Gasteiz - Hace ahora veinte años, el Ayuntamiento de Gasteiz creó el Centro de Estudios Ambientales, referente de una ciudad que a su vez ya era también un ejemplo en el que mirarse para otras urbes. Este año el CEA conmemora esas dos décadas de actividad con una serie de actos e iniciativas, pero sobre todo lo hace mirando al futuro. Hay muchos retos que resolver.
Juan Carlos Escudero es el director del CEA desde el principio de la actual legislatura, pero este biólogo ya formaba parte del equipo de este organismo desde el primer día. El CEA nació cuando el Ayuntamiento de Gasteiz decidió convertir en sus asesores medioambientales a los miembros del centro de formación de técnicos medioambientales, un foro de enseñanza para universitarios creado en 1989 con el fin de adaptarlos a las exigencias del mercado en materia medioambiental. “Recuerdo que había mucha ilusión y mucha responsabilidad, porque pasábamos de ser un centro formativo a tener todo tipo de responsabilidades vinculadas a la gestión y materialización del Anillo Verde, cuyo proyecto se presentó en 1992, a la educación o la sensibilización ambiental”, rememora.
Diecisiete años después, Gasteiz recibía el título de Green Capital, “un momento bonito porque puso en valor la trayectoria del CEA y de la ciudad, pero a la vez fue una oportunidad, nos permitió iniciar un debate acerca de cuáles deberían ser los retos de futuro para ejercer con responsabilidad esa capitalidad”. En ese sentido, explica Escudero, Vitoria está en el mapa de la sostenibilidad y son muchas las ciudades y regiones que la toman como ejemplo.
Sin embargo, si al director del CEA le preguntan por el auténtico hito de estos veinte años, no duda al contestar. La capitalidad verde fue importante, pero la verdadera seña de identidad de Vitoria en materia medioambiental es el Anillo Verde, una infraestructura única. “No hay nada parecido en ningún lado, pero estamos tan habituados, está tan naturalizado, que deja de sorprendernos tener un humedal como Salburua a dos kilómetros y medio de la plaza de España, o que puedas caminar desde el centro al Anillo, o llegar a los Montes de Vitoria sin atravesar ninguna carretera”, explica.
Hoy día, la gestión del Anillo Verde ha pasado manos del Departamento de Medio Ambiente, y en ese sentido, señala Escudero, había cierto miedo de que la filosofía que sustenta estos parques periurbanos se diluyera. Ha ocurrido lo contrario. El Ayuntamiento ha interiorizado que los parques y jardines menos antropizados, en los que la naturaleza tiene más libertad para desarrollarse de forma, valga la redundancia, natural, son mucho más baratos de gestionar y favorecen una mayor biodiversidad. El Anillo Verde vitoriano se mantiene prácticamente solo, y por ello su modelo se quiere trasladar en cierta medida a las zonas verdes del casco urbano mediante la implantación del proyecto de infraestructuras verdes urbanas.
Son muchas las razones que invitan a trabajar de esta manera. “Tenemos más de 42 metros cuadrados de zona verde por habitante, si conseguimos que ese verde urbano cumpla funciones de regulación del ciclo hidrológico, de control de la contaminación, de atenuación de las temperatura o de mejora de la biodiversidad, suministraremos a la ciudad unos servicios que nos van a venir muy bien de cara al cambio climático”, explica Escudero. Para 2050, asegura, las temperaturas máximas en verano subirán 3 grados centígrados; 4,7 para 2100, y las precipitaciones se reducirán ese año en un 50% en verano y aumentarán en invierno un 20%. Si las zonas verdes de la ciudad son capaces de absorber el agua de las inundaciones, como ya ocurre al norte de la ciudad gracias al humedal de Salburua, o de reducir la temperatura estival del núcleo urbano, “nos adaptaremos mejor el cambio climático”.
