cuestión de fe. Da igual que el tiempo en Vitoria sea como una montaña rusa, con vaivenes que en dos días pueden situar los termómetros en valores de climas saharianos o de la campiña noruega, indistintamente. El caso es que las terrazas de la hostelería siempre salen a la calle, con optimismo, que nunca se sabe cómo van a reaccionar las nubes. Sobre estas líneas, una camarera se dispone a trasladar una mesa. Foto: José Ramón Gómez
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