primero fue su cruzada contra la construcción de una mezquita en Zaramaga, después la ordenanza para endurecer los requisitos de apertura de restaurantes kebab o locutorios y ahora, su intención de restringir el acceso a la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), con el dedo acusador, de nuevo, señalando al colectivo magrebí. Desde que accedió a su cargo en el año 2011, el alcalde de Gasteiz, Javier Maroto, ha generado un caldo de cultivo insoportable contra la convivencia con algunas de sus decisiones, medidas o simples declaraciones de intenciones que, aunque espaciadas en el tiempo, han ido alimentando poco a poco al monstruo de la intolerancia, con la visceralidad, el miedo al diferente y la grave situación económica como principales aderezos.

Así lo han denunciado y lo siguen denunciando los distintos colectivos de inmigrantes y de apoyo a ellos, varios de cuyos representantes ofrecen hoy sus impresiones a DNA, con la plena confianza, sin embargo, de que la convivencia sigue siendo posible en una Gasteiz históricamente acogedora. No sólo una simple co-existencia. ¿Qué se puede hacer para curar todas las heridas abiertas?

“Nos ha tocado aguantar mucho. En 15 años que llevo aquí, nunca he sentido nada igual. Sobre todo en los últimos cuatro años, pero en los últimos meses mucho más”, apunta Sabah El Khobri, vecina de Gasteiz, portavoz del colectivo de marroquíes Al-Indimay e integrante también de la Plataforma Antirracista. Esta madre de familia que, como cualquier inmigrante, salió de su país en busca de una vida mejor para ella y los suyos, lamenta las consecuencias que sigue teniendo la campaña del alcalde para restringir el acceso a la RGI, cuya “gran víctima es la convivencia”. El apoyo expreso del diputado general, Javier de Andrés, y de todo el PP vasco a esta batalla contra el supuesto fraude social masivo ha extendido la mancha fuera de los límites de la ciudad, una “amenaza” construida además con datos “totalmente falsos” a juicio de El Khobri.

Iniciativas como Gora Gasteiz, nacida como contrapeso a la campaña de enfrentamiento social sembrada por Maroto, demuestran que son muchos los vecinos que apuestan por conseguir una ciudad “pacífica, heterogénea y solidaria”, un espíritu ahora en entredicho. Una apuesta por un modelo de ciudad “positivo e ilusionante”, contra los discursos “interesados” que “pretenden alterar la convivencia enfrentando a gasteiztarras contra gasteiztarras”. “Hay una división en la ciudadanía. La brecha entre quienes quieren una Vitoria y los que quieren otra sí se ha agrandado”, advierte, por ejemplo, Rosabel Argote, portavoz de la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Álava e integrante de Gora Gasteiz.

Argote se marca como objetivo alcanzar “la meta de la convivencia” en Gasteiz, aun sabiendo que en la capital alavesa “muchas veces no se quiere ir más allá de la coexistencia”, una convivencia “sin conflictividad ni correlación”. Conceptos que CEAR clasificó hace un tiempo en sus Cartografías de la (con)vivencia, tomando como base el trabajo de teóricos de la interculturalidad como Carlos Giménez, y que clasifican los espacios en función de la relación que mantienen sus vecinos. Los de “hostilidad” se encuentran en el lado contrario, espacios que por desgracia comienzan a ser cada vez más habituales en Vitoria. “Hay gente magrebí que ha venido a la oficina de CEAR diciendo que ahora es un foco de miradas y de comentarios, cuando antes no lo era. Las agresiones verbales desde luego que se están dando”, certifica la propia Argote.

Para empezar a reconstruir la convivencia perdida, la activista pone el foco en un asunto “fundamental”, la “igualdad de derechos” para todos los vecinos de Gasteiz. “Y por supuesto, que no haya virus que contaminen nuestras relaciones, como las declaraciones de Maroto, que han dinamitado todas las fobias que había anteriormente”. Mireya Perea, presidenta de la Coordinadora de Personas Inmigrantes y Refugiadas de Álava (Kira), pone el foco por su parte en la necesidad de ser “más razonables”, porque “ahora tenemos medios económicos para vivir, pero en un futuro no lo sabemos”. Además, apela a “reconocerse mutuamente”. “No puedo hablar de alguien sin conocer por qué está aquí, desde cuándo o por qué razones ha venido”, explica Perea.

