esther, madre soltera de 44 años, vive “corriendo” para poder cumplir con todas sus obligaciones. Madruga para llevar a su hijo Joseba al colegio, de ahí enfila hacia el trabajo, vuelve a recoger a su pequeño para que coma en casa de su abuela, regresa al trabajo, va a buscarlo por segunda vez tras las extraescolares... Y así, todos los días de la semana. Termina totalmente agotada y, demasiadas noches, apenas puede conciliar el sueño pensando en lo que le deparará la jornada siguiente. Los problemas económicos y la falta de apoyos al margen de su madre hacen del día a día de esta gasteiztarra una verdadera odisea. Así, durante los últimos nueve años, los que ya ha cumplido su pequeño.

La crisis económica, que ha provocado una reducción progresiva de las horas de trabajo de Esther como limpiadora y, por tanto, de salario, ha agravado su complicada situación. A siete euros la hora todo “se lo come el banco” -advierte-, y sólo gracias a la ayuda de la abuela del pequeño puede afrontar otros gastos al margen de esa gravosa hipoteca. Sin recursos para comprar ropa desde hace “unos ocho años”, prácticamente todo lo que visten ella y su hijo es heredado. De vacaciones, mejor ni hablar. “Lo han vestido mis jefes y mis amigas”, asegura Esther, que ha optado por presentarse con un nombre ficticio para contar su historia, a la que acompañan otras vivencias muy espinosas.

La suya, por desgracia, no es una situación puntual, porque más de la mitad de los niños que residen en hogares monoparentales en Euskadi, un 51%, se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social, según refleja el informe Más solas que nunca que acaba de hacer público la ONG Save the Children. En la gran mayoría de esas casas, concretamente en ocho de cada diez, la cabeza de la familia es una mujer sola, ya sea por voluntad propia o no. “Esto está directamente ligado a la ausencia de reconocimiento legal y administrativo de estas familias, lo que hace que haya muy pocas ayudas para ellas”, contextualiza Eva Silván, responsable de Save the Children en Euskadi. En el caso de Esther, el padre de Joseba “nunca se hizo cargo de él” y jamás ha recibido apoyos económicos en forma de pensión.

Las lágrimas pelean por salir de los ojos de esta madre coraje cada vez que recuerda determinados episodios de su vida, pero mencionar a su “chiquitín” y la relación de complicidad que mantiene con él siempre supone un bálsamo. Él es todo para ella y viceversa, pero sólo con un apoyo permanente mutuo es difícil salir adelante. La pescadilla se muerde la cola, porque cualquier posibilidad de encontrar una segunda ocupación laboral va acompañada de la precariedad. “Te ves muy vendida. Si me sale otro trabajo por la mañana, tengo que renunciar. No me llegaría para contratar a alguien que se ocupe de Joseba”, explica. Esther también cobra la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), una más de las 12.000 personas que en Euskadi recibe esta prestación porque su salario no llega para cubrir sus necesidades más básicas. “A esas dificultades económicas se une esa carga de estrés psicológico de no contar con una red de apoyo”, añade Eva Silván.

agravio comparativo La responsable de Save the Children alude al agravio comparativo que para las madres solteras supone que otros colectivos como el que integran las familias numerosas cuenten con bonificaciones fiscales, reducciones en las tarifas de transporte u otro tipo de ayudas que permiten mejorar su calidad de vida. “Sin duda, son las que más dificultades tienen para llegar a fin de mes. La pobreza tiene rostro de mujer y de infancia, y la situación se agrava cuando entran en juego la inmigración y la falta de recursos educativos”, expone Silván.

A la vista de esta situación, Save the Children se ha metido “de lleno” en la atención a este tipo de familias y en Gasteiz cuenta con distintos recursos de apoyo como su Programa de lucha contra la pobreza infantil, donde entre otras cosas presta ayuda extraescolar a los pequeños que residen en hogares azotados por la pobreza y que, por tanto, no pueden tener acceso a las clases de pago. Joseba, precisamente, ha sido acogido en el programa este curso, que arrancó con algunos “problemas” para sacarlo adelante, y Esther ha podido respirar. “Ha sido mi salvación. Le aportan mucho. Sale contentísimo, con los deberes hechos, ha aumentado su rendimiento y cuando estamos en casa tenemos tiempo para los dos”, celebra la madre.

En su informe, Save the Children propone a las instituciones una serie de medidas llamadas a paliar la gravísima situación económica que sufren familias como la de Esther. Por un lado, la ONG apuesta por garantizar la deducción por maternidad a madres solas en riesgo de exclusión social con menores de tres años a su cargo, independientemente de que la madre trabaje o no. También, por que se proteja a los niños frente a los desahucios y por que se garantice la consideración a estas familias como colectivos beneficiarios de ayudas al alquiler y miembros prioritarios en el acceso a viviendas protegidas, tal y como establece la Ley vasca de Apoyo a las Familias. Esther se encuentra al corriente de todos sus recibos y pagos, pero con una hipoteca de 700 euros al mes no deja de tener el agua al cuello en ningún momento. Para estas circunstancias, Silván apuesta por la reestructuración del pago de este tipo de hipotecas que asfixian a las familias con más problemas.

Asimismo, Save the Children ve necesario crear una prestación por maternidad no contributiva para aquellas madres en activo sin recursos que no hayan trabajado nunca y que se amplíe el permiso de maternidad hasta un año, manteniendo la retribución salarial completa para este colectivo. También, que se incluya, “siempre y en todos los ámbitos”, la categoría de familia monoparental como grupo especial de cara a acceder a becas escolares, a la compra de material escolar o a las actividades extraescolares. “Todo es dinero”, incide Esther, que debido a un gasto inesperado deberá borrar el año que viene a Joseba de una de las dos extraescolares a las que lleva acudiendo desde hace años. “Este año por lo menos me he sacado el bono de Gamarra”, comenta con cierta ironía. Esther se despide para volver a trabajar. Un día de lucha más, al igual que mañana, en compañía de su “mochilita”.

Llegar a fin de mes. Un 65% de las mujeres que encabezan hogares monoparentales tiene dificultades para hacerlo, diez puntos por encima que el resto, según el informe ‘Más solas que nunca’.

Desempleo. La falta de oportunidades laborales condiciona de forma significativa a estos hogares, ya que más de la mitad de las madres solas no trabajan.

Pobreza energética. Al menos tres de cada cuatro madres solas ha tenido que reducir gastos fijos y el 37,8% no puede mantener su hogar a la temperatura adecuada.