Don Carnal siempre deja resaca. De la que taladra la cabeza, típica entre quienes se rinden sin contemplaciones a la fiesta nocturna, y de la emocional, inevitable para esos miles de vitorianos que dedican tres meses a preparar una celebración que luego se evapora en dos desfiles. Qué se le va a hacer. Lo bueno es así. Acaba rápido y deja huella. Por eso, mientras dura, conviene disfrutar con todos los sentidos. Bueno, o con los que se pueda, que por el camino es habitual perder uno o varios. Ayer por la mañana, gaupaseros con evidente déficit de complementos, maquillaje difuminado y problemas de coordinación volvieron a entremezclarse con los vitorianos que habían preferido -o no tuvieron más remedio- no trasnochar para disfrutar al día siguiente de la última salida de las comparsas. Imágenes para el recuerdo bajo una lluvia terriblemente obstinada a la que le costó demasiado marcharse a dormir la mona.

Por suerte, y aunque las previsiones meteorológicas no podían ser más terroríficas, ilustradas por oscuros y llorones nubarrones durante toda la jornada, hubo un rato del desfile en el que la manguera se cerró. Fue un momento felizmente recibido por los comparseros, aunque si a algo están acostumbrados es a soportar el agua. Como la jornada anterior, en su segundo desfile volvieron a darlo todo con su parafernalia fantástica. Y una vez más, el momento Star Wars de VeraCruz, el Elvis motero de Presentación de María, el gran Mulán de Corazonistas y la conquista espacial del Centro Gallego revolucionaron las cámaras fotográficas. “Qué chulas las carrozas”, exclamó un txiki convertido en pollo, junto a su padre, gallo por un día. “El rey del corral”, matizó.

A la hora de comer, se notó que el Carnaval había iniciado la cuenta atrás. Las calles se fueron vaciando de vaqueros, indios, súper héroes, animales y demás disfraces hasta que la oscuridad engulló los últimos restos de la juerga. No obstante, no será hasta mañana cuando la ciudad inicie el viaje hacia el túnel de la Cuaresma. A las ocho de la tarde, entre medias de la verbena de Joselu Anaiak, los gasteiztarras sacarán las teas para llevar a cabo la quema de la sardina.

Y en Zalduondo... Y si Vitoria disfrutó de su domingo carnavalesco, más aún lo hizo Zalduondo, con el recibimiento y ajusticiamiento de Markitos, un grotesco personaje de paja que simboliza todos los males del pueblo. Ataviado con un impecable traje, boina y un collar realizado con cáscaras de huevo pintadas de rojo, verde y blanco, el muñeco salió a media mañana para recorrer la localidad ante la atenta mirada de lugareños y visitantes bajo una incesante lluvia que obligó a acortar el recorrido tradicional. Luego permaneció amarrado a un mástil y, ya por la tarde, una comparsa lo bajó y paseó por las calles hasta darle su agónico final.