pertenecen a un gremio especial, muy diverso dentro del denominador común de la calidad y la exclusividad de sus creaciones. Trabajan la cerámica, la madera, la plata, las telas o el cuero y sus piezas siempre son únicas e irrepetibles, porque la palabra molde está desterrada de su diccionario profesional. Luchan contra un mercado globalizado, donde el comercio chino y la crisis económica han dado la puntilla a muchos de sus representantes, pero siguen adelante haciendo del esfuerzo y el amor por su labor sus señas de identidad. En su mayoría son mujeres, acostumbradas también a salir a flote con un apoyo institucional a todas luces insuficiente.

Son artesanos, artesanas en este caso, y han abierto las puertas de sus talleres a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA para enseñar algunos de sus secretos y compartir inquietudes. El futuro es suyo pese al “delicado” estado de salud de la profesión, un calificativo que no duda en emplear la portavoz de la Asociación de artesanos de Álava (Artisau), Mariasun Heras, el colectivo encargado de la organización de la tradicional feria navideña Lan tan Lan, que suma ya 18 ediciones a sus espaldas. Un gran oasis dentro del desierto de eventos que en Álava tienen a los verdaderos artesanos como únicos protagonistas. Para “la mayoría”, la participación en el encuentro gasteiztarra supone ingresar más del 50% de su facturación anual.

“Es complicado salir a la calle y estar ahí. Valoran tu trabajo, que es una tarea muy minuciosa, con mucha inversión, pero la competencia de las fabricaciones en serie es mucha”, advierte Heras. Pese a que el apoyo de las instituciones ha crecido, aunque muy tímidamente, con el paso de los años, esta profesional reconoce que el gremio está “un poco perdido” debido a sus especiales características. “Somos creativos, distribuidores, contables, personal de limpieza... Pero esas ayudas tienen un cliché muy establecido y entramos en ellas desde Mercedes hasta nosotros”, ejemplifica. Administrativamente, el sector depende del departamento foral de Promoción Económica, cuando antes lo hacía del de Cultura.

Algo más de 50 profesionales integran en la actualidad el Registro General de Artesanos de la Diputación alavesa, una cifra que, según teme la ilustradora de ropa Sonia Sanz, puede desplomarse en unos años si no se fortalece la promoción del gremio. La falta de relevo generacional tampoco ayuda. “Si esto sigue así, en diez años quedaremos diez”, advierte Sanz, creadora de una línea de moda y complementos pintados a mano con técnicas 100% artesanales. Pinturas textiles, acrílicas, serigrafía...

Tulaytelmo es su original criatura, que nació hace casi siete años en la pequeña localidad de Bikuña, donde tiene su centro de operaciones. Justo ayer dio su salto a la capital alavesa de la mano de Dubidibú. Donostiarra aunque alavesa de adopción, Sanz pone en valor las características del producto artesano, “local, sostenible y con unos precios muy ajustados”, y sobre todo “único, lo que lo diferencia de la globalización”. También recuerda las dificultades de compaginar “elaboración y comercialización”, lo que convierte a este sector en una rara avis a proteger. “Si esto no se hace, no va a haber artesanos. La problemática es inmensa”, advierte la artista, mirando también hacia Bizkaia y Gipuzkoa, donde las ayudas institucionales a la artesanía son notablemente más altas que en el caso alavés. Sanz compatibiliza su labor de artesana con la de profesora de clases de pintura, lo que le permite vivir de forma más desahogada.

No tanto ayudas económicas directas como más promoción para la rica labor de este gremio es lo que reclama la ceramista Eloie Ruiz, que abrió las puertas de Aiasure, su taller de la calle Kutxa, en el año 1990. La veteranía es un grado para Ruiz, que entre sus creaciones hay espacio para los regalos de empresa, las esculturas conmemorativas, los trofeos, los rótulos, la reproducción de edificios o de costumbres vascas.

Media vida de trayectoria fraguada desde el esfuerzo, no exenta de “altibajos”, pero que le permite ver el futuro con el optimismo de quien está seguro de que se va a jubilar de lo suyo. Y eso, pese a las dificultades. “Esta zona no es nada comercial. Trabajo mucho por encargo y me tengo que mover fuera, pese al escaparate que tengo. Deberían publicitarnos más y no ponernos tantas trabas”, advierte Ruiz.

Promoción, por ejemplo, en las oficinas de turismo, en los hoteles... “Es muy difícil empezar y no se apoya nada al nuevo artesano. Y cuando llegas, no se nos da a conocer”, insiste Ruiz. Al igual que su colega Sanz, al margen de esta labor profesional la artesana también da clases de cerámica en residencias de mayores y de modelado en el centro cívico Hegoalde. Diversificar el trabajo porque, según reconoce, “la gente ya no hace tantos regalos como antes”.

“siempre en crisis” Reflexiones en las que también coincide otra veterana artesana gasteiztarra, Mar Cadarso, propietaria de un taller especializado en la elaboración de objetos de cuero en la calle Herrería. “Me da pena tener que quejarnos siempre, porque parece que somos los pobres. Como siempre hemos estado en crisis, sobrevivimos”, enfatiza Cadarso, que suma casi un cuarto de siglo a los mandos de su estudio. Años de constante aprendizaje, de especialización, de intentar ser cada vez mejor con las técnicas y con la mayor calidad de los materiales como sello. “Yo no puedo competir en precio. Mi objetivo es que cada uno que entre por la puerta se lleve lo mejor”, remarca.

Una labor marcada por la excelencia que ha fraguado en una colaboración de lujo con la joven diseñadora vitoriana María Clé, ganadora la semana pasada del premio Fashion Talent en la Pasarela Cibeles. Cadarso fue la encargada de elaborar los bolsos que portaron las modelos. “Esto es un reconocimiento a la gente que tienes cerca y a tu trabajo”, asegura orgullosa.

Pese a la dificultad de abrirse camino en el mundo de la artesanía y sobre todo vivir de ella, también hay jóvenes artistas que deciden dar el paso. Es el caso de Maitane Fernández de Jáuregui, que a sus 24 años ha decidido montar su taller en la capital alavesa después de completar una formación de cuatro años en joyería artística en Barcelona. Trabaja con la plata, “la esencia” de esta modalidad, pero también con materiales más innovadores como la resina. “Personalmente me siento muy arropada por los artesanos. Si no me sintiese segura, no habría apostado por montar mi taller aquí. Tengo muchas ganas y estoy muy motivada para lanzar mi propia marca”, advierte la joven. Los pendientes son su ojito derecho, aunque entre sus creaciones tampoco faltan los anillos o los collares.

Fernández de Jáuregui también pone por delante la exclusividad del trabajo que los artesanos realizan como su principal valor. “Cada pieza tiene algo diferente, porque no somos máquinas. Todo es único y sale de tu cabeza, por lo que no va a haber ninguna igual en el mundo. Si eso se transmite y se entiende, siempre van a valorar tu trabajo”, asegura la joven. ¿Y eso sucede? “Sí que se valora, pero cuesta”.