cuyas paredes se construyeron hasta la altura del primer piso durante esta temporada, resultó deficiente y escaso. Las casas del pueblo de Zuazo y aún las de los pueblos inmediatos, servían de albergue provisional.
En octubre de 1889 se creó la nueva sociedad con el nombre Juan Cano y Compañía, Sociedad en Comandita, con el marqués de Urquijo como socio mayoritario. “A partir de aquel mes fue tal el impulso a las obras, que al año siguiente, 1890, estaban terminadas”. Y una vez más las instalaciones se quedaron pequeñas. “En el año 1890 más de 1.000 enfermos acudieron a tomar aquellas aguas, más de tres mil concurrentes visitaron el establecimiento, y con seguridad a otros quinientos les fue imposible alojarse”.
Historias, una detrás de otra, de una historia esplendorosa que ahora necesita de nuevos bríos para tratar de sobrevivir al paso del tiempo.