Mientras llegan 2050 y 2100, señala Escudero, hay que seguir trabajando, también en otros frentes. Según los indicadores de la Agenda 21, la ciudad se comporta bien desde el punto de vista de la sostenibilidad, pero “siempre se puede mejorar, y hay muchos ámbitos para hacerlo”, asevera Escudero. En ese sentido, el CEA quiere entrar en el ámbito energético promoviendo la renovación de las viviendas de los barrios más antiguos de la ciudad para hacerlas más eficientes, de tal forma que a la vez que se gasta menos energía las facturas de los ciudadanos se reduzcan.
“Tenemos un parque edificado, fruto de la expansión de los sesenta y ochenta, de unas 40.000 viviendas con unos estándares de construcción muy alejados de lo que hoy se considera razonable desde el punto de vista de la eficiencia energética”, explica Escudero, quien considera que entrar a su reforma puede crear “un nicho de empleo y creo que de calidad”.
Por otro lado, está el frente de la movilidad. En Vitoria, señala el director del CEA, el transporte supone una tercera parte del consumo energético y de las emisiones de CO2, y por eso es fundamental reducir el uso del vehículo privado aún más, aunque en los últimos años se ha avanzado mucho en esta materia. “En estos primeros años de aplicación del Plan de Movilidad hemos conseguido reducir las emisiones de CO2 per cápita en un torno a un 15%; el uso del transporte público ha crecido de forma espectacular, el de la bicicleta es sorprendente, y seguimos siendo una ciudad muy agradable para vivirla caminando. Ha habido medidas claramente impopulares, y por ello es de agradecer el consenso social, político y técnico que ha habido para articularlas”, explica el director del CEA, organismo cuya meta es que para 2050 Gasteiz sea neutra en emisiones de carbono.
La bicicleta ha jugado un papel esencial en esa reducción de las emisiones de CO2. Hace tres años en la capital alavesa un 7% de los desplazamientos se realizaban sobre dos ruedas, un dato que ya la situaba a la cabeza del Estado. En estos tres años, y con una ordenanza de por medio que en cierto modo hace más engorroso andar en bici por Vitoria, el porcentaje se ha disparado hasta el 13,5%. “La regulación era un riesgo, pero tenemos que tener en mente que la bicicleta no tiene que ser un fin en sí mismo, si supone una incomodidad para el peatón nos haremos un flaco favor”, asegura Escudero, que dice haber dejado “sorprendidos” al secretario del Comité de Transportes del Parlamento Europeo y a los miembros de European Biking Cities cuando les ha comunicado que en Gasteiz se ha duplicado el uso de la bicicleta en tres años. “Estamos por encima de los 140.000 desplazamientos al día”, afirma.
De cara al futuro el CEA plantea otros retos distintos a los que ha asumido en estos primeros veinte años. Por ejemplo, trabajar la agroalimentación. “Tenemos un sistema muy dependiente del petróleo, de los fitosanitarios y de los fertilizantes. ¿Qué pasaría si de repente tuviéramos una crisis energética importante que hiciera inviable traer alimentos de muy lejos? Comemos tres veces al día, y no somos conscientes de lo vulnerables que somos en ese sentido”, apunta.
Por otro lado, el CEA es uno de los máximos valedores de la declaración de Parque Natural de los Montes de Vitoria, que el actual Gobierno Vasco rechaza materializar. Escudero recuerda que en el municipio de Vitoria, con un 4% de la superficie total de la Comunidad Autónoma Vasca, hay representación del 75% de los vertebrados terrestres de Euskadi, del 85% de los mamíferos, y del 60% de las plantas vasculares, “y gran parte está en los Montes de Vitoria”. Esa riqueza natural se ha encontrado permanentemente amenazada por todo tipo de proyectos, desde la cárcel de Zaballa, a la red de alta tensión o el fracking. Escudero cree que “aunque una figura de protección quizá no fuera suficiente, sería un obstáculo político” para impedir la destrucción de este entorno.