el Valle de Ayala, al igual que el resto de Euskal Herria, nunca ha tenido un Carnaval con el boato de Venecia o el desenfreno de Brasil, pero sí unos personajes curiosos donde los haya que retrotraen a esa época en la que la estricta moral católica permitía unos días de libertinaje antes de adentrarse en la Cuaresma. No en vano, desde el miércoles de Ceniza hasta el domingo de Ramos se imponía un periodo de penitencia y abstinencia en el que no se podía comer carne los viernes, entre otros rigores.

No es de extrañar que en los núcleos rurales de toda la provincia aprovecharan al máximo esos días en los que la Iglesia miraba para otro lado para regalarse banquetes que agotaban las reservas de las matanzas del cerdo o txarribodas efectuadas al inicio del invierno y para divertirse con ritos ancestrales con olor a magia y paganismo que, de otra forma, no hubieran llegado hasta la actualidad.

Un ejemplo lo encontramos en Llodio y su bruja de Lezeaga. Personaje principal del Carnaval laudioarra que recibe su nombre por una cueva cercana al barrio de Ugarte, donde según la leyenda residía una mujer que atraía al lugar con sus canciones a los vecinos que, mientras pastoreaban con sus rebaños, oían su voz. Ella, al igual que otros personajes característicos de la mitología euskaldun, solía peinar sus cabellos con peines de oro. Es probable que, dadas las circunstancias, la gente la temiera. Hoy, sin embargo, es alguien muy querida en el pueblo porque anuncia el inicio del Carnaval, aunque su despedida llegue entre llamas. De hecho, en el desfile del sábado, las comparsas pasearán un muñeco que representa a la bruja, acompañados de txarangas y el grupo local de zanpantzar Ttuntturro. La algarabía se truncará cuando, tras la fiesta infantil a base de castillos hinchables, actuaciones y chocolatada de la tarde del martes, sea condenada a morir en la hoguera.

Algo similar le ocurre al personaje carnavalesco del vecino Amurrio. Se trata de una figura heredada de otros tiempos, que en la actualidad se ha convertido en el trofeo con el que se acompañan los premios en metálico que irán a parar a los disfraces más originales del desfile de este sábado, así como al bar mejor ambientado estos días. La entrega de galardones irá precedida de una chocolatada y romería. Eso sí, llegadas las 18.30 horas del martes y el fin de fiesta, con discoteca infantil, juegos y chocolatada, el Kakarro -que así se llama el personaje, de apellido Judas- también será pasto del fuego.

Este personaje hace honor al nombre que daban antaño los jóvenes del pueblo al atuendo que se ponían para salir del caserío el domingo de Carnaval. Llevaban la cabeza y la cara cubierta con sacos o telas negras y sombreros y vestían ropas oscuras. Salían a la calle con una puxika, que era un globo realizado con la vejiga del cerdo inflada y seca o con unos grandes palos, con la intención de asustar a los vecinos, al igual que hoy hacen los cabezudos en fiestas. Entre los jóvenes destacaba uno que llevaba una túnica negra, vieja y sucia y corría tras los niños del pueblo, portando un saco. Otra reminiscencia de temidos personajes pretéritos, esta vez al hombre del saco, aunque en Amurrio era conocido como el Judas.

Por su parte, en la Llanada oriental Don Carnal llegará a Agurain, Araia, Dulantzi o Zalduondo. En cada villa encontrará aliados, como en Salvatierra, donde llegará de la mano de Porrero y Sorgiña. Un año más, como lo vienen haciendo desde su nacimiento en 1983, los míticos personajes descenderán de su guarida para traer el sarcasmo, la burla y la alegría.

Zalduondo celebrará a lo largo del domingo uno de los actos más conocidos del Carnaval en la Llanada. Se trata del recibimiento y ajusticiamiento de Markitos, un grotesco personaje de paja que simboliza todo lo mano del pueblo. Ataviado con un impecable traje, boina y un collar realizado con cáscaras de huevo pintadas de rojo, verde y blanco saldrá a media mañana para recorrer el pueblo ante la atenta mirada de lugareños y forasteros. Tras su primer viaje permanecerá amarrado en un mástil de seis metros instalado frente al Palacio Lazarraga durante varias horas.

A media tarde, cuando la afluencia de público es más grande, una comparsa baja a Markitos de su atalaya y lo pasea por la villa. La comitiva partirá desde el Palacio de Lazarraga, mismo lugar donde hace tres décadas Blas Arratibel, Martiniano Martínez de Ordoñana y Joaquín Jiménez dieron vida a esta tradición que se ha mantenido estable a lo largo de los años a pesar de su sencillez.

Acompañado por sorgiñas, porreros, el viejo y la vieja o los zanpantzarras, Markitos llegará al frontón donde el juez leerá su veredicto. El sermón del predicador es nuevo cada año y culpa a Markitos sobre los distintos males que ha sufrido el pueblo a lo largo del año. Muertes, la bajada del precio de la patata o el cereal, las riñas vecinales, entre otras, son algunas de las razones que llevan al personaje a la hoguera. Antiguamente se le pegaba un tiro y un cartucho de dinamita lo descuartizaba. En la actualidad lo rocían de gasolina y le prenden fuego mientras los porreros danzan y cantan a sus despojos en el frontón, cerca del a fuente de Celedón. Zalduondo reanudó sus carnavales en 1975, interrumpidos en 1934.