vitoria no es Las Vegas, Miami ni Los Ángeles y desde luego no soporta los índices de criminalidad de estas tres grandes urbes estadounidenses en números relativos, pero también tiene su particular CSI. Se ubica en el Palacio de Justicia, muy cerca de las salas de vistas, los despachos e incluso de las celdas donde las personas detenidas esperan a declarar ante un juez, pero lo suficientemente apartado del intenso tránsito que soporta la infraestructura ubicada en plena Avenida Gasteiz. Es la subdelegación alavesa del Instituto Vasco de Medicina Legal (IVML), un órgano que presta su apoyo a los juzgados, a los tribunales y a la Fiscalía y entre cuyas funciones se encuentran la realización de autopsias por muertes violentas o sospechosas de criminalidad, el reconocimiento a las víctimas de una agresión o la valoración de las lesiones tras un accidente de tráfico.
La mayoría de sus trabajadores, siete en total, son médicos, pero no llevan bata, ni curan, ni recetan, sólo emiten informes periciales porque existe un requerimiento judicial de por medio. Se trata de los forenses, que en Gasteiz están acompañados por dos profesionales de la Psicología, una trabajadora social, dos auxiliares de autopsia y cuatro administrativos. Una figura históricamente desconocida y envuelta en un halo de misterio cuyo trabajo ha conocido de cerca DNA. “Es una disciplina en la que tienes que tener vocación y profesionalidad. Antes éramos un mundo aislado y siniestro, con esa imagen del enterrador con el traje negro, el forense de gris y el juez al que casi ni se le veía. Ahora se ha abierto de otra forma a la sociedad”, explica el director del IVML, Carlos Cubero, que comenzó su andadura hace ya unos cuantos años en el partido judicial de Gernika, en una época donde las autopsias se realizaban en los propios cementerios.
En Gasteiz, los cambios también han sido de calado y tuvieron un punto de inflexión fundamental en la apertura del nuevo Palacio de Justicia en 1994. Antes, los profesionales trabajaban a caballo entre la vieja sede judicial de la calle Olaguíbel, donde se encontraba la Clínica Médico-forense destinada al examen de las personas vivas, y el Hospital Santiago, donde se ubicaba el Instituto Anatómico Forense y se realizaban las autopsias. Todos hacían de todo.
El IVML se creó el 1 de octubre de 2001 y comenzó a funcionar en enero de 2002, pero el simple traslado de estos dos servicios y su centralización en el nuevo Palacio de Justicia, a falta de la necesaria coordinación y el rodaje, supuso un salto cualitativo en comodidad y medios de laboratorio o radiológicos a disposición de sus profesionales. Entre ellos estaba, y también está ahora, Carlos López de Sosoaga, uno de los forenses del IVML en Álava, que al igual que Cubero trata de desligar a su profesión de la figura de la muerte, al menos en exclusiva. “El 75 u 80% de nuestro trabajo es con vivos”, destaca el profesional.
El IVML de Gasteiz, al igual que las delegaciones de Bilbao -la central- y Donostia, está dividido en dos servicios fundamentales, el de Clínica y el de Patología Forense. El primero se encarga de examinar a los pacientes lesionados y vivos y cuenta con tres secciones: la general, donde como su propio nombre indica se realizan valoraciones genéricas; la de traumatología, donde se reconocen y valoran las lesiones sufridas en accidentes de tráfico, accidentes laborales o agresiones; y la de psiquiatría, cuyo cometido se centra en las exploraciones psiquiátricas y psicológicas a víctimas de agresiones sexuales, de maltrato doméstico y a los propios agresores -en el campo penal-, así como en valorar a pacientes que sufren patologías psiquiátricas ante demandas de incapacitación legal o solicitudes de internamientos psiquiátricos involuntarios. A ella pertenece también la Unidad de Valoración Integral Forense (UVIF).
Un amplísimo volumen de trabajo con personas vivas que se centraliza en la planta baja del Palacio de Justicia y que se complementa con la otra pata del IVML, el servicio de Patología Forense, ubicado en el sótano. Las autopsias de las muertes violentas o sospechosas de criminalidad, así como las muertes naturales súbitas -sobre todo en personas jóvenes- son su campo de trabajo. Esta unidad cuenta con un discreto acceso por el que, por ejemplo, los coches fúnebres pueden llegar sin encontrarse con ninguna otra persona hasta la sala de cámaras de refrigeración, donde se depositan los cadáveres a los que debe realizarse una autopsia judicial. Hay dos tipos de nichos, la mayoría con una temperatura de 4º para evitar la congelación de los cuerpos y permitr el trabajo posterior de los forenses y unos más pocos a -17º, donde se pueden almacenar durante más tiempo los cadáveres sin identificar o no reclamados por familiares.
Especializado El servicio cuenta con una sala de Rayos, otra de reconocimiento de los cadáveres, la de autopsias, equipada con un servicio de vídeo para su grabación y posterior difusión entre jóvenes estudiantes, y otra de identificación de cadáveres. También tiene un pequeño laboratorio de anatomía patológica, destinado al análisis de muestras de órganos, aunque el servicio central de Laboratorio Forense, que da cobertura a todas las delegaciones, se encuentra en Bilbao.
“Cuando se crea el IVML, el sistema de trabajo empieza a ser totalmente diferente. Se pasa a trabajar en equipo y de forma especializada, es una redefinición total del trabajo de los forenses, y a día de hoy el 50% de la plantilla es experta en alguna disciplina”, certifica Cubero. Profesionales especializados pero que, como en el caso de López de Sosoaga, también realizan guardias en las que pueden ser requeridos para completar todo tipo de cometidos. “En este trabajo entra la parcela del azar, de la urgencia. Dentro de ese día de guardia puede haber accidentes de tráfico, agresiones sexuales, violencia de género, una valoración psiquiátrica...”, enumera el profesional. Al margen de ese trabajo de traducción de aspectos médicos a estrictamente jurídicos, lo que incluye también la asistencia a juicios, los forenses también asesoran y dan respuesta a las dudas que puedan surgirle a cualquier médico asistencial, el que por ejemplo se encuentra pasando consulta en un centro de salud, en materia médico-legal.
Ser forense, desde luego, no está al alcance de cualquiera debido a las situaciones e imágenes que el gremio debe vivir y ver cada día, y el propio López de Sosoaga reconoce que, en cierta medida, hay que estar hecho de una pasta especial. “Hay que tener una formación, sentido común y tal vez sí, esa pasta, aunque existe un gran desconocimiento que deriva en peculiaridades que no tienen nada que ver con la realidad”, explica el profesional. “Lo más duro no es hacer una autopsia, sino la comunicación con los familiares del fallecido, porque sientes su dolor. Con ellos tenemos una comunicación mucho más humana y cercana”, añade Cubero, desterrando esa imagen de frialdad que podría acompañar al colectivo.
La progresiva informatización de los sistemas del IVML, similar a lo que ha sucedido en Osakidetza con la Historia Clínica Electrónica, ha sido otra de las fuentes de trabajo fundamentales para Cubero y su equipo en los últimos tiempos. A su vez, se está ensayando una nueva base de datos, una apuesta “de calado” del Departamento vasco de Justicia al que el instituto pertenece, y una flamante agenda para facilitar más el trabajo a los profesionales y mejorar su comunicación diaria con jueces y fiscales.