vitoria - Antes de que Jack el Destripador sembrara el terror en el Londres victoriano de 1888, un campesino alavés se le había adelantado. Se llamaba Juan Díaz de Garayo. Nació en Eguílaz, cerca de Agurain, en 1821. Asesinó y violó a seis mujeres de edades de entre 13 y 52 años entre 1870 y 1879.
Su modus operandi siempre era idéntico. Abordaba a las mujeres en plena calle forzándoles a mantener relaciones sexuales con él. Cuando se resistían, les estrangulaba y les desgarraba el vientre con un cuchillo extrayéndoles toda la grasa del cuerpo. En aquella oscura época, las familias adineradas eran capaces de pagar grandes sumas de dinero a gente sin escrúpulos que mataba para sacar la grasa. Con ella se elaboraban ungüentos con los que sanar enfermedades, según una aberrante creencia popular. No pocas crónicas atribuyen a tal circunstancia el hecho de que Díaz de Garayo se convirtiera en Sacamantecas.
Su primera víctima fue una prostituta, a la que acompañó por el curso del río Errekatxiki a las afueras de Vitoria un aciago 2 de abril de 1870. A ella la seguirían, el 12 de marzo de 1871, una viuda a la que convenció para mantener relaciones. El 2 y 29 de agosto de 1872 fallecieron a sus manos una niña de 13 años y otra joven prostituta, respectivamente. Tras siete años sin matar, los días 7 y 8 de septiembre de 1879 finalizó su sangrienta carrera antes de ser detenido, matando a una joven y a una mujer de 52 años.
En el juicio afirmó que había actuado “por orden del mismísimo diablo”. Una declaración que, unida a las asimetrías de su cráneo, hizo que los médicos forenses de la época dudaran de que fuera una persona consciente de sus actos. Finalmente, la enajenación mental quedó descartada y, el 11 de mayo de 1881, en el polvorín viejo, Díaz de Garayo fue ajusticiado a manos del verdugo más famoso de la época, Gregorio Mayoral, que llegó de Burgos para poner fin a un asesino legendario.
Su cadáver se expuso públicamente para el “macabro” goce de aquellos vecinos que deseaban verlo muerto, y fue enterrado en una fosa común del cementerio de Santa Isabel, donde aún se encuentra. - A.O.