a nuestro hombre le pasaba igual que a Harry Callahan cuando combatía el delito en la violenta San Francisco de los años setenta. Creía que al infractor hay que castigarlo lo quieran los superiores o no. La diferencia es que Clint Eastwood miraba a la cara a sus contrincantes cuando les pedía que le alegraran el día, con el Magnum 44 en la mano, y el policía local vitoriano que protagoniza esta historia disparaba por la espalda, aunque afortunadamente sin balas ni munición.
El Ayuntamiento ha dado orden a los agentes encargados de los coches con radar de no situarse en zonas no preestablecidas para dejar claro que el Consistorio no persigue un afán recaudatorio cuando sanciona los excesos de velocidad. El veterano policía dejó claro en su día que la medida no le gustaba un pelo, y en su indignación, según dijo ayer la concejala de EH Bildu Iratxe López de Aberasturi, declaró que se jubilaría “dejando huella”. Y vaya si lo hizo.
Durante dos días aparcó en las calles Zurrupitieta y Urartea y puso en marcha el radar. Cazó a 205 personas violando con impunidad y complicidad institucional el límite de velocidad y disparó la cámara sin piedad. Como los conductores cazados son, efectivamente, infractores, el Ayuntamiento se ha encontrado con que no puede anular las sanciones ni devolver los puntos retirados, aunque el comportamiento del agente fuera “de mal gusto”, como señaló ayer el concejal responsable de la Policía Local, Alfredo Iturricha.
Al policía se le ha abierto un expediente, pero sus consecuencias, sea cual sea el resultado del mismo, no afectarán en nada al agente, que disfruta de su retiro, seguramente con la satisfacción del deber cumplido.
El concejal no puede anular estas 205 sanciones ni tampoco la que se impuso al ciudadano que apeló al síndico tras ser denunciado por la Policía Local por saltarse un paso de peatones, y al que no se le notificó in situ que iba a ser multado. El conductor se detuvo en la rotonda que une las calles Portal de Castilla y Castillo de Fontecha, y pidió permiso a los policías que estaban allí desarrollando una campaña contra los atropellos para dejar el coche un minuto, mientras iba a comprar tabaco.
Los agentes le dijeron que no, y el hombre, molesto por la negativa, salió “a toda mecha”, según dijo Alfredo Iturricha, saltándose el paso de peatones y bicicletas de Castillo de Fontecha. Los policías anotaron la matrícula y el conductor se encontró con una sanción económica y la pérdida de puntos en el carnet.
Iratxe López de Aberasturi pidió a Iturricha que haga caso al síndico y retire la sanción a este ciudadano, pues según el defensor vecinal, Martín Gartziandia, se deben señalar las causas concretas por las que se interpone una sanción cuando ésta no se puede comunicar por el agente automáticamente. Ayer Iturricha afirmó que el policía no pudo apercibir al conductor porque estaba fuera del vehículo policial y no había capacidad para perseguir al infractor.
La inflexibilidad mostrada con este ciudadano contrasta con la laxitud mostrada con los padres y madres que cada día dejan a sus hijos en los colegios de la ciudad y aparcan el coche en zonas prohibidas. En la misma comisión municipal, EH Bildu trasladó a Iturricha la queja de la asociación vecinal Zaramagatarrak sobre lo que ocurre en la calle Laguardia, junto al colegio Mercedarias. Los coches aparcan junto al paso de peatones, con el consiguiente peligro para los viandantes, o los dejan sobre la mediana, dañando los árboles, dos de los cuales ha habido que talarlos.