Poniendo de nuevo el foco en la campaña del alcalde para restringir la RGI, esta veterana activista colombiana señala a la propia Administración como responsable de que los mecanismos de control a los perceptores no sean los más adecuados. “Esos mensajes de que los migrantes se están aprovechando de las ayudas tienen mucho que ver con los gobiernos, con cómo administran ese dinero y qué filtros hay para acceder a él. Las personas no son 100% responsables de que esos filtros funcionen mal”, añade Perea.

más herramientas Argote, entretanto, apela a la necesaria sensibilización social y, si se requiere, a la movilización como otras dos herramientas útiles para restañar las heridas de la convivencia. “Debe trasladarse el mensaje de que hay más cosas que nos unen que las que nos diferencian. No nos podemos dejar llevar por los prejuicios y es necesario también promover espacios donde se fomenta el contacto directo”, añade la portavoz de CEAR, un trabajo en el que el tercer sector ha jugado un papel fundamental hasta ahora. Las iniciativas que han mostrado en la calle el descontento por el modelo de ciudad que persiguen Maroto y sus correligionarios también se han sucedido en los últimos meses, como una marcha por los montes de Vitoria auspiciada por Gora Gasteiz para impulsar una ciudad “donde no se discrimine”.

Sabah El Khobri, encargada de coordinar las actividades para mujeres en Al-Indimay, se refiere al trabajo desarrollado en colectivos como éste en favor de la “integración y la convivencia”, con actividades, charlas y otras muchas iniciativas. Apela también a la “sensibilización” y pone el foco en que “no todas las personas son iguales”, contra esa costumbre del alcalde de convertir algunos casos puntuales en la norma general. “Hay errores, pero ésa no es la manera de referirse a un colectivo. Juega con el colectivo magrebí para sacar algunos votos”, critica.

Perea, entretanto, cree que actitudes como la que está manteniendo Maroto, aunque se refiera en general a “los políticos que están gobernando”, tienen otra intencionalidad, “tapar cosas mucho más graves que están haciendo ellos mismos”. “Están haciendo una política muy sucia, basada en los más pobres, descargando toda su furia sobre la población más desfavorecida”, critica con dureza la presidenta de Kira. A juicio de Perea, “queda a criterio de la misma población autóctona tener esos valores de solidaridad, más humanos”, o dejarse llevar por ese “divide y reinarás”, y eso que, según remarca, “estas declaraciones -las de Maroto- van contra todas las personas desfavorecidas, pero también contra los pobres de aquí”. El trabajo “arduo, constante y sincero para que la población no se deje llevar por esto” seguirá siendo la herramienta fundamental de colectivos como Kira para seguir remando en favor de la convivencia perdida. “La ropa sucia se tiene que lavar en casa. Los gobernantes deben solucionar los problemas internamente, no creando confusión y discordia. Eso sería lo ideal, pero es lo que tenemos: el pueblo de Vitoria los ha elegido”, reflexiona Perea.

Argote, por su parte, exige a Maroto “responsabilidad” para que no siga aumentando el “incendio social” que ha provocado hasta ahora y, al mismo tiempo, espera al pronunciamiento de la Fiscalía o de la autoridad judicial competente sobre la querella presentada por SOS Racismo contra el alcalde por “incitación al odio”. “Si se tipifica como delito deberá verlo la entidad correspondiente, pero lo que sí han hecho sus discursos ha sido incitar a la fractura de la cohesión social y la convivencia. Y eso no se puede discutir”, zanja la representante de CEAR. El Khobri, por su parte, avanza que desde su colectivo seguirá trabajando “por la convivencia”, con “el respeto a todas las personas, que es lo más importante, por encima de todo”. La base de la convivencia, en definitiva.