para el que quiera escuchar. Hay ruidos que matan. Pueden proceder de cualquier actividad industrial o del variopinto parque de vehículos que acostumbra a atiborrar las calles y las carreteras. También hay humanos que logran fastidiar la vida de sus vecinos con un sinfín de apuestas sonoras. Ahora bien, el sufrimiento sonoro no es exclusivo de rufianes. Hasta un templo de la cultura, como el Teatro Principal, avisa de sus posibilidades. Foto: Jorge Muñoz